|
"El sismo que cimbró a México"

"Atrapados por el sismo"

"¿Quiénes son las personas que están bajo los escombros? ¿A quién buscan los ‘topos’ y quién convocó a los cuerpos de auxilio del extranjero?"
22/09/2017

Gabriela Soto / Enviada

MÉXICO._ ¿Cuánto tiempo puede vivir el cuerpo de Dulce sin agua ni alimento?, se pregunta Fernando.

Han pasado 51 horas desde que el edificio en el que trabaja se derrumbó mientras ella intentaba escapar del sismo de 7.1 grados que enlutó a México.

En el último mensaje de WhatsApp recibido, ella le escribió que estaba bien, luego de que él le cancelara la reunión de comida aquella tarde.

¿Cuánto tiempo puede sobrevivir el ser humano sin agua ni alimento?

Fernando no lo sabe. Pero lo que sí cree es que ella pudiera estar muerta.

Él se prepara para la peor noticia.

 

El edificio en ruinas

Las personas levantan los brazos con los puños cerrados. Los elevan hacia el cielo con firmeza. Guardan silencio. Es un acto excepcional en que la multitud participa de forma homogénea. Es un ritual o un acto de fe.

De inmediato, voltean la mirada al edificio en ruinas, con la esperanza de atemperar la incertidumbre que les dejó la noticia de que su esposo, su hija, su hermana o su abuelo están debajo de los muebles, del techo y las paredes despedazados de la que fue la oficina en la que trabajaban en la calle Álvaro Obregón 286.

El antes edificio ubicado en el límite de las colonias Roma y Condesa, zonas de alta plusvalía en la Ciudad de México, no aguantó la agresividad del sismo registrado el martes 19 de septiembre.

En esta oficina, los rescatistas estiman que trabajaban aproximadamente 80 personas. Se cree que 30 lograron escapar antes de que colapsara. Y que los 50 trabajadores restantes están bajo los escombros. Hasta ayer, se habían sacado a 30, explica Enrique Montaño, quien es voluntario.

“Con la tecnología que trajeron la gente de Israel, están pidiendo los celulares, esto derivado a que pueden con algunos equipos que traen localizar físicamente dónde está el celular. Si están arriba, abajo, a cuántos metros están. Esto nos está ayudando mucho”, explica.

La lista en la que inscriben a las personas extraviadas es larga. Del tamaño de una persona que mide 1.70 metros. A la relación de nombres escritos en cartulinas pegadas con cinta adhesiva se acercan los familiares y los amigos que han viajado para buscarlos.

Los trabajadores atrapados desconocen que sus familiares y amigos están aquí, al lado de los escombros, esperándolos. Ahí están las esposas, las madres, los tíos, los primos, los amigos y los compañeros de empleo, sentados en la banqueta o acampando. El dolor es visible en los ojos que vierten lágrimas.

Y la esperanza de rescatarlos con vida los mantiene tolerando el frío, el calor y la lluvia.

 

La chica de contabilidad

Fernando se acerca al voluntario que custodia la lista de desaparecidos. Busca a su pareja Dulce Daniela América Anales, de 25 años, que trabajaba en el área de contabilidad del edificio en ruinas.

Dos minutos antes del temblor, recibió un mensaje de WhatsApp en el que Dulce Daniela expresa que se encuentra bien, luego de que él le cancelara la reunión para comer la tarde del martes.

Ese es el último contacto entre ambos.

Cuando ocurrió el movimiento telúrico, Fernando, un poblano radicado hace diez años en la Ciudad de México, comía con un compañero de trabajo. Luego de ponerse a salvo, llama a Dulce Daniela pero no responde.

“Lo primero que hice fue intentar comunicarme con esta persona porque yo el último mensaje que le envíe fue a la 1:13 (de la tarde) y el sismo fue a la 1:14 o 1:15 (de la tarde). Acababa de tener contacto con ella, de hecho yo iba a comer con ella. Entonces, intenté comunicarme, enlazar una llamada. ¿Sabes? Lo que uno hace es tratar de marcar y marcar, mandé mensajes por WhatsApp, por Messenger, y no”, relata.

“Pasadito de la hora de que ocurrió el temblor, me llegó la imagen del edificio, donde corroboré que era el edificio donde ella trabajaba. Ora no sabía si ella estaba dentro, pero había muchas probabilidades de que ella no hubiera podido salir”, menciona.

Y acertó: Dulce Daniela no le ganó la carrera al edificio y quedó atrapada entre los muros de cemento y cal.

La inquietud por saber si Dulce Daniel está viva reside en él. Está angustiado por conocer su estado físico y emocional. A veces cuando Fernando habla de ella, esquiva la mirada, gira la cabeza del lado derecho al izquierdo, intenta ocultar la preocupación que tiene porque no localiza a la persona que ama.

“La primera noche no concilias el sueño. La ciudad se convirtió en un caos completo. Había tanta gente en las calles que se te hacía casi imposible circular. Entonces, ese día yo no pude venir, te voy a ser sincero. Hasta el día siguiente, muy temprano. Ese día me estuve comunicando con sus demás familiares, con sus compañeros, para ver si sabían algo”, cuenta.

Cuando llega al sitio el que estaba el edificio y que ahora parece la “zona cero” de la devastación, revisa la lista de los desaparecidos pero ella no estaba registrada.

