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"Ya no es lo de antes"

"El Magistral, un arroyo que enmudece"

"Casi nadie recorre las aguas de este característico lugar del municipio de Concordia, tras la ola de violencia en la región"

CONCORDIA._ Las mariposas revolotean entre las plantas y árboles que hay a las orillas del arroyo, el agua corre y se escucha caer como una cascada, hasta el viento se oye revoltoso, las piedras se mueven y a lo lejos se ve de dónde viene el agua.

El aire es limpio, los árboles son frondosos, dan techo a las aves que alberga el lugar, el agua es incolora, se pueden ver los pies a través del arroyo y se siente el agua fresca, ideal para pasar una tarde bajo los rayos del sol.

La ausencia se nota. Ya no está el sonido de las camionetas llegando, de familias escogiendo el lugar ideal para quedarse toda la tarde, no hay risas, no hay platicas, no hay comercios, el arroyo de El Magistral en Concordia no es el de antes.

Pasaba la mañana y no llegaba nadie, ni siquiera los vendedores de pollos asados, de buñuelos, solo una señora en la entrada al arroyo, con un par de bolsas con buñuelos amarradas como acostumbran, pero los demás estaban solos.

Habían un par de jóvenes con sus motocicletas, limpiándolas con el agua del arroyo.

Aprovecharon el lugar, se levantaron los pantalones y dejaron que el agua fluyera entre sus dedos, mientras dejaban sus motocicletas limpias, no podían irse del arroyo sin haberse refrescado.

Un padre de familia acudió al lugar con sus tres hijas, volteó a los alrededores y agachó la cabeza, la ausencia de los concordenses en el arroyo le dio sentimiento y preocupación por la ola de violencia que se desató en la zona serrana.

“Por eso no viene la gente, le da miedo salir, arriba (en la sierra) ya bajaron todos y a lo lejos se escuchan tiroteos, como ecos que retumban para los que vivimos cerca de esos poblados, tenemos miedo, ya no queremos salir”, comentó.

Aún así, al ver a sus hijas felices con sus salvavidas en el arroyo le aligeró la situación que vive cada familia del municipio. Ellas disfrutaron, El Magistral era para ellas nada más y se balanceaban de un lado a otro, corrían para colocarse sobre el agua y ser arrastradas por la corriente.

El ambiente es tenso, solitario, caluroso, apenas pasadas las 11:00 horas llegó una camioneta con más de cinco personas arriba, nada más.

El Magistral pasa su peor temporada, nadie lo visita, nadie convive ahí, nadie se sumerge entre sus aguas.

“Hay muy poca venta porque hay poca gente”, dijo la única vendedora de buñuelos.

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