"Malala: El escape de la oscuridad"

"Niños en Culiacán, cuyo futuro sería la delincuencia u otros horizontes poco esperanzadores, luchan por alcanzar sus sueños y tener una vida mejor, por medio de las artes marciales enseñadas en la Academia Malala. Sólo tienen una condición: asisitir a la escuela"

Las manos de Manuel, un joven, casi niño, tiemblan cuando recuerda la época en la que se sentía preso de su entorno, una especie de callejón sin salida.

La angustiosa ansiedad de una soledad eterna en esa falsa libertad sin brújula, esa sensación de no encajar en ningún sitio.

Su destino podría ser la cárcel, la enfermedad, la discapacidad producto de una violencia absurda, de un accidente en la carrera hacia la nada, o peor aún, el desperdicio de la vida, el olvido tras la muerte.

De pronto, la inspiración de Malala Yousafzai, la niña paquistaní Premio Nobel de la Paz por defender el derecho de las niñas a la educación. Su fuerza espiritual y su sonrisa le han dado sentido a su vida. Ahora en su corazón palpita la esperanza. El sudor empapa su cuerpo, su alma. Busca un futuro mejor.

Como Manuel, muchos niños en Culiacán, cuyo futuro sería la delincuencia, la mediocridad o un sinnúmero de horizontes poco esperanzadores, ahora luchan por alcanzar sus sueños y tener una vida mejor a través de las artes marciales.

Academia Malala nació hace 3 años en un sector de la periferia de Culiacán, una de las ciudades más violentas del país, con el objetivo de rescatar a niños de la delincuencia.

Acercan el Jiu Jitsu brasileño, Kung Fu, Kick Boxing, Muay Thai y Box a niños y niñas que viven en condiciones de pobreza, población olvidada por los gobiernos y sociedad.

Artes marciales gratis para los niños de bajos recursos económicos a cambio de una hora de educación en la academia se vive en la Buenos Aires, colonia ubicada al sur de la capital de Sinaloa.

De los 2 mil 444 desaparecidos de Sinaloa que registra la Secretaría de Gobernación, el 10 por ciento son menores de edad.

Con educación y valores, Malala cambia sus vidas, evita la deserción escolar, aleja a los niños de las calles, de los vicios, de las mafias del narcotráfico.

Roberto Gutiérrez Ruelas y Helio Nunes Carcereri, fundadores de la academia, ponen la mira en niños vulnerables de caer en vicios, de delinquir.

Decidieron abrir un espacio donde por medio de la educación y de las artes marciales transformara la vida de muchos niños.

Con maestros calificados, clases de inglés, instalaciones dignas, acceso a computadoras e internet y libros para el apoyo en tareas, trabajan para convertir a los niños en ciudadanos positivos.

Personal calificado pero también voluntarios dan la mano y el alma aportando su grano de arena en la construcción de un Sinaloa mejor, con menos violencia.

Ciudadanos que a través de la enseñanza y el deporte dan el corazón, abrazando y protegiendo a menores que en casa han visto como el padre golpea a la madre.

Voluntarios enseñando las artes marciales y fomentando la disciplina en menores que en casa sus padres batallan para asegurarles el alimento diario y para enviarlos a la escuela.

Poniendo atención en niños que suben a sus páginas de Facebook fotografías posando con rifles.

Asistir a la escuela es el único requisito para que un menor de 6 años hasta 17 ingrese a Malala.

 

GRANDEZA

Cinco muchachos quieren ingresar a la academia. Una condición reciben: regresar a la escuela. Presentan el registro de inscripción en el plantel y se convierten en alumnos Malala.

Malala invierte recursos para atender a muchos menores huérfanos de afecto, así como afectados por la violencia.

Los maestros empoderan en gente de bien a los niños, hijos de albañiles, jardineros, choferes de camiones urbanos, mamás que trabajan en casa, desempleados.

Con educación, trabajo, valores, esfuerzo, perseverancia, disciplina se busca sacar a los niños del círculo vicioso. Si el padre es albañil, que ellos sean arquitectos, ingenieros. Que no emulen.

En cada patada, llave, en cada lucha cuerpo a cuerpo, los menores sacan su potencial, sudan por un futuro mejor, buscan ser diferentes, convirtiéndose en guerreros, en campeones de la vida.

Ser campeona en la vida es uno de los objetivos de Claudet, pequeña de 9 años, que vive en la colonia Adolfo López Mateos, contigua a la Buenos Aires.

La niña no deja de reír. Monta su vieja bicicleta sin frenos y se divierte por alrededor de su casa ante la mirada de sus padres.

Quiere "volar", sabe que puede hacerlo y lucha por ello. Ser veterinaria para ayudar a los animales lastimados, su sueño.

Su casa es un cuarto de lámina, donde no cabe un alfiler. Una peligrosa estufa a un lado de mucha ropa, dos bases de cama e imágenes religiosas pegadas en la pared, ocupan parte de su espacio.

Sus padres no trabajan. Juan de Dios, su papá fue atropellado por un auto hace más de un año. Sufrió traumatismo en cabeza y quedó incapacitado laboralmente.

Su madre, Virginia, recibe de gobierno un apoyo bimensual de 950 pesos y una reducida despensa que un templo religioso le otorga cada semana.

