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"Opinión"

"Una bomba atómica a las aspiraciones del PRI"

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18/08/2017

    Arturo Santamaría Gómez

    La Asamblea Nacional salió tersa para Enrique Peña Nieto porque los supuestos rebeldes en realidad no lo fueron. Simulaban y algo negociaron. Es una típica conducta de los tricolores.
     
    El de Atlacomulco ya tiene la puerta abierta para inclinarse a favor de Aurelio Nuño, más cercano a sus afectos, o José Antonio Meade, con menos simpatías en las bases del PRI, según lo rebeló el aplausómetro de la asamblea, pero con más simpatías electorales hacia afuera. Narro sólo aparece como un recurso de emergencia, en caso de una situación inesperada. Y Osorio Chong ya está prácticamente descartado, aunque, según un estimado amigo mazatleco y atento observador de la política mexicana, sostiene que el hidalguense, maestro de la política subterránea, juega sus cartas para minar a Peña Nieto y, por lo tanto, a sus favoritos para el 2018. Dice Polo, mi amigo, que Osorio tenía la información del encuentro y la foto del Julión Álvarez y Peña Nieto antes de que desde Estados Unidos se diera a conocer la lista de los socios del “Tío”, Raúl Flores Hernández, pero no se la transmitió al Presidente para que la imagen estallara en sus manos. Si es así, Osorio Chong está jugando muy rudo y con riesgos enormes.
     
    Al margen de lo anterior, cuando dentro del PRI la situación parecía endulzada con miel, a Peña Nieto y a su partido les cayó la bomba atómica de los supuestos sobornos de Odebrecht a Emilio Lozoya Austin, ex Director de Pemex.
     
    Al Presidente, después del Pacto por México para la Reforma Energética, ya nada parece salirle bien. Ni yendo a bailar a Chalma o una limpia con los brujos de Catemaco puede remediarse su mal fario o su pésimo manejo político de conflictos.
     
    A partir de noviembre, una vez que destape a su candidato, sus huestes lo van a ir dejando de lado para irse a la cargada con el ungido. Él va a dirigir la campaña de su abanderado y le va a canalizar miles de millones de pesos del erario público y empresarios, por supuesto ilegales, a la campaña del PRI, pero aun así su capital político será cada vez menor y más aun si se confirma que el tricolor deja Los Pinos.
     
    El bombazo de Odebrecht, donde todos los indicios conducen a concluir que la primera parte del soborno fue a parar a la campaña presidencial de Peña Nieto, sepultó el buen humor que había generado la Asamblea Nacional en las habitaciones de Los Pinos y las oficinas de Insurgentes Norte.
     
    La PGR, los medios afines y todo el poder presidencial van a tratar de contener la irradiación maligna del Julión y Odebrecht y los próximos misiles que se disparen desde Estados Unidos antes del fin de las negociaciones del TLC, las cuales van a llevar por lo menos tres meses.
     
    Trump y su Gobierno de manera dosificada están minando a Peña con la abundante información que poseen sobre la corrupción y el narcotráfico en México, para sacar las mejores cuentas en la firma de un nuevo TLC. Los negociadores de Peña llegan a la mesa en condiciones de extrema debilidad política. Y, lo peor de todo, es que, tratando de evitar que desde Estados Unidos lo sigan torpedeando con denuncias de corrupción, Peña ceda a la mayor parte de lo que demande Trump en la renegociación del NAFTA, como llaman los gringos al tratado comercial. Lo trágico para el Gobierno de Peña Nieto es que la firma de un mal acuerdo comercial también lo debilita políticamente de cara a las elecciones de 2018 e incluso en la decisión interna del destape partidario. Trump seguramente prefiere a Meade, por la cercanía de este a Videgaray, y no duden que el supremacista blanco se lo va a decir al hijo consentido de Atlacomulco.
     
    Sin embargo, es probable que Peña Nieto concluya que para él y el PRI, en lo inmediato, una mala negociación del TLC es menos perjudicial que más bombardeo político con la información de la DEA, el FBI, la CIA y la Oficina de Control de Bienes Extranjeros.
     
    El contexto actual de las relaciones México-Estados Unidos le permite al Gobierno del Tío Sam una intervención en el proceso electoral mexicano, y más particularmente en las decisiones del PRI, como pocas veces hemos visto en la historia. Trump lo sabe y lo está aprovechando.
     
    El hombre del tupé color zanahoria, como buen empresario pragmático, está interesado en lo inmediato, lo cual significa negociar un TLC acorde al plan que ha trazado para Estados Unidos. Si esto se traduce en una derrota electoral del PRI en 2018 puede manejar la carta del PAN. Y si llegase a triunfar Morena ya buscaría la forma de presionarlo para hacer avanzar sus intereses.
    Mientras tanto, lo más probable es que le sigan enviando poderosos obuses cargados de energía atómica al Gobierno mexicano.
     
    Posdata.
    A nivel local, es de celebrar cómo en el PRI, después del caso Malova, aumenta la calidad moral y la crítica a la corrupción cuando se revelan los datos de la construcción del Par Vial de “El Cholo” Sergio Torres. ¡No hay nada mejor que los hechos para hacer creíbles los discursos!
     
     

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