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"Don Víctor le recuerda a diario a su esposa el amor que los une"

"A doña Arami, un tumor en la cabeza y después el Alzheimer le quitaron momentos inolvidables; don Víctor Manuel la cuida, le canta y baila en su hogar"

ESCUINAPA._ "¡Mi viejo! ¿Cuándo llegaste?", expresa doña Arami Crespo mientras su esposo Víctor Manuel Barrón le hace ejercicios en las piernas; la mente de ella ha olvidado muchas historias, muchos rostros y nombres, pero siempre ha recordado quién es su novio, quién es el amor de su vida.

Don Víctor Manuel relata su historia de pareja, después de casi 50 años juntos, los últimos años el Alzheimer nubló la mente de su esposa, pero él todos los días se encarga de recordarle la historia que construyeron como familia.

Canta y baila para ella, indica, es una manera de recordar la cotidianidad de su vida, de mostrarle que sigue admirando y amando a esa joven que observaba de dependiente de una ferretería del municipio.

“La conocí de niña, yo venía a un taller de bicicletas de su tío y ahí la conocí pero después, a los años ya la vi en una refaccionaria donde trabajaba, ahí la empecé a cortejar y a los dos años de novios nos casamos”, expresa.

La historia que empezaron como familia pronto se vio aderezada con la llegada de sus primeros hijos, Rosalva, a quien recuerda también doña Arami y llama así a todos sus hijos, probablemente porque siempre decía que había sido su primer amor, señala su esposo.

La vida parecía ir bien, tranquila, con los momentos difíciles que a veces se enfrentan como pareja, con ocho hijos, siete mujeres y un hombre, era un seno familiar feliz y tranquilo, todos estudiaban, indica.

A veces el dinero no alcanzaba porque había que mandarles a sus hijos que estaban fuera, buscando mejorar su porvenir, ella lo alentaba, le decía que pronto vendrían los frutos.

“No había dinero y me decía ‘no te rajes’ luego vendrán los frutos, ya no nos tocó gozar juntos eso”, señala don Víctor Manuel.

Todo era felicidad, indica, hasta 2007 cuando un accidente los hizo enfrentar el dolor más grande como padres, como pareja, con el fallecimiento de su hija Lulú en un accidente, buscaron darse fortaleza pero el dolor estaba ahí.

En 2008 le detectaron un tumor a doña Arami en la cabeza, se sumó a su dolor emocional y entonces empezó a olvidar cosas, se refugió en su mente, pues desde el fallecimiento de su hija lloraba durante el día y la noche.

Pese a la operación que fue un éxito, ella dejó ir las historias de dolor, un hecho más emocional que por el tumor, fue una manera de evadir y entonces tocó a don Víctor Manuel empezar a cuidar de ella.

A seguir amando a esa mujer que conoció joven, a la que le entregó su tiempo, su vida y le dio ocho tesoros, quien hoy como lo prometieron en sus votos matrimoniales le toca velar por su salud.

Don Víctor Manuel cuenta que estuvieron juntos despidiendo a su hija Aramis, quien falleció también después por una enfermedad, afortunadamente su esposa no tuvo ese dolor que hubiera sido letal, solo le dio sus abrazos y compañía.

“Mi esposa era una mujer muy trabajadora, muy de casa, muy atenta, a quien ahora le canto y le bailo, para que siga recordando nuestra historia, nuestra vida”, explica.

Para sus hijos Rosalva, Virginia, Fabiola, Marla y Melesio el amor de sus padres es ejemplo, hay cosas que la mente puede olvidar pero su papá se quedó ahí, tan fresco como cuando se conocieron, tan parte de su corazón que sigue presente.

En estos años de lucha, su madre ha olvidado quiénes son, pero todos los días pregunta por su esposo y su expresión de alegría se hace evidente, cuando lo ve regresar de la huerta a estar nuevamente a su lado, para bailar y cantar, para disfrutar todavía de la plática y del amor.

 

 

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