Difícilmente Claudet lleva dinero para gastar en el recreo, en casa a veces faltan las tortillas y ante las balaceras se encomiendan a Dios por temor de que una bala traspase el techo de lámina.

Las carencias materiales no quitan la sonrisa a la niña becada de Malala.

Malala, la niña que a sus 15 años recibió un disparo en la cabeza, y 2 años después, fue la ganadora del Premio Nobel de la Paz.

 

SOLIDARIDAD

Un gran número de niños y niñas no tienen papá. En la academia, a través de las artes marciales, luchan, aprenden la disciplina, respeto, honor, seguridad. Adquieren confianza.

En cada esfuerzo que los menores hacen, en cada técnica dominada, en cada aire que exhalan va el deseo de aspirar a un destino mejor.

Deportes de combate para generar cambios positivos en la población juvenil de comunidades afectadas por la violencia. Niños y adolescentes que luchan por paz.

Cualquier alumno puede ingresar a la academia donde se pide una cuota mensual de 300 pesos, lo que les da derecho a educación, deporte, paseos al zoológico, parque, cine.

Sin embargo, si un papá o mamá no puede aportar esa cantidad, se le otorga una beca al 100 por ciento previo a un estudio socioeconómico que aplica el personal de la academia.

Emanuel Martínez González, gerente de operaciones, explica que de los 220 niños en Malala Buenos Aires, 150 están becados.

Para que el proyecto sea autosustentable cuentan con tres fuentes de financiamiento: cuota por entrenamiento de adultos, padrinos y "ángeles".

Los padrinos son quienes seleccionan a un niño para becarlo mensualmente, lo que propicia una conexión con el ahijado. "Ángel" es quien apoya directamente a la academia.

Expone que Malala Buenos Aires está ubicada en un punto estratégico, en una de las 16 zonas rojas de delincuencia infantil de Culiacán y la tarea es limpiarla.

“Al niño ya le gustó tanto Malala que prefiere estar aquí en un lugar seguro que en la calle; hay niños que prefieren estar aquí con nosotros porque nos ven como figura a nosotros los maestros”, dice.

En esta zona roja de delincuencia infantil, el equipo de Malala encontró un nido de campeones.

Desde marzo de 2014 hasta abril del presente año, los niños de este centro comunitario, a través de las diversas artes marciales, han obtenido cerca de 80 medallas.

En cada competencia Saúl Angulo, maestro en artes marciales, pide a los alumnos que disfruten el momento, se diviertan, que eso es lo importante.

"Y si la competencia da el fruto del entrenamiento y trae medallas, pues mejor", expresa.

Antes de ingresar a la academia, uno de estos campeones subió a su página de Facebook una fotografía en la que posa con un rifle, imagen que ya eliminó por siempre. Ahora en ese mismo espacio hay fotografías en las que posa con medallas.

En Culiacán hay dos academias. Una en la Buenos Aires y otra en la colonia Miguel de la Madrid, inagurada en abril. En Hermosillo, hay otra.

 

ERNESTO Y LUIS HUMBERTO, CAMPEONES Y EJEMPLOS

El centro comunitario alberga a menores triunfadores que han elegido a las artes marciales como modo de vida. Que ponen actitud, perseverancia, constancia, disciplina y espíritu para alcanzar sus sueños.

Ernesto y Luis Humberto son dos ejemplos de éxito, de triunfo en la academia. Dos guías. Dos líderes. Son quienes siempre compiten en torneos locales, regionales y nacionales.

Ernesto tiene 14 años, cursa segundo grado en la Escuela Secundaria Técnica Número 72. En 2016, el menor fue campeón nacional en Jiu Jitsu brasileño.

Su padre es albañil y su madre ama de casa. Su papá se lo lleva a la obra para que vea el duro trabajo que tiene. Si no estudia, sufrirá en el sol, le advierte. Ernesto no quiere ser albañil, su objetivo es convertirse en el mejor arquitecto.

Ernesto ha competido en Guadalajara, Hermosillo, Mazatlán y Ciudad de México y ha regresado con medallas. Flora Elizabeth, su madre, está orgullosa de tener un hijo campeón.

“Mi torneo favorito fue el de México, campeón nacional, estuve feliz y nervioso, cuando gané primer lugar, casi lloraba, peleé con tres, dos de Estados Unidos y uno de Nuevo León”, recuerda Ernesto; en sus manos sostiene un manojo de medallas.

Luis Humberto es considerado por los instructores de la academia como otro líder de grupo. De 14 años, le gusta ayudar y contribuir en el aprendizaje de sus compañeros de nuevo ingreso. Solidario, una de sus cualidades.

Ha competido en Mazatlán, Guadalajara, Culiacán y Hermosillo. En sus dos años como alumno de Malala ha obtenido seis medallas en competencia de Kung Fu y Jiu Jitsu. Dos de oro y cuatro de plata.

“Siento emoción cuando gano, por haber puesto en prueba mi entrenamiento”, describe.

Sus medallas no son producto de la casualidad. Detrás de ellas hay muchas palpitaciones de corazón, de sudor, horas de entrenamiento. Preparación física combinada con la sicológica y espiritual.

Medallas de triunfo en vida que motiva y levanta la autoestima de niños considerados "Team Malala".

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