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"BAILAORES"

"Intensas emociones en la Gala Flamenca"

"Presenta Lucía Humarán un espectáculo de música y danza gitana a beneficio de FloreSer"

Una noche cargada de emociones que emanaron del foro, el flamenco es pasión, son emociones que se desbordan y se irradian desde cada una de las partes del cuerpo de los cantaores y bailaores hacía los espectadores, que si están dispuestos, se pueden convertir en receptores de esa intensa energía.

El flamenco necesita de la complicidad de quien es testigo de ese fenómeno de movimiento, queja cante y música, una pequeña conexión, un poco de atención, una dosis de complicidad para permitir que las sensaciones que se generan el foro penetren al que observa hace la diferencia y se crea la magia.

La mesa estaba servida para que ese fenómeno de comunicación que se puede dar entre la danza, la música y el público se hiciera realidad, Lucía Humarán trajo a tres bailaores compenetrados con su arte. Sorprendió Armando Tovar, que avasalló con su arte y la pasión con la que vive el flamenco, Ana Pruneda por su fuerza y capacidad para interpretar las emociones que le proponen los músicos y las letras de las canciones, lo mismo que Paulina Flores.

Armando Tovar dio con energía cada remate, que electrizó al espectador.

 

Lo prometido es deuda

Como lo prometió Lucía Humarán la Gala Flamenca que tejió con bailaores y músicos mexicanos de primer nivel arrancó con una imagen cargada de belleza, dos mujeres, Lucía Humarán y Ana Pruneda, incrementaron el grado de dificultad del desarrollo de su danza utilizando bata de cola, que extiende el vestido de la bailaora con un volumen de olanes que baja y se extiende por el piso y el mantón.

Con estos dos elementos las bailaoras jugaron para sumarle feminidad a su desempeño, lograron crear estéticas imágenes.

Uno de los momentos que iluminaron de pasión la noche fue el solo que hizo Armando Tovar, un monstruo del escenario, con un sentido musical que le permite acentuar con sus manos, con sus pies, con su ceja, con sus brazos y piernas cada frase sonora, otorgando un toque de energía a cada remate, con lo que electrizó al espectador.

Sus giros vertiginosos quitaron el aliento, sus manos se convirtieron en abanicos que giraron deteniéndose abruptamente para crear remates visuales a los sonidos del cante y al violento ritmo del zapateado que le permitió dominar al público con la tiranía de su energía.

Paulina Flores también impactó en el sólo que presentó y la energía se desbordó cuando los tres bailaores (Paulina, Armando y Lucía) se apoderaron con vehemencia del escenario. Los pañuelos ondearon en el aire prendidos de las manos del público, que mostró de esa manera tan flamenca su beneplácito por las impetuosas actuaciones de los artistas en el escenario.

Para el final dejaron las soleas, que son cantes que hablan de la fuerza de un individuo para centrarse en sus emociones y dejar que fluyan para curar el alma, es un palo muy dramático, que habla de pérdida de amores, de seres queridos, demasiado exigente para el intérprete. La primera en ofrecer una muestra de este palo flamenco fue Ana Pruneda.

Continuó Lucía Humarán, que se desgarró en el escenario, consiguió esa profundidad de una emoción que se desarrolla internamente como una reflexión profunda, que permite descubrir el interior de quien vive la pena; el espíritu se cura en ese doloroso proceso y explota en bulerías, un acelerado ritmo que estalla en movimientos veloces de piernas y brazos, de manos y cabeza para expresar la felicidad de encontrar un cause al sufrimiento, un alivio del mal de amores o de cualquier perdida.

Fue una noche de tablao, de flamenco que puede ser un violento bálsamo que cura el alma.

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