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"Tiempo de carnaval"

"Desentierran al diablo en cerro de Argentina"

"Una singular tradición permite que los habitantes de un pueblo se conviertan en demonios durante nueve días"
27/02/2017

UQUÍA, Argentina (AP)._ Más de 300 personas disfrazadas de diablos descendieron al ritmo de los tambores por una ladera del Cerro Blanco en el poblado argentino de Uquía, dando inicio a los festejos de uno de los carnavales más singulares de Sudamérica.
Son los integrantes de la comparsa “Los Alegres de Uquía”, que cada año confeccionan trajes vistosos para participar en la ceremonia carnavalesca. 
“Los que vienen al Cerro Blanco suben (como) hombres y bajan diablos”, dijo Vanina Vilte, presidenta de la asociación que une a la comparsa durante el carnaval que comenzó el sábado y se desarrollará durante nueve días.
Uquía es uno de los pueblos pertenecientes a la Quebrada de Humahuaca, ubicada en la provincia de Jujuy, a mil 500 kilómetros al noroeste de Buenos Aires, que acogen una de las festividades más populares del país, en donde se mezcla la religión católica con las costumbres de los antiguos pueblos indígenas de la región.
Con poco más de mil habitantes, el pueblo recibió en los últimos días a más de 15 mil visitantes. 
“Si bien estas fiestas se celebran desde tiempos ancestrales, la bajada de los diablos del cerro comenzó a realizarse desde mil 942”, dijo Salvador Cruz, delegado comunal (líder comunitario). 
“Al principio sólo venían personas de los pueblos vecinos, pero ahora nos visitan desde todo el país e incluso desde otros lugares del mundo”, señaló el funcionario.
El sábado, como cada comienzo del carnaval, los integrantes de la comparsa subieron al cerro sagrado cargando grandes bolsas con sus disfraces. En la cima, fuera de la vista de los visitantes, iniciaron un rito secreto consistente en agradecer a Dios y a la madre naturaleza por las cosechas del año y pedir que prosperen los nuevos cultivos.
“Es el único lugar donde los diablos rezan”, bromeó Carlos Raúl Rodríguez Zerpa, quién participa desde hace 24 años.
Poco antes del atardecer, la detonación de tres bombas de estruendo anunció el inminente inicio del ritual. Miles de personas esperaron, bajo la fuerza del sol, la llegada de este momento.
Bailando al ritmo de los tambores y los silbatos, los enmascarados descendieron hasta el pie del cerro sagrado, donde se levantó un altar de piedra llamado “mojón”. 
Después de homenajear a la madre naturaleza, extrajeron de entre las rocas un muñeco de tela con cuernos y relleno con guata, un acto que simboliza la liberación o desentierro del Diablo del Carnaval para que salga a hacer sus fechorías o travesuras por las calles del pueblo, divirtiendo a turistas y locales.
Hay algunas normas. Quien decide ser diablo, debe disfrazarse durante tres carnavales consecutivos; además debe permanecer disfrazado sin revelar su identidad hasta el fin de los festejos y mantener el respeto por el “Pujllay”, duende del carnaval, y la Pachamama, madre naturaleza. 
Asimismo, se compromete a preservar el hermetismo respecto al ritual secreto que se lleva a cabo detrás del Cerro Blanco.
Cada disfrazado debe confeccionar la vestimenta con sus propias manos. 
“Algunos diablillos se pasan todo el año cosiendo”, indicó al respecto Alomías Lizárraga, uno de los “diablos”.
Los trajes llaman la atención por sus intensos colores y brillos. Están confeccionados con retazos de telas a las que se le adjuntan lentejuelas, espejos de colores y cascabeles. Los cuernos son de diferentes materiales: madera, plástico o cartón. Incluso algunos llevan una osamenta de toro o cordero.
A los tradicionales disfraces de diablos se le suman los “caciques”, que llevan una enorme corona de plumas, y las “gitanas”, como se denomina a las mujeres disfrazadas.
Luego de los nueve días que duren los festejos, los participantes disfrazados subirán al cerro sagrado emitiendo quejas y llantos y el diablo deberá ser enterrado nuevamente, hasta la llegada del próximo carnaval.
 
300 personas se disfrazan de diablos
15,000 visitantes acuden a las fiestas

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