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"Desde la Calle"

"¿Será que nada indigna a los sinaloenses?"

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DESDE LA CALLE

    En el 2015, miles de personas en las principales ciudades argentinas salieron a las calles a demostrar su indignación por el caso de Chiara Páez, una niña embarazada de 14 años que fue asesinada y enterrada en un patio. En este reclamo surgió el movimiento “Ni una menos”, que provocó en ese país una nueva coyuntura para la reflexión sobre la violencia contra las mujeres. Aunque el reclamo #NiUnaMenos inició en Argentina, tomó popularidad en el resto de Latinoamérica, y propició una “ola” en la discusión sobre la crisis de seguridad que enfrentan las mujeres en gran parte del continente debido a la violencia machista.
     
    En el 2017, el caso de Mara Castilla indignó a la opinión pública mexicana y movió ciertas conciencias. Se organizaron una serie de protestas, en Puebla y en otras ciudades, para exigir castigo para el responsable del asesinato de la joven de 19 años. El hecho derivó en la movilizaciones de cientos de personas y contribuyó a la visibilización y discusión pública sobre este tipo de violencia. 
     
    Retomo estos dos sucesos como ejemplos de eventos que ocasionan rupturas en la normalización de la violencia y que, a través de la indignación, motivaron la acción política de los ciudadanos. La rabia ante las injusticias origina en ciertas ocasiones que las personas se unan y se organicen para buscar soluciones colectivas, exigir a la intervención de la autoridad, buscar la posición de ciertos temas dentro de las prioridades de las agendas, y también observar y dar seguimiento; en suma: se indignan, interesan y accionan.
     
    En Sinaloa, el rapto y homicidio de una niña de 5 años, por mencionar uno entre un montón de casos aberrantes, provocó comentarios de indignación, notas en la prensa, quizás ocho citas en columnas de opinión, algunas movilizaciones poco concurridas pero bien intencionadas, y después el silencio. Y en ese silencio, una familia y activistas que los acompañan siguen esperando justicia. 
     
    ¿Por qué ni siquiera un caso tan terrible nos mueve lo suficiente?, ¿Será que ante la condición crónica de violencia no logramos asombrarnos e indignarnos lo necesario como para movilizarnos? He pensado que lo nuestro no es falta de indignación, sino más bien un problema en las formas cómo enfrentamos los hechos violentos.
     
    Respecto a la resiliencia en personas que son víctimas directas o indirectas de la violencia (por ejemplo: porque han presenciado hecho violentos), en un estudio realizado en la costa colombiana del Caribe en el 2012 se evaluó la relación entre la participación política y la victimización. Entre los hallazgos, se demostró que en esa zona las personas que habían sido afectadas de manera directa por los conflictos tenían mayor disposición para participar en organizaciones políticas y comunitarias. 
     
    Esta semana, indagando en esta misma pregunta, realicé un pequeño sondeo entre activistas sinaloenses que reconozco por ser personas que de manera altruista se comprometen y participan activamente en movimientos ciudadanos. Les pregunté sobre sus motivaciones, y en casi todos encontré historias en las que han canalizado el coraje y la indignación comprometiéndose con las causas justas de los demás. Afortunadamente trabajan con mucho empeño, desafortunadamente siguen siendo una minoría; me aventuro a decir que la gran parte de las víctimas en Sinaloa, directas o indirectas, tiene miedo y/o desesperanza. 
     
    Quizás no necesitamos indignarnos más, sino unirnos para reaccionar mejor.
     
     

    @iliana_pr 

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