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"Opinión"

"Tras la barbarie ¿la mezquindad?"

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    @nomus77

     

    Hace un par de días el Gobierno mexicano solicitó formalmente al de Guatemala la extradición de Javier Duarte. Desde su captura, las redes han ardido con todo tipo de defenestración: memes, caricaturas, chistes sobre su complexión física, teorías electorales. 

     

    Comenzando por el propio Gobernador Yunes, no faltaron los políticos que ansiosos de sacar raja del asunto se montaron en el tren mediático. Gran parte de lo que rodea a la captura de Duarte nos confirma que en los asuntos públicos avanza sin contemplaciones la dupla: entretenimiento-espectáculo. 

     

    No me espanto ni me escandalizo. Cuando el nivel de frustración alcanza niveles extremos, lo más normal es que la gente termine generando emociones de odio, desprecio y repulsión. Con Duarte, por ejemplo, la irritación popular se exacerba y la gente se desahoga con burlas e improperios. Faltaba más, cada quién hace con su opinión lo que le plazca. No hay reglas ni modales para expresar el rechazo.

    Aclaro que no me interesa defender la integridad de Duarte ni sugerir que debemos proteger su imagen. Mis argumentos son otros. Paradójicamente, la radicalización del rechazo convertido en mofa suele beneficiar a quienes tendrían que ser objeto de análisis crítico e incisiva evaluación. Los expertos en manejo de crisis sugieren que frente a la impopularidad lo mejor que te puede pasar es la sustitución de los argumentos por los insultos. Cuando eso pasa, la reflexión es más baja, el pensamiento es más corto y emocional, y por tanto más fácilmente olvidable.

     

    Hoy la atención mediática ha abandonado los detalles del proceso de Duarte y su entorno. En Veracruz hay 5 mil 300 casos de personas desaparecidas, según las cuentas oficiales de la nueva fiscalía. En las cercanías del puerto de Veracruz hay una fosa en la que se contabilizaron al menos 250 cadáveres. Policías del mando único creado por Duarte están procesados por desaparición forzada de personas y han sido señalados en más de una veintena de casos.

     

    ¿Quién da cobertura a estos temas? ¿En dónde encuentra la sociedad mexicana la información de estos casos? Por eso es que al limitar la discusión pública a algunos garabatos burlones sobre Javier Duarte los que perdemos somos nosotros. Por ejemplo, creo que dejamos pasar una oportunidad extraordinaria para resignificar a las víctimas. Para recordar que durante años él y sus cómplices les negaron el trato digno y que en la soberbia de su poder en plenitud infligieron angustia y dolor.

     

    Pienso que tendríamos que mencionar un poco menos el nombre del ex Gobernador y bastante más el de muchos desaparecidos. O el de las madres que con el alma deshilachada tuvieron que apretar los dientes al entrar a un Ministerio Público. El de esos millares de familiares que andan con la existencia a punto de extinción, apenas sostenida por el dolor y la rabia de no encontrar a su ser querido.

     

    Por eso lamento que no podamos hacernos otras preguntas. ¿Qué permitió que se cometieran tantas estupideces de manera sistemática por tanto tiempo? ¿De qué tamaño es y hasta dónde alcanza la red de complicidad criminal de Duarte? ¿Qué ha permitido que tantas personas se sumen de forma tan banal a producir tanto dolor? 

     

    O estas ¿por qué hacemos de la incompetencia de nuestros gobernantes y no de nuestras vidas el centro de nuestra discusión? ¿Por qué nos quedamos en las repuesta cortas y simplonas? ¿Habrá manera de que abordemos la complejidad de nuestra realidad y dejemos de sentir calma con la defenestración de un villano? 

     

     

    Con todo lo que está pasando hay que tomarse en serio la crisis. Si no queremos hacerlo por tener una discusión política más robusta y sofisticada, hagámoslo al menos en reconocimiento a que el dolor de tantas madres no merece tanta frivolidad. No merece otro triunfo de la mezquindad.

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