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"Las alas de Titika: 'El cruce'"

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11/08/2017

María Julia Hidalgo López

 

María Julia Hidalgo López

Cinco desconocidos convergen en un mismo sueño... ese que alberga su única esperanza. Pero los sueños de algunos no importan, su deseo no es suficiente ni el dinero tampoco. ¿Una luz?, no, apenas un espejismo; justo empieza la pesadilla. La línea queda frente a ellos y les impone su territorio. Seguro lo lograrán. Empiezan a dudarlo. ¿Quiénes son?, ¿de dónde vienen?, ¿a dónde van? No importa, ya no hay vuelta, tienen que conseguirlo. Nada importa, no hay borde ni línea ni frontera... el río, el desierto, el despojo, la violación... nada importa, lo único es El cruce.

Una puesta tan real como la vivida en la frontera es la que se muestra en El Cruce, de Alejandro Román. Todo ocurre en escena, a manera de monólogos; cinco mexicanos dejan pasmados a los espectadores. Alondra, violada en el intento, logra cruzar, ahora con un hijo en el vientre; regresa para sepultar a su madre y todos vemos lo que ocurre la segunda vez. Un niño que no tiene claro el lugar de donde viene, sólo recuerda que en su pueblo hay ríos, cangrejos y pájaros; perdido en un mundo de adultos vive el cruce como un desgraciado más. El michoacano se acompaña de un credo: “por donde vayas iré con una venda en los ojos”; corre y corre, pero... El poblano vive la recurrente asfixia, tantas veces padecida por los migrantes; encerrado en un tráiler con 80 más, la agonía no tiene prisa. Si eso fuera poco el cuadro se cierra con Richard, un vicioso integrante de la delictiva Clica 18; un personaje locamente endemoniado.

En escena Míriam Valdez, David Zataráin, Armando Silva, Genaro y Sebastián Sahagún, integrantes del Tatuas (Taller de Teatro de la Universidad Autónoma de Sinaloa), actúan bajo la dirección de Lázaro Fernando Rodríguez; “mi mejor director, quien mejor la ha representado”, así lo dijo Alejandro Román, -prolífico dramaturgo morelense- refiriéndose satisfecho a la dirección de El cruce; Premio Nacional de Dramaturgia Óscar Liera 2009. Con una exitosa temporada en el Cenar (Centro Nacional de las Artes), el Tatuas es la primera compañía universitaria que logra una larga temporada en este recinto. Luego de una gira por varias ciudades del país y Colombia, el viernes develaron placa por las 100 representaciones; el actor invitado fue Jesús Ochoa.

Mi primera imagen del Tatuas fue entre música de tambora, caballos, gradas y aire fresco. Muchos fuimos testigos, hace casi 30 años, de El oro de la revolución mexicana en la Isla de Orabá; una puesta regional que daba a conocer la dramaturgia de Óscar Liera, esa que era aplaudida y premiada fuera de su querida tierra sinaloense, y que, pese a las autoridades del momento, empezábamos a disfrutar sus coterráneos. A la distancia, las semillas de Liera siguen germinando en el Tatuas. Ahora, lejos de ese escenario culichi, un público más amplio reconoce al Tatuas con El cruce, donde -como lo hiciera Liera- la denuncia sigue presente, ahora con el inacabado tema de los migrantes.

El tamaño de los sueños no es suficiente, la historia se ha encargado de dejarlo claro. Poco importa que en ello se abandone todo para conseguir lo que se anhelan. Quienes lo logran quieren sumarse, pero los que llegaron antes se han apropiado y los expulsan, los desconocen, degradan su humanidad. Poco importa que exista un perfil de los migrantes, donde se describe a éstos como personas dispuestas a arriesgar su seguridad con el fin de crear nuevas oportunidades, para sí y para su familia. Doblemente despreciados: del país que los expulsa y del nuevo donde padecen una carga emocional de maltrato y discriminación.

“Es tan triste regresar fracasado, humillado, herido... regresar por nuestros propios pasos, regresar a la miseria, a la pesadilla”. Las frases te evocan figuras escatológicas, el tiempo transcurre y empiezas a dudarlo; al final encuentras la respuesta. Aquí ya nada importa, todos quedan en la línea; los sueños quedaron en El cruce, ese que muestra la brutalidad que se vive en una de las fronteras más peligrosas del mundo.

¡Enhorabuena Tatuas! que vengan muchos escenarios más. Felicidades Alejandro Román por mostrar el brutal precio de un sueño delirante.

Comentarios: majuliahl@gmail.com

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