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"Las alas de Titika: ¡Benditas redes!"

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LAS ALAS DE TITIKA

“Antes no escribía nada, ahora, gracias al whatsapp, practico más mi escritura; escribo todo el día”, me dijo mi peluquera cuando a medio corte soltó la tijera pues debía enviar un mensaje. No importan las mutilaciones que vaya sufriendo el lenguaje, “Sólo las lenguas muertas no se modifican, la transformación es natural por su uso y frecuencia”, dice uno de mis lingüistas favoritos. Me pregunto qué dirá ahora al ver escrito: Los jobenes biagan vien kontentoz o Toy asiendo un canvio decolor. Con la urgencia de comunicarnos ya vemos cuáles son los cambios; ¿eso importa cuando lo esencial es comunicarnos?

“No soy un millenials, pero gracias al internet puedo estar en contacto contigo”, me escribió un amigo que vive al otro lado del mundo. ¿Debía interpretar su confesión como un consuelo o una manifestación de humildad? No ha entendido que justo por la facilidad yo estoy más ansiosa y espero que me escriba TODOS los días, y a cada rato. Pero por la frecuencia con que da sus señales, bien podría usar el medio tradicional y enviarme una cartita por correo postal y contarme cómo le fue en el año. He descubierto que la inmediatez ha puesto a prueba mi paciencia y de vez en diario salgo perdiendo; termino deprimida aun sabiendo que tengo cientos de amigos que no tienen empacho de decirme a cada hora todo lo que me quieren.

“Si no tuviera Facebook, quizá ya me habría suicidado”. Esa frase sí la tomé con más cuidado. De las tres declaraciones, sin duda honestas todas, ésta última me dejó en silencio. Luego, terminé aplaudiendo la existencia del Facebook: La red que te conecta con tus amigos. Gracias al feis, mi amiga S tiene una oportunidad de sentirse incluida y de expresar sus ocurrencias, -aunque las copie de otro usuario, no importa—. La vida de mi amiga S se truncó con un embarazo no deseado, luego vino un segundo y después un tercero con gemelos. Su marido es un frustrado neurótico que a la menor provocación la insulta y la hace sentir basura.

Mi amiga S no terminó ni la prepa, sus recursos gramaticales, lingüísticos, literarios, matemáticos, culturales… no le han permitido ni emplearse de cajera en un supermercado -digo, si el tiempo se lo permitiera-. Eso, aunado a la diaria descalificación del padre de sus hijos, ha hecho que milimétricamente su autoestima vaya a la baja desde los días de su adolescencia. Pero, siendo los animales de costumbre que somos, mi amiga ha asumido su estado y ha encontrado un aliado que está presente las 24 horas del día. Ella no dispone de tanto tiempo, pero apenas termina las tareas de la casa: levantar a sus hijos, darles desayuno, llevarlos a la escuela, hacer comida, limpiar, lavar… llega el esperado momento y se conecta al feis.

Empieza siendo solidaria y da likes a las publicaciones de sus amigos. Sigue con las frases célebres de autoestima: “No importan las caídas sino las fuerzas que tienes para levantarte”. Luego postea imágenes de moda y decoración. Termina con fotos de exquisitos platillos, recomendaciones médicas y vida saludable. Se hace escuchar. En cada sesión comprueba el apoyo de “otros”. Cada likes que recibe llega cargado de reconocimiento; recupera el ánimo necesario. A veces, cuando el tiempo no alcanza o la señal no llega, ella siente que se ahoga y es cuando reconoce lo bien que le ha hecho el Facebook. Agradece la compañía y la facilidad de escaparse.

¿Qué pasaría si un buen día se nos caen todas las redes? Mi peluquera dejaría de escribir -contribuiría a la muerte de la lengua-; no volvería a tener señales de mi amigo -mis afectos se afectarían-; mi amiga S sucumbiría a sus deseos destructivos -no quiero ni pensarlo-. Como diría la tía Juana: Tamos bien sin novedá.

Comentarios: majuliahl@gmail.com

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