"Realidades"

"El trabajo moderno… cuando el exceso mata"

    'Estoy física y mentalmente destrozada': Matsuri Takahashi, una trabajadora de 24 años de la empresa Dentsu, semanas antes de saltar de un balcón.

     

     

    Se entiende por trabajo a la actividad retribuida que una persona realiza para su subsistencia o la producción de la riqueza.

    La Organización Internacional del Trabajo considera que el trabajo decente sintetiza las aspiraciones de las personas durante su vida laboral, lo que les significa la oportunidad de acceder a un empleo productivo que genere un ingreso justo, la seguridad en el lugar de trabajo y la protección social para sus familias, logrando así mejor perspectiva de su desarrollo personal.

    Para algunos como Escrivá, el trabajo puede incluso llegar a ser una fuente de santidad. En conclusión, el trabajo debe ser un origen de recursos que permita a su vez el desarrollo del individuo y la posibilidad de realizarse como persona. Sin embargo, ¿qué sucede cuando esta visión positiva y casi utópica del trabajo no se consigue?

    Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, cerca de 2200 millones de personas viven por debajo del umbral de la pobreza al ganar menos de 2 dólares diarios, lo que cuestiona la dignidad de sus trabajos. Además, el PNUD estima que entre el 2016 y el 2030 se necesitarán 470 millones de nuevos empleos a nivel mundial para revertir la grave tasa de desempleo que para el 2012 ya alcanzaba los 202 millones de personas.

    Por el otro lado de la moneda, la adicción al trabajo parece estarse convirtiendo en un malestar cotidiano en los países desarrollados, llegando incluso, según la Asociación Psicológica Americana a ser una epidemia que afecta a más del 20 por ciento de la población trabajadora mundial.

    En España, la OIT afirma que el 8 por cieto de la población activa dedica más de 12 horas al día a su profesión, ocasionando en muchos de los casos, un aumento exagerado de enfermedades cardiovasculares. En México, según una encuesta realizada a 3 mil trabajadores, el 62 por ciento reporta que labora más de ocho horas al día, afectando sus hábitos alimenticios y viviendo con niveles de estrés por encima de lo normal. Incluso, el 30 por ciento dijo trabajar entre 50 y 55 horas semanales presentando desgaste físico y psicológico y diciéndose deprimidos, irritables y con una constante pérdida de apetito.

    Según un estudio de Bankrate.com la mitad de los trabajadores estadounidenses que gozan de días de vacaciones pagadas no las usaron en su totalidad en el 2016, por considerar que el tiempo libre afecta su productividad y pone en riesgo su empleo. Como lo señala Aristóteles en Ética a Nicómaco, parece ser que tanto la carencia como el exceso resulta ser un problema.

    Por si esto no resultara ya lo suficientemente grave, la APA señala que esta situación no es un fenómeno exclusivo del trabajo en el ámbito laboral, ya que casos semejantes se presentan en el terreno académico. Vázquez ha identificado la presencia de Síndrome de Burnout (o estrés crónico laboral) en estudiantes de profesional de una universidad privada mexicana, estudio que fue corroborado posteriormente por Vázquez, Amézquita y Camberos.

    Una situación parecida se ha identificado con los tesistas de posgrados, quienes en ocasiones se ven superados, presentando altos niveles de estrés y angustia durante el desarrollo de sus investigaciones.

    Entonces, ¿puede el ser humano encontrar un equilibrio en cuanto a lo que su trabajo se refiere, sea laboral, académico o personal?, ¿Se podrá atribuir toda la culpa de la adicción laboral a las empresas y al sistema, o parte de esta responsabilidad es propia de cada individuo?

     

    La obsesión al trabajo

     

    En un mundo globalizado en el que la competitividad ya no es únicamente una preocupación para las naciones y las grandes empresas, los individuos saben que la forma en que desempeñen sus actividades es determinante para tener un mayor número y mejores oportunidades para desarrollarse y con ello alcanzar el éxito. Por ende, cada vez es más usual que la enajenación por el éxito personal del sujeto se convierta en un tema que impacta a diversas áreas del conocimiento que van desde la administración, la psicología, la sociología e incluso la medicina.

    Aunque para culturas como la japonesa la obsesión al trabajo parece ser parte de su historia laboral, eso no reduce la preocupación que se tiene acerca de lo que significa una generación cegada por la necesidad de ser los mejores, aunque esto signifique comprometer sus ámbitos personales, sociales o incluso arriesgar su salud o perder la vida.

