"Expresiones de la Ciudad: La pitonisa de la cultura"

Desde la históricamente rebelde tierra de Guerrero, o más concretamente desde el otrora (mediáticamente) paradisiaco puerto de Acapulco, la sustituta de Juan Avilés en el Instituto Municipal de Cultura Culiacán, Leticia Santos, el fin de semana adornó su cuenta de Facebook con una imagen muy chic a lado de la Pop Royal Tenors, y vaticinó que los chavales sí que se la fletaban, que tenían lindas voces y córrele porque te pego, haciendo hincapié en que el grupo es “una excelente propuesta”.

Dados los anuncios de pobreza municipal y que por ende se cortaron las tortas del recreo en plan de estricta austeridad, sería vil que sugerir que Santos fue oficialmente a la tierra de Lucio Caballas en busca de cartelera para la agenda de entretenimiento de Culiacán. Seguro fue porque quería ir, porque tenía ganas de ir o porque tenía compromisos personales de ir, aunque maldito lo que importa el por qué tuvo que ir si la cosa se ajusta a lo suyo. Y ya.

Lo que realmente llamó la atención fue la frase con que adornó la nueva foto de su perfil, por cierto con una pose muy a la dramática Libertad Lamarque, o con esa mirada que se puede distinguir en algunos daguerrotipos de la antigua Dolores del Río, donde se le mira medio “lacia” (como canta Lucha Reyes en una canción), como mirando al infinito, al horizonte, o a donde diablos se mire cuando se le echa el ojo a un deseo, a un “yo quiero ser tal cosa”, o “yo quiero y voy a llegar allí”.

Una foto ad hoc para su frase: “Y siempre visualizar el lugar al que quieres llegar”.
Pitonisa la mujer, o definitivamente con un poder mental increíble, casi como para que Nat Geo o Discovery Channel se vengan a Culiacán, como almas que trajera el diablo, buscando hacer un reportaje sobre ella donde diga cuáles son los pasos a seguir para que los sueños y los deseos se concreticen.

Por ejemplo, muchos estarían encantados de pararse frente a una máquina despachadora de gasolina, supongo que poniéndose las manos en las sienes, cerrando los ojos y pidiendo y pidiendo y pidiendo que el precio del litro regrese al de diciembre del año pasado.

O que ojalá pase algo que borre de pronto a Donald Trump. Y que una luz cegadora. Y que un disparo de nieve. Y no digo lo que sigue en la letra de Silvio Rodríguez, porque capaz que me cae el FBI tildándome de terrorista.

Y es que, fíjese, una fila de ex candidatos (por derecho propio) a dirigir Cultura Culiacán no hallaban cómo fue que Leticia Santos se coló a las preferencias de Jesús Valdés, el presidente municipal, y “por el dedo de Dios” (esto es tan mexicano) logró que escribieran su nombre en la historia de los directores de esa dependencia municipal.

Llegaron a decir que quizá fue por su amistad con los del sur, esto es, con el exquisito Enrique Patrón de Rueda y con el aristócrata Raúl Rico; que alguno de ellos le pasó la voz a Quirino. Y etcétera.

O que por mérito propio como incansable trabajadora en la reciente campaña electoral. Pero algunos ya habían dado en el clavo: cuidado con Leticia Santos, consigue lo que se propone. Y que ella se había propuesto, pesara a quien le pesara, conseguirse la silla principal del Instituto Municipal de Cultura Culiacán. O en otras palabras: “Y siempre visualizar el lugar al que quieres llegar”.

Quiero decir, y digo, que yo no conocía a Leticia Santos, como se lo dije hace poco en los entremeses de un evento cultural. Quiero decir, y digo, que hubiera preferido a otras personas en su lugar, no por asuntos de amistad, sino por respeto a la cultura.
Pero por otro lado digo que generaciones más nuevas se merecen la oportunidad, que quizá afloren otras visiones y que el asunto podría ser muy bueno para la cultura. Pero esto está por verse.

Y es que la cosa se parece a la apuesta que hice hace seis años por María Luisa Miranda. Y perdí. Espero no perder de nuevo. Y punto.

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