Editorial
Coincidencia o no, el escenario de la violencia y seguridad cambió drásticamente con el inicio del año.
Mismo negocio criminal, nuevos actores protagonizan la hostilidad que la fuerza pública y los responsables de la seguridad y justicia tiene que enfrentar. Lo cierto es que estos nuevos actores se mueven en una variable más violenta y rompen los viejos códigos de no afectar a la población civil.
Literalmente no les preocupa que los vean al cometer delitos y siguen y responden con un interés inusitado la información que se maneja en medios de comunicación.
El sepelio de Francisco Zazueta, alias “El Pancho Chimal”, fue una masiva violación al Estado derecho de la manera más impune. Como es público, sabido y difundido en videos, diversos rifles de alto calibre fueron accionados. Vaya, para decirlo en los términos precisos, fue una tremenda balacera.
Al menos el delito de portación ilegal de armas se dio en el lugar, pero no hubo presencia de ninguno de los más de mil soldados que llegaron a Sinaloa.
Comprendemos la cautela de las autoridades. De haber hecho presencia en el sepelio, muy probablemente hubiera sucedido un terrible enfrentamiento de consecuencias lamentables.
Traemos el caso a colación, sin embargo, para ilustrar un rasgo del perfil de los nuevos actores que protagonizan la escena actual de la mafia. Más jóvenes, más violentos, más retadores. Y lo peor, no más cerca, sino dentro de Culiacán.
Por el otro lado, tenemos un Gobierno anquilosado, que, a pesar de la experiencia, tecnología y presupuesto, acciona y reacciona muy lento.
Tan es así que en el primer trimestre prácticamente ya se le montaron encima los criminales. Con esa mezcla, el fuego seguirá su expansión y quizá con trágicas repercusiones. No es pesimismo, sino probabilidad e historia.
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