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"COLUMNA"

"Expresiones de la Ciudad: ¡Santo Cristo, qué vergüenza!"

"Los de la generación se me están yendo. O me los matan."
La ruta del paladar
22/05/2017

Santo Cristo, pero qué desgracia. Por el amigo. Por la pluma. Por el periodismo. Por la forma en que le arrebataron la vida. Maldito lo que me importa andar con poses de poeta en horas como ésta, de modo que me guardo aquello de por quién doblan las campanas y la madre que la parió, porque derecho y sin cremita nos dieron en la punta con el asesinato de Javier Valdez, con quien me topé por primera vez hacia los días en que ninguno de los dos se la daba de periodista, sino que andábamos en asuntos de la cultura: él como músico, yo como promotor.

Pero con esto no quiero decir, ni digo, que el Javier era mi “íntimi” en su tremenda y exitosa etapa como escritor, como muchas y muchos que yo me sé. Incluso odié ir a fastidiarlo, sin necesidad, a su rincón en El Guayabo.

Lo más que hacía era alzar la mano en señal de saludo, si era que acaso nos cruzábamos la mirada, sin proponérnoslo. La última vez que conversamos con más garra (y hace rato de eso), fue cuando hice una bohemia en mi casa con pura raza periodista, a la que asistió junto con otros colegas, como Andrés Villarreal, Paúl Villegas, Andrea Miranda, Patricia Figueroa, Rodolfo Díaz Fonseca, María Luisa Mercado y Adriana Castro.

Pudo haber habido más charla cuando presentó su libro “Con una granada en la boca” en la Casa de la Cultura de la UAS, pero debido a sus fans, a dame un autógrafo y córrele porque te pego, apenas nos abrazamos y musitó un algo como muchas gracias, por la parte que me tocó hacer.

Pero de que anduvimos en la vagancia, anduvimos, no como la colega que se alzó en plan de protagonista durante la marcha donde exigimos justicia por el asesinato, quien casi me perjuró que ella le cargaba las baquetas a Javier Valdez, cuando él tocaba el bombo leguero como miembro del grupo folklórico Culpegualt, que yo presentaba en las entrañables peñas que se hacían en la UAS, grupo al que también pertenecieron Toño Uribe y Chuyita Rendón.

Por supuesto que soltábamos la carcajada al recordar el asunto del foquito rojo: sucedía que las peñas yo las organizaba, y no por dárselas a desear, pero eran el mejor escenario de Sinaloa para todos los músicos que en aquel entonces rozaban por lo folklórico y el canto nuevo: medio Cristo a la redonda quería estar en ellas, así que grupos y cantantes no faltaban.

Tan era así, que tenían limitado el tiempo en sus participaciones; y yo, en plan maldito (más si veía que el público se mostraba apático), iba y les encendía un foco ubicado a un lado del escenario, que era decir:oye, sólo te queda una canción, así que apúrale y te me bajas.También nos reíamos mucho de aquel año 1982 (mucho antes de las peñas), cuando descubrimos su imagen plasmada en un cartel monísimo, porque el bato fue candidato a diputado por el extinto Partido Revolucionario de los Trabajadores (yo por entonces militaba en el izquierdista PMT), y le decía que por qué, Javier, quién te convenció de hacerte una foto con un collar de limones como el de los perros.

Claro que era broma, porque lo que en realidad portaba era un collar como de conchitas de mar, o algo así, pero en la distancia yo lo veía como de limones amarillos. Podría detenerme también en los fines de semana de tragos en su casa de Lomas del Sol, casi recién casado con la colega Griselda Triana; de cuando me invitaba a su programa La Banqueta del Canal 3 de televisión; de las escapadas que nos dábamos en cualquier día de labores cumplidas en el periódico Noroeste.O de la vida.

Pero es duro hablar de la vida ante la muerte del queridísimo Javier Valdez. En lo personal, su partida a mí me disminuye muchísimo, pues Javier -aun en la distancia- me hacía sentir acompañado por estos días de tanto periodista imbécil, insulso y barato, que se cuelga la profesión en un gafete sin el más mínimo remordimiento, o asomo de decencia.Y pues uno se siente terriblemente solo. Los de la generación se me están yendo. O me los matan.

Y aquí nos tienen a varios, como a Benigno Aispuro, atrapados al medio de dizque periodistas, terriblemente frívolos, ignorantes y desfachatados, que si piden el micrófono para hablar frente a una autoridad, lo hacen para decir que todo está divi-divi-divi. Santo Cristo, qué vergüenza. Y punto.

Comentarios: expresionesdelaciudad@hotmail.com 

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