Dos días después, el desorden continúa en el sitio, pese a la ayuda del Ejército, de Protección Civil, de Bomberos y los voluntarios.

Fernando se queja de la falta de información.

“Hay muchas personas allá adentro, pero realmente no sabemos qué tan afectados estén, si tienen heridas graves, heridas leves”, lamenta.

“No hay información certera, te dicen que ya les pasaron agua y comida, me parece que comentaron. Pero no hay información completa”, se queja.

Y justamente ahí, cuando observa el caos y que el tiempo avanza, el poblano cuestiona

cuánto tiempo puede una persona vivir sin alimento ni agua.

“Desgraciadamente, es mucho tiempo que llevan ahí dentro. Y tu sabes que de algo tienen que vivir, entonces es algo ahí que de momento no tienen. Todos en la vida tenemos necesidades, pero no sé cómo estén. Ellos saben que están ahí, pero no saben cómo estamos los de afuera. Ellos no saben que sus familiares están bien, y creas o no, eso también te genera una cierta incertidumbre de la preocupación que ellos puedan tener”, expresa.

“Desafortunadamente, no está sola, no están solos; hay más personas que a lo mejor entre ellos mismos se consuelan, tratan de animarse”.

Y a ratos pierde la esperanza de que Dulce Daniela viva.

“Mi esperanza era que la sacaron en el transcurso de la noche. Yo no esperaba llegar hasta este día. La esperanza de uno, como familiar, es que saquen a tu familiar lo más pronto posible, que lo retiren de ahí. Uno quiere verlos que estén bien. Dicen que están con vida, pero lo que uno quiere es verlos. A lo mejor que tengan una que otra herida, pero verlos, verlos, verlos”, reclama.

“Aunque también, no te creas, esperas lo peor. En este tipo de situaciones hay que prepararse hasta para lo peor”.

 

La zona de desastre

La fuente de Cibeles es ahora un gran centro de acopio y distribución de artículos de primera necesidad en la Ciudad de México.

Hay filas dobles de personas que pasan de brazo en brazo agua embotellada. La cadena humana cruzan monumentos, calles y parques.

Por la calle, hay niños y adultos ofreciendo tortas y frutas gratis.

De pronto, aparece la brigada de jóvenes con cascos, palos y picos aún con el código de barras que le etiquetan las tiendas. Hay más voluntarios haciendo fila, a la espera de que los llamen.

Así la sociedad se organiza para ayudar a los damnificados por el sismo del martes.

Pero calles más adelante, el escenario no es alentador. Hay personas que desalojan los edificios en los que viven porque las grietas que tienen los muros y que se propagan por los diferentes pisos, son peligrosas. Así lo dicen los arquitectos e ingenieros civiles que ofrecen su diagnóstico.

En Álvaro Obregón, el escenario es más trágico, las familias de personas desaparecidas, enterradas bajo el escombro siguen en la espera continúa en la intemperie.

La Roma norte ahora es una zona de emergencia.

 

Busca a sus primos

Gustavo Banda Chávez trabaja en el cuarto piso del edificio ahora en ruinas de la calle Álvaro Obregón. Estaba en el cuarto piso cuando intentó huir del terremoto, pero no logró escapar.

Ahí también estaba su tío Miguel Chávez. Los dos están bajos los escombros, cuenta Iliana Banda Chávez.

Dice que Gustavo intentó comunicarse ayer vía telefónica, a través de un mensaje de WhatsApp, pero al final no pudo.

“No tenemos noticias de él. Hay un rumor de que a la 1:20 (de la tarde) se quiso comunicar de su celular pero no pudo. Porque rastreamos el celular”, comparte.

A esa rumor es al que se aferra Iliana. Aunque sabe que la familia no se ha logrado contactar al celular. Pero ella quiere creer que es cierto porque extraña a su familia.

A Gustavo lo recuerda como un padre alegre que está casado con Vianey, con quien ha creado a sus dos hijos, Kevin y Christopher.

“Es muy alegre”, expresa, “le gusta mucho la música, le gusta ir a jugar fútbol, le encanta. Era lo que hacía los fines de semana: ir a jugar fútbol”.

De su primo Miguel, a quien considera su hermano, lo describe como una persona alegre que es abogado a sus 54 años.

“Es muy amiguero. Tiene muchísimas amistades, es alegre, muy sencillo, sincero. Es como un segundo papá para mí. Por eso, yo estoy aquí porque él es como mi hermano”, dice.

Su primo está casado con Verónica con quien tuvo dos hijas: Madonna, 23 años; y Paulina, de 16 años.

Iliana tiene la esperanza de que la tecnología que aportó la comunidad de Israel a los rescatistas mexicanos permita localizar la señal del celular que tiene Gustavo. Ella cree que hay vida debajo de las toneladas de escombros.

“A mí primo lo amo, lo espero y que estamos aquí en espera”, expresa.

 

 

 

Información en desarrollo...

Periodismo ético, profesional y útil para ti.

Suscríbete y ayudanos a seguir
formando ciudadanos.


Suscríbete
Regístrate para leer nuestro artículo
Esto nos ayuda a identificarte mejor al poder ofrecerte información y servicios justo a tus necesidades al recibir ayuda de nuestros anunciantes.


¡Regístrate gratis!