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"Mamás que emprenden"

"La empresaria que no se quiebra"

"Alba Guadalupe Loya Sandoval se abrió camino en el mercado de las tortillas de harina, a pesar de que le recomendaron lo contrario. Hoy, ella y su familia, sacan adelante una empresa diversificada que ya cuenta con 30 años en Culiacán"

Hace 30 años, en agosto de 1986, inició en Culiacán una empresa homónima de una que ya existía en Mazatlán.
 
Productos El Venado fue el negocio familiar en el cual decidió emprender una segunda generación.
 
A pesar de que las opiniones eran en contra porque decían que Culiacán no era una plaza para tortillas de harina, Alba Guadalupe Loya Sandoval, a los tres años de que contrajo matrimonio, comenzó a evaluar junto con su esposo la idea de emprender.
 
“Nosotros iniciamos como un proyecto de vida, de recién casados, de qué vamos a hacer en un futuro y, aparte, era para generar un mayor ingreso familiar y para la generación de empleo, aportar de alguna manera a la sociedad sinaloense”, cuenta.
 
 
Los primeros meses fueron muy complicados. Se trató de dar a conocer un producto prácticamente nuevo en el mercado y competir con otras dos marcas en un estado donde predomina el maíz; a los seis meses, Lupita Loya analizó la continuación o terminación del proyecto, pero su orgullo no le permitió darse por vencida, así que decidió continuar.
 
Entonces, lanzó una moneda al aire con todo lo que implicaba y cuenta que, a pesar de no ser nada fácil, puso todo su esfuerzo, sacrificio y dedicación para darse a la tarea de seguir con el proyecto.
 
Tenía que ser una empresa totalmente competitiva en un mercado difícil. Primero entró al mercado de restaurantes y, luego, al de autoservicios. Llegó a clientes que se dieron cuenta que Productos El Venado ofrece calidad y fue así como se quedaron.
 
“Me llega un cliente y me dice, ‘señora, la quiero felicitar porque sus tortillas están muy buenas’, era uno de los taqueros más conocidos en la ciudad y que él me comprara significó mucho porque nos trajo muchos clientes y de inmediato dije: ‘la decisión que tomé no fue la equivocada’”, recuerda.
En 1994, la empresa obtuvo el reconocimiento Estrella de Diamante a la Calidad, otorgado por el National Marketing Institute.
 
“Siempre hemos cuidado la calidad, podemos decir que tenemos clientes leales porque nunca hemos escatimado en la materia prima para la elaboración de nuestros productos”, refiere.
 
Para tener 30 años en el mercado, Lupita Loya dice que ha necesitado estar siempre en la mejora continua de la empresa, innovando, creando productos diferentes.
 
“Al cliente lo que pida, manejamos más de 10 tamaños de tortillas, buñuelos acaramelados, tortillas para buñuelo, tortilla precocida, tortilla integral y todo elaborado a base de harina”, detalla.
 
 
La prueba de Lupita
 
Una mujer fuerte, inteligente y de mucha fe, consolidó una empresa en la que ha fungido como directora general desde su creación.
A sus 57 años, se siente afortunada y se considera muy amada por Dios, pues desde hace dos años lucha contra un problema de salud, cáncer de ovario, un tumor de 15 centímetros que sacudió su vida y la de su familia, pero que no le ha impedido continuar con el negocio a pesar de no estar totalmente al frente.
“Yo me sentía como una palmera en medio de una tormenta que se dobla para un lado y para el otro, pero no se quiebra”, relata.
 
“Después de echar a andar una empresa, se sentía que todo iba bien y nunca consideramos una situación de salud, pero cuando me llegó nunca me quejé, no lloré, solo me agarré de Dios y de la fe y dije: ‘me escogiste a mí’”.
 
Para potenciar su negocio, Loya Sandoval estuvo asistiendo a expos locales y comenzó a participar en ferias internacionales, situación que le ayudó mucho a posicionar su producto y que le dieron apertura hacía otro mercado como lo es el de la exportación.
 
Se dedicó durante nueve años a impulsar la empresa, hacerla crecer, cuando llegaron sus hijos; salir a ser mamá y regresar con una hija, en una jornada de 4:00 de la mañana a 17:00 horas, luego, con un hijo.
 
Recuerda que en un principio se tomó la decisión de emprender un negocio que les permitiera dedicar tiempo a sus hijos, a su familia, que es lo primero en su vida.
 
“El negocio viene porque tienes que generar ingresos, mi esposo es médico y yo tengo mi carrera (Licenciatura en Trabajo Social), pero decidimos que sería yo la que estaría al frente del negocio, lo organizamos de tal manera que fueran horarios corridos, porque como mamá no me hubiera gustado sacrificar tiempo de no darle a mis hijos”, explica.
 
De pronto le dan una noticia que no se esperaba, pero que recibió con aceptación y fortaleza, dice que nunca le ha gustado la palabra “cáncer” y que siempre le llamó “mi enfermedad, una malignidad”, que llegó a su vida para demostrarle lo fuerte que son sus hijos, para dejarle ver que han crecido y que están preparados para cualquier situación.
 
“Nos hizo más fuertes yo sobre todo, vi de qué estaban hechos mis hijos, el cómo supieron ellos afrontar una situación, porque no nada más fui yo, hace unos meses se infartó mi esposo. El pilar que tienes, de quien te estás apoyando, quien te está sacando adelante con tu situación de salud”, recuerda.
“Dios nos da la misma oportunidad a todos, pero no todos la sabemos aprovechar”, reflexiona.
 
 
La familia es primero
 
Alba Guadalupe reconoce que para ella la familia es lo más importante y primordial, por eso tomó la decisión de tener un negocio que apoye el tiempo de sus empleados con la familia, pues es la base de una buena educación, de ahí que los horarios en su negocio sean corridos.
 
“Si la mayor parte de las empresas cuidáramos en la medida de lo posible que la mujer laborara horarios corridos para permanecer más tiempo con sus hijos... son dos cosas que no pueden estar apartadas, en una empresa aprendes a planear, te organizas y lo mismo haces en tu casa, aprendes a administrar el hogar y a trabajar en equipo, tu familia es un equipo”, refiere.
 
Dice que la mayor parte de su personal son mujeres y casi todas son madres, por lo que cuida mucho no tener horarios quebrados y que en la sacudida que le dio la vida pudo darse cuenta que gracias a la dedicación que le ha dado a sus hijos ellos han podido salir adelante.
 
Su hija estaba al cuidado de su esposo, mientras ella tomaba quimioterapias y su hijo se colocó al frente de la empresa.
 
“El dirigir una empresa se puede tomar como significativo de que vas a abandonar a tu familia, para mí no, dirigir una empresa te prepara más, se pueden desempeñar ambos roles, es mayor crecimiento para los hijos al ver que la mamá puede ser emprendedora, se logra algo más en su crecimiento y desarrollo”, dice.
 
Guadalupe Loya señala que todas las mujeres y madres que quieren ser emprendedoras deben tener claro el futuro que quieran tener y verse como impulsoras del mismo.
 
 
“En una empresa aprendes a planear, te organizas y lo mismo haces en tu casa, aprendes a administrar el hogar y a trabajar en equipo, tu familia es un equipo”.
Alba Guadalupe Loya Sandoval
Productos El Venado

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