|
"Newsweek en español"

"El precio de la paz"

"La presidencia de Paul Kagame le ha dado estabilidad a Ruanda. Sin embargo, ¿los votantes respaldarán a su cada vez más autoritario líder?"

Por Tonny Onyulo

@TonnyOnyulo

Sentado fuera de su tienda de víveres en el barrio pobre de Nyabugogo en Kigali, Ruanda, en junio pasado, Francis Nduwimana manifestó su anhelo por un cambio en el liderazgo en la elección presidencial a realizarse el 4 de agosto.

“Estamos cansados de Kagame, pero no podemos expresar abiertamente nuestras opiniones”, dijo Nduwimana, de la etnia hutu, en su lengua vernácula de Kinyarwanda. “Si lo criticas, serás acusado por los organismos gubernamentales de dividir al país, y serás encarcelado o asesinado”.

Mientras el Presidente de Ruanda, Paul Kagame, un miembro de la etnia tutsi que ha estado en el poder desde el año 2000 se postula para otro periodo de gobierno de siete años, muchos ruandeses, particularmente los pertenecientes a la etnia hutu, comparten los temores de Nduwimana.

Ven un gobierno que aplasta el desacuerdo antes de la elección. Y les preocupa que su país se esté convirtiendo en un estado de un solo partido: tras un referendo realizado en 2015 para extender los límites del periodo presidencial, Kagame puede ahora permanecer legalmente en el poder hasta el año 2034.

Diecisiete años es mucho tiempo para que un solo líder dirija un país, pero no todos los ruandeses están listos para un cambio. Durante una parada reciente en su ruta de campaña, los negocios casi se paralizaron en Kigali cuando acudieron miles de partidarios de Kagame, agitando pancartas y vistiendo camisetas estampadas con su rostro.

“Kagame es nuestro salvador, y lo amamos mucho. Es un hombre que se ha sacrificado por su nación y por su pueblo”, señaló Charles Bakanibona, de la etnia tutsi, durante el mitin. “Necesito que gobierne este país para siempre, porque es un hombre de paz”.

Apenas una generación después de los 100 días de violencia, durante los cuales extremistas hutus asesinaron a más de 800 mil tutsis y hutus moderados, casi todos ellos muertos a machetazos, la oposición política en Ruanda sigue estando ampliamente dividida en líneas étnicas.

Muchos ruandeses, particularmente tutsis, se muestran agradecidos por la importante función desempeñada por Kagame para dar fin a la masacre en 1994, cuando dirigió a las tropas tutsis del Frente Patriótico Ruandés, que derrotaron al gobierno hutu responsable de la masacre.

Otras personas, independientemente de su origen étnico, piensan que el éxito de Kagame al transformar la sociedad y la economía ruandesas es una razón suficiente para apoyarlo. Desde que asumió el poder, ha instaurado la educación básica gratuita, ha llevado la Internet de alta velocidad al 95 por ciento de la población, redujo la mortalidad materna e infantil en más de 50 por ciento, impulsó el empleo juvenil y el comercio, redujo la pobreza y combatió la corrupción, logrando que Ruanda fuera clasificada como la tercera nación menos corrupta de África en la más reciente encuesta realizada por Transparencia Internacional.

Si bien el país aún tiene desafíos, como su ingreso anual per cápita que es de apenas 700 dólares, y el hecho de que 30 por ciento del presupuesto nacional se componga de ayuda internacional, el país ha logrado avances: el índice de crecimiento proyectado para 2017 es de un impresionante 7 por ciento.

Para algunos ruandeses, esa estabilidad bien vale la falta de libertad que se produce con el gobierno de un solo partido. Para otros, como Nduwimana, lo bueno que se ha producido con el gobierno de Kagame no vale la presión que sienten.

Human Rights Watch ha acusado al gobierno de Kagame de reprimir a los disidentes antes de la elección de agosto, documentando una serie de arrestos y detenciones de personas sospechosas de tener relación con opositores al gobierno. Las autoridades ruandesas han desaparecido a líderes y activistas de oposición negando que los tengan bajo custodia o negándose a revelar su paradero.

Human Rights Watch también ha acusado al consejo de medios de comunicación, nombrado por el gobierno, de cerrar periódicos y estaciones de radio independientes debido a sus puntos de vista críticos.

Y a pesar de los esfuerzos de Ruanda de mantener la división étnica fuera de la política (es ilegal preguntar a un ciudadano cuál es su origen étnico, y la constitución prohíbe formar partidos políticos con base en alguna filiación tribal), los críticos señalan que Kagame se ha aprovechado de la dolorosa historia del país, con el pretexto de prevenir un genocidio, como una manera de limitar la política competitiva.

Por ello, no es de sorprender que el origen étnico de los votantes parezca tener una importante función en la forma en que ven esta práctica.

“No me agrada Kagame porque es un tribalista. Realmente ha hecho a un lado a los hutus, y cuando alguien habla de ello, es acusado de generar divisiones o de propagar una ideología genocida”, declaró a Newsweek Allan Muhoza, propietario de un restaurante en Kigali y miembro de la etnia hutu.

