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"SISMO EN MÉXICO"

"La esperanza bajo los escombros"

"¿Quiénes son las personas bajos los edificios derrumbados? ¿A quién buscan ‘Los Topos’?"

CIUDAD DE MÉXICO._ ¿Pudo Jaime Aguilera Ramírez, quien está bajo los escombros, beber agua de la que proveyó la lluvia anoche? Con lo obstinado que es, quizá pudo extender la lengua para alcanzar algunas gotas filtradas, o beber lo que se acumuló en la ropa que viste.

Después de cuatro días de permanecer bajo las paredes y el techo, sin alimento ni agua, su cuerpo podría estar deshidratado, con hambre y débil.

Jaime García Morgado, su amigo y chofer, intenta creer que la lluvia de anoche no tuvo el propósito de perjudicar las maniobras que realizan los rescatistas, sino que el agua hidrató el cuerpo de su jefe.

Esa es la posibilidad de sobrevivencia que existe en la mente de Jaime García. Las labores de rescate en el edificio Álvaro Obregón 286 en la Colonia Roma del norte, en la Ciudad de México, continúan.

Pero la realidad es dolorosa: los rescatistas no han logrado encontrar a una persona con vida, de las 45 personas que buscan bajo los escombros.

 

En ruinas

El edificio ubicado en Álvaro Obregón 286 colapsó por la intensidad del sismo de 7.1 grados en la escala de Ritcher que estremeció a la Ciudad de México, Puebla y Morelos el martes.

Tenía seis pisos: en el primero, vendían puertas con sistemas de alarmas de seguridad; en el segundo, practicaban yoga y tai chi; en el tercero, funcionaba un call center; en el cuarto, estaba ocupado por el despacho International Profesional Solution, del cual es dueño Jaime Aguilera; el quinto piso estaba en remodelación; y en el último se localizaban las oficinas administrativas del inmueble. La fachada era de cristal.

En el cuarto piso, donde estaban las oficinas del despacho de su jefe, trabajaban alrededor de 50 personas. Solo hay datos de que cinco personas escaparon. En la lista hay 45 nombres registrados como desaparecidos.

“Con la tecnología que trajeron la gente de Israel, están pidiendo los celulares, esto derivado a que pueden con algunos equipos que traen localizar físicamente dónde está el celular. Si están arriba, abajo, a cuántos metros están. Esto nos está ayudando mucho”, explica el voluntario Enrique Montaño.

La lista en la que inscriben a las personas extraviadas es larga. Del tamaño de una persona que mide 1.70 metros. A la relación de nombres escritos en cartulinas pegadas con cinta adhesiva se acercan los familiares y los amigos que han viajado para buscarlos.

Afuera, tras la cinta que cubre el edificio en ruinas, la calle se ha convertido en una sala de espera improvisada en la que están las parejas, las madres y los padres, los tíos, los primos, los amigos y los compañeros de empleo. El dolor se refleja en la mirada.

Hay 47 inmuebles derrumbados. Pero la lista podría crecer porque hay edificios que presentan grietas en los muros que podrían demolerse.

 

El amigo que no aparece

Jaime García conducía de regreso a la oficina cuando el sismo sacudió el centro del País.

A diferencia de otras ocasiones, esta vez su jefe estaba en el despacho que se localizaba en Álvaro Obregón.

Después del susto, le llama a Jaime Aguilera Ramírez, de 52 años, quien es contador público de profesión y dirige el despacho IPS creado hace 30 años, pero no le responde.

Atrapado en el caótico tráfico, enciende la radio, ahí se entera que el inmueble donde trabaja se derrumbó. Más tarde, recibe la fotografía que lo confirma.

Luego de más de una hora de viaje, arriba al sitio que parece ahora la “zona cero” de la Colonia Roma, una zona de alta plusvalía en la Ciudad de México.

Jaime García conoció a su jefe cuando estudiaron la secundaria diurna 53 en San Pedro El Chico. Ahí descubrió su nobleza cuando le intercambiaba la torta de jamón que llevaba por la de frijol.

Y aunque estuvieron separados por dos décadas, hace dos años Jaime Aguilera lo contrató como su chofer, después de que lo despidieron en otra empresa.

A partir de ahí, de junio de 2015, es uno de sus hombres de confianza.

No habla de él como si fuera su jefe, sino como su amigo.

“Siempre ha sido mi amigo”, expresa.

“Más allá del jefe trabajador, yo lo agradezco que me diera un trabajo estable, porque en el carro seguíamos siendo amigos, en la oficina éramos amigos. Con eso le digo cómo era”.

