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"Alejandra Pineda Prado"

"Alejandra, una rescatadora de perros en Culiacán"

"Una rescatista de corazón es Alejandra, quien no escatima dinero, ni su tiempo para proteger a caninos"

Un perro Pitbull corre como "loco" por la calle, desesperado, tratando de huir de algo, o alguien. Alejandra y su padre están afuera atendiendo una carreta de tacos.

El animal, arrastrando su cadena y sin pedir permiso, ingresa a la casa donde está la carreta de tacos. La vivienda es de la abuela de Alejandra, mamá de su papá.

Tanto Alejandra como su padre, entran a ver al Pitbull. Se dan cuenta tiene mordidas. Su padre, sin titubear, externa que es un perro que se usa para pelea.

Ella se impacta. No entiende cómo se puede utilizar a un animal para pelear. Queda traumada cuando escucha a su papá.

Su padre al ver que es un perro cuidado, pero mordido, advierte que seguramente lo buscarán y de ser así, no se regresará cuando pregunten por él.

Se escondió al Pitbull en un cuarto. Por la noche sería llevado a otra casa. Mientras el cambio se daba, unas personas llegan hasta ahí y preguntan si no vieron a ese animal.

Alejandra, también escondida, "ora" porque el perro no fuera a ladrar cuando preguntaban por él. En ese entonces ella tenía algunos siete años de edad.

Su madre al principio se opuso a quedarse con el perro, pensó era bravo y podían correr peligro. Pero no fue así. Con él duraron 12 años, hasta que murió de viejito. Lo nombraron "Rocko".

Producto de su edad avanzada, al Pitbull le empezaron a salir hongos en los párpados. Su papá le lavaba los ojos en la mañana y noche. Usaba lentes para el sol. Los veterinarios le operaron sus ojos tres veces.

A 20 años de distancia, Alejandra menciona que su padre, de manera inconsciente, rescató a ese perro que fue parte de su familia por muchos años. Vivió con él la primaria, secundaria y preparatoria.

Saliendo de clases de la prepa, en la calle se encuentra atropellado a un perrito. Alguien lo acomodó en una caja de zapatos. Lo toma y le pide a su mamá llevarlo al veterinario. Su madre accede, sin embargo, le dice después será llevado a un refugio.

Después del tratamiento lo llevan a un refugio, pero le dicen no pueden aceptarlo, que no hay espacio. Convence a su mamá, y se queda con el perrito que llamó "Puchini", siendo su primer rescate. "Puchini" se quedó en el espacio de "Rocko".

En los últimos seis años, lapso en que se metió de lleno en el rescate de perros en situación de calle, ha entregado en adopción a cerca de 100.

No cualquiera es candidato a adoptar un perro de los que rescata Alejandra. El adoptante debe mostrar que puede hacerse cargo de él.

Entrega a los animales desparasitados y esterilizados. Los lleva a domicilio como una estrategia de ver a la familia que se hará cargo del perro rescatado.

Cuando los entrega, da seguimiento. Está al pendiente de ellos. Varias veces se ha regresado con los perros al ver quién lo adoptará o dónde vivirá.

Prefiere pagar más tiempo en guardería, hasta encontrar el adoptante ideal para el animal.

Un perro que se pide en adopción, sólo para cuidar una casa, tampoco lo entrega. Trabaja como auditora y más de la mitad de su ingreso, lo canaliza en el rescate de perros.

No escatima dinero, ni su tiempo para protegerlos. No experimenta con veterinarios. Ante perros atropellados, los estudios los manda a hacer en un hospital reconocido.

No se ve fuera de esta causa que saca adelante con el respaldo y protección de sus padres.

"Mi papá es muy serio pero le gusta mucho ayudar, pero es de esas personas que le gusta hacer las cosas, pero que nadie se dé cuenta", manifiesta Alejandra.

Su madre también es fundamental en esta causa.

Utiliza de refugio el patio de su casa, el de su abuela y tías. Ella les lleva la comida a los perros.

En el patio de su casa, tiene ocho perros. Cada uno tiene su historia. Después de "Puchini", "Will", un Yorkshire fue el segundo. A ese perro tiene un cariño especial.

Como "Puchini" no quiso compañero y el primer día lo "sarandeó", Alejandra tuvo que llevárselo a la universidad varios meses. Como era pequeño, lo acomodaba en su mochila.

Como no podía dejarlo solo con el primer rescate, por mucho tiempo estuvieron juntos.

Después llegaría "Jhony". Alejandra recuerda que su hermana se encontró a un perro "Chihuahua" en la basura de la Facultad de Derecho.

Buscaron al dueño en los alrededores hasta que se encontraron a una señora quien dijo que era de ella, pero como tenía sarna, había tirado a su perro a la basura.

Como había espacio, lo llevaron a su casa. "Puchini" y "Will", rechazaron a "Jhony". Empezó a subir imágenes a su Facebook de sus perros rescatados.

Al tiempo un seguidor en Facebook le escribe diciéndole tiene en su casa un Yorkshire que no puede cuidarlo. Ella y su madre van a la sindicatura de Costa Rica por él.

El perro se iba entregar a una muchacha y cuando están en ese proceso, no pudo aceptarlo porque salió embarazada. Entonces se quedaron con "Hano", el cuarto rescate.

Después el mismo señor de Costa Rica la contacta proponiéndole otra adopción. Como era pequeño, lo bautizó como "Zimba".

Su novio se haría cargo de "Zimba" que se enfermó y como estaba mimado empezó a dormir adentro de su casa. Su mamá se encariño con él, y decidió no entregarlo.

Rex y Akira, dos Weimaraner, hace seis años fueron rescatados por el lado de Lomas del Sol. Algunas protectoras quisieron rescatarlos pero no se animaron, como eran grandes, tuvieron miedo acercarse.

Un tío de ella se haría cargo de los dos. Rescatados los llevó al veterinario, los esterilizó. A uno le hicieron cirugía porque traía un problema en el ojo que terminó perdiendo.

Al final su tío no pudo quedarse con ellos. Como se encariñó con ellos, nunca encontró el adoptante perfecto.

El taller que su papá tiene, lo adaptó y ahí se quedaron "Rex" y "Akira" mientras se encontrara al adoptante perfecto.

Como al año, a "Rex" le salieron llagas en la mandíbula. El veterinario le dijo tenía cáncer en el hueso. Que es un cáncer que no se cura con quimioterapias.

La propuesta es quitarle la mitad de la mandíbula, sin embargo, el perro comería solo papilla y líquidos. Le pidió a Alejandra valorar.

Mientras el veterinario buscaba opciones, ella hizo lo mismo con médicos de la UNAM. Investigó los tipos de cánceres. Se negó a cirugía para quitarle la mandíbula al perro rescatado.

Buscó oncólogos. Con ayuda de su padre, llevó al perro con un homeópata porque en casa son creyentes de esa medicina.

Después de investigar la enfermedad, le quitó al perro las croquetas y empezó a darle una dieta con verduras verdes. Calabaza, zanahoria, hojas de guayaba, avena, todo le daba.

Limón congelado rayado también le dio. Al tercer mes lo rojo de su piel, se convirtió en rosita y al sexto mes, la parte afectada se le desinflamó.

De todo lo que hizo y le dio, no sabe qué fue lo que le sirvió al perro a quien terminó salvándole la mandíbula y su vida.

A pesar de los reclamos de que dedica más tiempo a los perros, Alejandra dice sentirse a gusto con lo que hace.

"No hay nada que a mí me pueda dar más satisfacción que poder rescatar a un perro y encontrarle una casa, darle un hogar", manifestó.

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