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"CARNAVAL DE MAZATLÁN"

"Lissy Bernal y su linaje de realeza en el Carnaval de Mazatlán"

"Madre e hija comparten su historia como soberanas de la máxima fiesta del puerto"

El Carnaval de Mazatlán no sería el mismo sin la alegría que lo distingue, en especial sin sus reinas, las cuales han marcado a los “patasaladas” por su belleza, simpatía, inteligencia, inclusive por sus polémicas.

Han sido 120 años de fiesta, sones, “dimes y diretes” entre familias que han heredado el gusto por la máxima fiesta porteña, teniendo en su árbol genealógico varias representantes de la corona ya sea Infantil, Juegos Florales o Carnaval.

¿Quien no recuerda a la emblemática reina en 1964, Lupita Osuna, y a la bellísima Lissy Bernal Osuna, soberana en 1995? Madre e hija han compartido y vivido la experiencia de lo que es un Carnaval desde adentro.

 

La dinastía Osuna

La historia de Lupita Osuna en la gran fiesta surgió por su padre, Gabriel Osuna, un mazatleco de corazón, apasionado de la política y la música, quien dio su autorización para que participara en el Carnaval de 1964.

“Fue una época muy comentada. Me tocó competir con la hermana de Anita de Rueda, Loreto, de familia carnavalera; el público me respondió muy bien. Tuve muchas satisfacciones y mucho cariño”, recuerda.

“Mi coronación fue el Teatro Zaragoza, estaba de moda la película de “Cleopatra”, que filmó Liz Taylor y representaron el personaje lo mejor que se pudo en mi atuendo, que fue diseñado por Esteban Mayo”.

Y 30 años después, sin imaginarlo ni esperarlo, su hija, Lissy Bernal, se convirtió en candidata del Carnaval de Mazatlán de 1995, Fiestas y tradiciones de México, obteniendo la máxima corona.

“Cuando Lissy me dijo que quería concursar, casi me moría porque sabía que era mucho trabajo, era muy pesado, no tenía la menor idea. Fue muy extraño para mi que quisiera participar y lo hizo muy bien”, dice orgullosa.

Por su parte, Lissy, desde pequeña, supo que su madre fue una reina muy querida y a cualquier lugar que iba, le preguntaban si era hija de Lupita Osuna, lo que la hacía sentir una enorme satisfacción.

 

Sin mitote, no hay Carnaval

Como todos los años, en cada fiesta carnavalera existen temas polémicos, como el jurado, las preguntas, el vestuario y si la corona se compró o no.

En 1995, cuando Lissy fue electa como la máxima reina, se desató un rumor que no prosperó, que su padre, Napoleón Bernal, había comprado el Carnaval.

“Cuando gané, dijeron que mi papá había comprado el Carnaval y muchas princesas renunciaron. Eso no fue cierto, ni siquiera pudo atender el evento por problemas de salud”, explica.

“Además, mi papá no es así, sus principios no se lo permiten, fue absurdo, fue un rumor que no logró prosperar”.

La elección de ese año tuvo una gran convocatoria, de las 20 jóvenes que buscaron participar, solo 10 fueron seleccionadas.

“Las 10 candidatas recorrimos todo el Estado para hacer una invitación en todos los municipios para asistir al Carnaval, creo que ha sido la única vez que se hizo eso”, recuerda.

“Después se hizo la elección. Cada una representaba una feria de México, yo era la de las flores. Si no me equivoco, hubo 20 jueces; 10 de Mazatlán y 10 de la Ciudad de México. Yo creo que para que no hubiera posibilidad de algún chanchuyo”.

 

El Carnaval en sus venas

Lupita y Lissy coinciden que los años en Mazatlán se miden por carnavales, así como en la importancia de que la comunidad participe de cualquier forma en él.

“Es difícil hablar de Mazatlán sin explicar cómo somos porque somos parte del Carnaval. Está en nuestras venas, es una manera de disfrutar la vida”, opina Lissy.

“Hay una etapa en cada año de nosotros, como población, en donde podemos dar rienda suelta como las pasiones, la risa, al baile y todo eso, y socialmente te va marcando como mazatleco; entonces, cuando vas a otro lugar, ya lo llevas contigo en tu carácter”.

Para la reina del Carnaval de 1995, representan mucho estas fiestas, ya que lo ha vivido como parte de él y como espectadora.

 

La autenticidad del puerto

La dinastía Osuna considera que una reina debe representar los valores del Carnaval y la ciudad, y contar con tres importantes atributos: belleza, inteligencia y alegría.

“Todos pensamos que Mazatlán es un lugar precioso para vivir y sabemos que es uno de los mejores lugares para vivir”, destaca Lissy.

“Antes éramos igual de valiosos que ahora, pero no nos la creíamos. Ahora, con tanta inversión y mejoras, nos la estamos creyendo, Mazatlán está en una etapa de resurgimiento”, concluye.

 

 

 

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