“Nos dicen durante las campañas que, si no votamos por Kagame, tendremos otro genocidio. Así que tenemos mucho miedo porque experimentamos lo que ocurrió en 1994. La mayoría de las personas que no pueden votar por Kagame no acuden a la votación por miedo a ser identificados en las casillas”.

Los miembros de la etnia tutsis tienen una opinión distinta.

“No podemos dejar al azar el liderazgo de este país. Hemos probado a Kagame y hemos demostrado que puede trabajar por su nación”, señala Etienne Uwineza, una maestra de 42 años que vive en Kigali y que perdió a su marido y a dos de sus cinco hijos en la masacre de 1994 debido a que pertenecían a la etnia tutsi.

Huyó a Uganda, pero regresó a su país cuando Kagame asumió el poder. A Uwineza le preocupa tener un líder que no ha sido probado.

“No queremos elegir a otra persona que pueda provocar un nuevo genocidio al dividirnos”.

Los observadores señalan que es probable que Kagame logre ser reelecto.

“No perderás dinero si le apuestas al señor Paul Kagame”, dijo Michael Ryan, Embajador de la Unión Europea y director de la delegación de ese organismo en Ruanda, durante una conferencia de prensa en Kigali. “Tenemos un líder que ha dado pruebas de su trabajo frente a todo el mundo. Y tenemos candidatos que aún tienen que probarse [a ellos mismos]”.

Nueve de los 11 partidos políticos registrados han dicho que apoyarían a Kagame en lugar de presentar a sus propios candidatos. Los dos candidatos más prominentes son Frank Habineza, líder del Partido Verde Democrático de Ruanda, creado en 2009, y que está a favor de una Ruanda democrática, y Diane Rwigara, candidata independiente que también se postula con una plataforma de reformas.

Esto puede deberse a que los demás tienen miedo, dice Rwigara, de 35 años y activista a favor de los derechos de las mujeres tutsis, además de ser empresaria e hija del fallecido magnate de Kigali, Assinapol Rwigara.

“Todo el mundo teme expresarse porque le tienen demasiado miedo al partido gobernante”, dijo en una conferencia de prensa realizada en mayo.

Aun así, ella ha tenido el valor de criticar públicamente al partido de Kagame. El hecho de que aún esté en la contienda muestra que aún puede haber una esperanza para la democracia en Ruanda.

Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek

 

Elecciones presidenciales

Los comicios en Ruanda se celebrarán el próximo 4 de agosto. Los candidatos son los siguientes:

Paul Kagame

  • Presidente de Ruanda
  • Miembro de la etnia tutsi
  • Dirigió las tropas tutsis del Frente Patriótico Ruandés, que derrotaron al gobierno hutu responsable de la masacre de 1994.
  • Ha estado en el poder desde el año 2000.
  • Se postula para otro periodo de gobierno de siete años.
Frank Habineza

  • Líder del Partido Verde Democrático de Ruanda, creado en 2009.
  • Está a favor de una Ruanda democrática.
Diane Rwigara

  • Candidata independiente
  • 35 años de edad
  • Activista a favor de los derechos de las mujeres tutsis.
  • Es empresaria e hija del fallecido magnate de Kigali, Assinapol Rwigara.
  • Se postula con una plataforma de reformas.
Genocidio
En 1994, Ruanda fue escenario de una de las peores mascares en la historia moderna: durante 100 días de violencia, extremistas hutus asesinaron a más de 800 mil tutsis y hutus moderados, casi todos ellos muertos a machetazos

 

“No me agrada Kagame porque es un tribalista. Realmente ha hecho a un lado a los hutus, y cuando alguien habla de ello, es acusado de generar divisiones o de propagar una ideología genocida”.

“Nos dicen durante las campañas que, si no votamos por Kagame, tendremos otro genocidio. Así que tenemos mucho miedo porque experimentamos lo que ocurrió en 1994. La mayoría de las personas que no pueden votar por Kagame no acuden a la votación por miedo a ser identificados en las casillas”.

Allan Muhoza
Habitante de Kigali y miembro de la etnia hutu

 

“No podemos dejar al azar el liderazgo de este país. Hemos probado a Kagame y hemos demostrado que puede trabajar por su nación… No queremos elegir a otra persona que pueda provocar un nuevo genocidio al dividirnos”.
Etienne Uwineza
Maestra que vive en Kigali y que perdió a su marido y a dos de sus cinco hijos en la masacre de 1994 debido a que pertenecían a la etnia tutsi.

 

Periodismo ético, profesional y útil para ti.

Suscríbete y ayudanos a seguir
formando ciudadanos.


Suscríbete
Regístrate para leer nuestro artículo
Esto nos ayuda a identificarte mejor al poder ofrecerte información y servicios justo a tus necesidades al recibir ayuda de nuestros anunciantes.


¡Regístrate gratis!