|
""

"LAS ALAS DE TITIKA Historias laborales"

"El tiempo pasa y de nuevo te encuentras frente a un ‘dictaminador'. Él valorará tu conocimiento, tus capacidades, eficiencia, salud mental, cordura, compromiso, lealtad, capacidad de respuesta, de presión, de análisis..."
24/01/2017

María Julia Hidalgo López

“Por favor, si estoy para servirle. Usted llame y yo resolveré directamente su problema. Le prometo que no volverá a pasar. Le dejo mi número celular, me puede llamar en cualquier momento. Estoy disponible las 24 horas del día”. 

La filosofía de trabajo -importada de un mundo globalizado-, ha hecho, no sólo que perdamos garantías laborales, sino que abandonemos nuestra vida privada. Por si eso fuera poco, el terrorismo en las oficinas es algo que llena de incertidumbre: “Afuera hay muchos que quieren tu trabajo, y sin ninguna exigencia”. Aguantas estoicamente la sublime advertencia para que el día menos pensado te den las gracias: “Lo sentimos, ya no eres afín con los intereses de la compañía”.

El tiempo pasa y de nuevo te encuentras frente a un ‘dictaminador'. Él valorará tu conocimiento, tus capacidades, eficiencia, salud mental, cordura, compromiso, lealtad, capacidad de respuesta, de presión, de análisis... Deberá asegurarse que no eres conflictivo, sino más bien propositivo. Capaz de cumplir metas y trabajar por proyectos. Te pedirá referencias, carta de no antecedentes penales, certificado médico, de no gravidez, libre de Sida... Te hará firmar carta de confidencialidad, te hará prueba de polígrafo. Pondrá a prueba tu disponibilidad. Navegará por tus redes sociales, investigará con tus contactos. Todo debe estar en regla.

Luego del viacrusis consigues el empleo, aunque sin ninguna garantía de permanencia ni seguridad social. Debes renunciar a cualquier interés académico o ajeno a los fines de la empresa. Firmas un contrato que no terminas de entender, pero agradeces que te hayan elegido. Pasaste todas las pruebas, aunque en realidad reconoces que de no ser por el ‘empujoncito’ que te dieron... esa llamada fue la definitiva. Empiezas entusiasmado. El primer día detectas algunas incongruencias. A pesar de que tú también hiciste tu búsqueda, una vez adentro es que te das cuenta dónde estás parado. 

La imagen del presidente corporativo, un ser público y carismático, al cual admiraste por sus contribuciones y compromiso social, empezó a derrumbarse. Su honorabilidad no resultó como la imaginaste. Su integridad se vio disminuía cuando fuiste testigo de algunas ‘delicadas incongruencias’. Tu admiración empezó a derretirse al descubrir la pobreza de su espíritu, resultó igual que cualquier mortal; un ser labioso e hipócrita que trataba con la punta del pie a sus subordinados, pero que se doblegaba ante cualquiera que ostentara un supuesto mayor poder. 

Tu primera participación fue desafortunada. Se te ocurrió sugerirle mayor prudencia y pensaste que fuiste correcta al darle una recomendación. Notaste su cambio hacia ti; te diste cuenta de la gravedad de tu estupidez. Las cosas ya no fueron igual. Empezaste a formar parte de los anulados. De esos seres arrinconados que castigan al no participarlos en ningún proyecto. Todo indicaba que debías renunciar. Pero no, habías aprendido que renunciar a un empleo es políticamente incorrecto. ¿Quién te piensas que eras para atribuirte semejante grosería? Lo aprendiste bien y dejaste que las cosas pasaran. No debías reincidir.

Debiste anticipar lo que seguía, pero anulaste ese pensamiento negativo. “No decretes”, te había dicho una amiga. No importó, seguiste en el cajón de los congelados. Reconsideraste permanecer y pensaste que se trataba de un mal momento. La cosa no era contigo, el presidente pasaba por mucha presión y debía raspase lo menos posible; su credibilidad estaba en juego, y eso cuesta mucho. Qué importaba lo que tú pensaras, la imagen pública es la que tiene el verdadero peso. 

Finalmente, un día te llaman: “Sabes, pensamos que no estás en el lugar indicado. Creemos que aquí no explotarás todas tus capacidades. No te vemos integrado. Queremos darte las gracias. Si necesitas una recomendación con gusto te la damos... bla, bla, bla”. En efecto, no estabas en el lugar adecuado. ¿Cómo permanecer cuando te vas denigrando? Te fuiste tranquilo, te repetiste que nadie cumple las expectativas de nadie. Ya habías aprendido que no hay sueldo que pague el precio de permanecer pese a uno mismo.

...me encontraba en un Starbucks y escuchaba la entrevista intimidante y grosera que le hacían a un joven. Cuantas ganas tenía de contarle algunas historias, darle un voto de confianza y decirle que sólo tiene que creer en sí mismo.

Comentario: majuliahl@gmail.com

Periodismo ético, profesional y útil para ti.

Suscríbete y ayudanos a seguir
formando ciudadanos.


Suscríbete
Regístrate para leer nuestro artículo
Esto nos ayuda a identificarte mejor al poder ofrecerte información y servicios justo a tus necesidades al recibir ayuda de nuestros anunciantes.


¡Regístrate gratis!