A Jaime García lo engaña el pensamiento, y de inmediato, rectifica el error que cometió al expresarse de su amigo como si hubiera fallecido. Está vivo, se corrige él solo. Y los ojos se le humedecen.

Muchos de los familiares y amigos de personas atrapadas bajo los escombros se refieren a ellos en pasado, como si las personas estuvieran muertas.

Jaime Aguilera es descrito por su amigo como un líder, quien dirige el despacho junto a otros colaboradores cercanos. Es estricto y metódico. Y cuando salga de los escombros, como espera el chofer, lo primero que le preguntará es si hizo los pendientes que le encargó antes del sismo.

 

La chica de contabilidad

¿Cuánto tiempo puede vivir el cuerpo de Dulce sin agua ni alimento?, se pregunta Fernando.

Han pasado 72 horas desde que el edificio en el que trabaja se derrumbó mientras ella intentaba escapar del sismo de 7.1 grados que enlutó a México.

¿Cuánto tiempo puede sobrevivir el ser humano sin agua ni alimento? Fernando no lo sabe. Pero lo que sí cree es que ella pudiera estar muerta.

“Desgraciadamente, es mucho tiempo que llevan ahí dentro. Y tú sabes que de algo tienen que vivir, entonces es algo ahí que de momento no tienen. Todos en la vida tenemos necesidades, pero no sé cómo estén. Ellos saben que están ahí, pero no saben cómo estamos los de afuera. Ellos no saben que sus familiares están bien, y creas o no, eso también te genera una cierta incertidumbre de la preocupación que ellos puedan tener”, lamenta.

Se acerca al voluntario que custodia la lista de desaparecidos. Busca a su pareja Dulce Daniela América Anales, de 25 años, que trabajaba en el área de contabilidad del edificio en ruinas.

Dos minutos antes del temblor, recibió un mensaje de WhatsApp en el que Dulce Daniela expresa que se encuentra bien, luego de que él le cancelara la reunión para comer la tarde del martes.

Ese es el último contacto entre ambos.

Cuando ocurrió el movimiento telúrico, Fernando, un poblano radicado hace 10 años en la Ciudad de México, comía con un compañero de trabajo. Luego de ponerse a salvo, llama a Dulce Daniela pero no responde.

“Lo primero que hice fue intentar comunicarme con esta persona porque yo el último mensaje que le envíe fue a la 1:13 (de la tarde) y el sismo fue a la 1:14 o 1:15 (de la tarde). Acababa de tener contacto con ella, de hecho yo iba a comer con ella. Entonces, intenté comunicarme, enlazar una llamada. ¿Sabes? Lo que uno hace es tratar de marcar y marcar, mandé mensajes por WhatsApp, por Messenger, y no”, relata.

“Pasadito de la hora de que ocurrió el temblor, me llegó la imagen del edificio, donde corroboré que era el edificio donde ella trabajaba. Ora no sabía si ella estaba dentro, pero había muchas probabilidades de que ella no hubiera podido salir”, menciona.

Y acertó: Dulce Daniela no le ganó la carrera al edificio y quedó atrapada entre los muros de cemento y cal.

La inquietud por saber si Dulce Daniela está viva reside en él. Está angustiado por conocer su estado físico y emocional. A veces cuando Fernando habla de ella, esquiva la mirada, gira la cabeza del lado derecho al izquierdo, intenta ocultar la preocupación que tiene porque no localiza a la persona que ama.

“La primera noche no concilias el sueño”, comparte.

Fernando se queja de la falta de información del Gobierno mexicano y rescatistas.

“Hay muchas personas allá adentro, pero realmente no sabemos qué tan afectados estén, si tienen heridas graves, heridas leves”, lamenta.

“No hay información certera, te dicen que ya les pasaron agua y comida, me parece que comentaron. Pero no hay información completa”, se queja.

Y a ratos pierde la esperanza de que Dulce Daniela viva.

“Mi esperanza era que la sacaron en el transcurso de la noche. Yo no esperaba llegar hasta este día. La esperanza de uno, como familiar, es que saquen a tu familiar lo más pronto posible, que lo retiren de ahí. Uno quiere verlos que estén bien. Dicen que están con vida, pero lo que uno quiere es verlos. A lo mejor que tengan una que otra herida, pero verlos, verlos, verlos”, reclama.

“Aunque también, no te creas, esperas lo peor. En este tipo de situaciones hay que prepararse hasta para lo peor”.

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