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"HISTORIA"

"El otro Antonio, el héroe olvidado de Culiacán"

"El 28 de abril de 1958, Antonio, entonces 19 años, no la pensó y condujo una pipa ardiendo hacia el río Humaya, salvando a transeúntes, trabajadores, vecinos y comerciantes; hoy sólo quedan recuerdos de esa historia"

El 28 de abril de 1958, Antonio Chavira Gastélum acompañó a su amigo Pedro Montes a llenar de gasolina una pipa y de diesel una nodriza que llevaban sin diferencial hasta la estación que aún existe en el sector Humaya.

Nadie sabe por qué pero el combustible comenzó a arder y con ello la tranquilidad de los trabajadores, comerciantes, vecinos y transeúntes.

Antonio, de entonces 19 años, no la pensó y condujo la pipa hacia el río Humaya.

Antes de que la pipa cayera del camino, para continuar incendiándose, Chavira Gastélum logró salir del vehículo. Se levantó, encendió un cigarro y se acercó a los mirones que observaban atónitos el espectáculo.

"Pobrecito el chofer, se ha de haber muerto carbonizado", dijo alguien.

Antonio recuenta hoy lo que le queda en la memoria de aquella historia, la misma que lo hizo recibir varias medallas al valor, una de ellas a nombre del entonces Gobernador Gabriel Leyva Velázquez, y que le valió un festejo del Club de Leones en el Casino Culiacán y del que salió tan ebrio como si fuera "trompo engüerado".

Hoy, de aquello no le quedan ni las medallas, unas porque las prestó y hasta se las empeñaron y otras porque las usaron para disfrazarse de héroes. Sólo queda el recuerdo y la satisfacción de contarle una historia a sus hijos en las que el principal protagonista fue él mismo.

 

 

 

El 'Jesús García' de Culiacán

 

 

Don Antonio no está muy convencido de dar entrevistas, pero eso no le quita lo cortés. Ha sacado un par de sillas para atender visitantes en su domicilio en El Palmito y prepara la memoria con varios "lo que te estaba diciendo" dirigidos a sus amigos, el "Zurdo" y el "Chino".

Le hace muecas a la cámara y recalca que no pide nada, nunca le interesó nada a cambio de lo que hizo.

Pero recuerda, con cierta molestia, que habían organizado una colecta para construirle una casa y cuyos fondos fueron robados por alguien que no conocía.

En las nuevas generaciones, la historia de Antonio Chavira no es muy conocida. Pero quienes la recuerdan hacen alusión a la semejanza con el Héroe de Nacozari, Jesús García, un hermosillense que subió y condujo un ferrocarril en llamas, cargado con dinamita, hacia las afueras del pueblo minero de Nacozari, en Sonora, a principios de la década de 1900. García falleció.

De Chavira Gastélum se recuerda su valentía, casi imprudente, de conducir una pipa cargada de gasolina de una estación de servicio y arrojarla en un despejado cerca del río Culiacán.

Antonio, nacido el 5 de julio de 1939, fue hijo de un trabajador de Petróleos Mexicanos. Estudió hasta el quinto grado de primaria, después de pasar por la Antatolio B. Ortega y el Internado del Estado, porque simplemente prefirió la vagancia.

Dicen que fumaba igual o más de lo que lo hace hoy.

Aquel 28 de abril de 1958, del Culiacán viejo, el jovial Antonio Chavira acompañaba a su amigo Pedro Montes García, su principal testigo ya fallecido.

Pedro Montes corrió y el gerente del lugar gritaba: "saquen esa pipa, saquen esa pipa".

Antonio, de entonces 19 años, no la pensó. Subió al camión y comenzó a conducir. Lo hizo por 700 metros rumbo al río Humaya.

"Entonces ahí estaba cuando empezaron a gritar que se estaba quemando la pipa; empecé a todos lados a voltear, y vi que la pipa estaba incendiada; no quedó más que... me fui, ¿a qué le tiraba...?", se cuestiona.

"'Saquen esa pipa, saquen esa pipa', empezó a gritar el gerente de ahí; yo la saqué como 700 metros; el chofer de la pipa, Pedro Montes, creía que ya había muerto", contó.

"Todos corrieron, con todo y carro, todo mundo, menos yo", manifiesta.

Chavira recuerda que pasó un puente de madera que también se quemó con el combustible incendiado que caía.

"Se acabaron las llantas de la pipa, se hicieron... el puente, que estaba por la vía, donde están las cataratas que hay ahora, siempre ha habido, quemé ese puente, quemé un carro de madera, lo choqué en la esquina, lo llené de gasolina, corrí y lo apagué también junto con el chofer de él, del carro ese, y la pipa se hacía para acá, se hacía para allá por la gasolina", narra con cierta emoción.

"Y en una de esas, me salí, caí yo; la lumbre aquí me daba", se toma la cintura.

"Toda la gente que había en la carretera, que había en los cercos, se hacían a un lado por la lumbre... yo agarré un cigarro, como lo voy a agarrar ahorita, y lo prendí; traía un cerillo, me agarraron los nervios; se llenó de gente, de estudiantes, de periodistas; era ahí donde estaba la que le llamaban La Chingona, una cantina, un restorán de cerveza y todo eso", expresó.

 

 

Los premios que se perdieron

 

 

Por eso, Antonio Chavira recibió una medalla del Club de Leones, en un acto celebrado en el Casino de Culiacán; también una a nombre del Gobernador Gabriel Leyva Velázquez, entregada por el entonces Secretario General de Gobierno; también se le entregó otra en el antiguo estadio General Ángel Flores durante los festejos del Día de la Madres.

Recuerda que dos de las medallas, de oro, fueron empeñadas por gente allegada a él que tuvieron problemas económicos.

"Tenía otras medallas muy bonitas, en un marco de madera, pero un hermano mío se las llevó, porque le andaba diciendo a la novia que él había hecho eso", reveló.

"Y ya no me las regresó, se perdieron; estaban bien bonitas", dice.

Chavira no guardó recuerdos, ni siquiera recortes de periódico, pero parece revivir con emoción cuando habla de cómo lo trataron tras su acto de heroismo.

"No es que lo esté pidiendo", lo recalca una y otra vez.

"Yo hice lo que hice siempre sin pedir nada, pero dijeron que me iban a dar esto y esto y no me dieron nada", mencionó.

En tono molesto recuerda que lo peor fue que se lanzó una especie de colecta pro Antonio Chavira, con la idea de construirle una casa.

"Una vez me dijeron 'oye, hay una feria en tal banco para ti', y fui a ver, yo no porque lo quisiera, sino para que me dijeran y entonces supe que lo había retirado alguien que no era yo", lamenta.

Hoy, Chavira es un sobreviviente de seis operaciones, incluida una cirugía de corazón abierto y de cataratas.

 

- ¿Qué le queda de esa historia, Antonio?

 

 

Una vez un abogado me dijo 'eso ya pasó, eso es cosa del pasado'. Pero me queda que se los pude contar en verdad a mis hijos.

 

- ¿Y qué le dijeron?

 

¿Apá, apoco tú hiciste eso? Sí les dije, yo fui.

 

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