    Desde 1987, el Ministerio de Salud japonés ha recopilado estadísticas alarmantes sobre el Karoshi o muerte por exceso de trabajo, el cual, según cifras oficiales, reporta un par de cientos de muertes por año. Hasta el 2015, la cifra alcanzaba las 2 mil 310 personas, número al que se sumaron los 189 casos que se dieron durante ese año. Sin embargo, este ya no resulta ser un drama exclusivamente japonés, ya que en China se calcula que 1.6 personas mueren cada día por Gualaosi, que es como se conoce a la muerte por exceso de trabajo en dicho país.

    Esta grave situación ha llegado incluso a impactar a los medios de comunicación, reflejándose en producciones cinematográficas como la multipremiada producción del 2010 de Darren Aronofsky, The Black Swan, y el drama dirigido por Damien Chazelle, nominado al Oscar durante el 2014, Whiplash. En ambas cintas, los protagonistas son llevados al extremo por su necesidad de alcanzar el éxito en sus profesiones, con consecuencias que van desde el quiebre psicológico, hasta incluso la muerte. Chul Han definió a este tipo de individuos como Sujetos de Rendimiento, es decir, seres humanos que se sacrifican en cuerpo y alma por alcanzar sus metas dentro de una sociedad motivada por la competitividad.

     

    La era del sujeto de rendimiento

     

    En el pasado, las sociedades disciplinarias gestaban seres obedientes limitados por las reglas y la mano férrea del líder. El liderazgo autoritario funcionaba como un látigo que buscaba sacar lo mejor de cada uno mediante el poder coercitivo. Sin embargo, hoy en día las cosas han cambiado radicalmente. La llamada sociedad del rendimiento hace referencia a un momento en el que el individuo cuenta con un poder sin límites, lo que a su vez enfrenta al sujeto a demostrar su grandeza ante los otros, pues no se encuentra limitado de hacerlo.

     

    El sujeto de rendimiento busca hacer los esfuerzos necesarios para destacar y ser reconocido. Pero sus sueños, su ambición y su pasión por los retos pueden llegar a sobrepasar su capacidad humana. La ambición laboral hace que la vida del sujeto de rendimiento gire en torno a alcanzar la cima y destacar, ya sea en sus ámbitos personales, profesionales o académicos. Sus sueños de grandeza los dirige a convertirse en el mejor de todos en todo lo que realiza, sin dejar espacio a algo o a alguien más en su vida.

    El perfeccionismo laboral y su alto nivel de exigencia lo llevan a hacer cualquier cosa con el fin de potenciar su éxito. Para el sujeto de rendimiento, el fin justifica los medios, así que incluso es capaz de sacrificar su propia vida y la de los otros en su búsqueda. En cierto sentido, la filosofía del sujeto de rendimiento es "nunca es suficiente", es decir, va en contra de la autocomplacencia, por lo que nunca es suficientemente bueno lo logrado.

    Lo que inicialmente es un interés genuino por el trabajo, se llega a convertir en una obsesión despiadada y frenética por el ascenso laboral. En ese sentido, el sujeto se empuja a si mismo más allá de sus capacidades. Pero en su búsqueda saca tanto lo mejor como lo peor de él mismo. En su recorrido, la vida del sujeto de rendimiento se convierte en solitaria y dolorosa, ya que el precio de la gloria no solo es esfuerzo personal, sino su vida misma.

     

    Las cadenas del sujeto de rendimiento

     

    En la sociedad disciplinaria había una relación de amo y esclavo. Aparentemente, el trabajador tomaba una posición de esclavo ante su líder, a quien había que obedecer, llegando incluso al servilismo. El líder entonces fungía como amo: en él estaba el poder de ordenar. Sin embargo, en una sociedad de rendimiento, el sujeto se convierte en amo y esclavo de sí mismo. No hay alguien que le exiga darlo todo, él se autoexige darlo todo, es la lógica de la auto-explotación.

    Según Chul Han el exceso de positividad que tiene el individuo contemporáneo hacia sus actividades es aquello que le provoca una imperceptible necesidad de ser mejor, lo cual en un inicio puede ser considerado como un entusiasmo laboral, pero que, si no se controla, puede desencadenar una obsesión, caracterizado por la falta de prudencia entre lo que significa una carencia y se vuelve un exceso.

    Lamentablemente, esta falta de equilibrio no es percibida como algo negativo, ya que la cultura promotora de sujetos de rendimiento lleva incluso a ver adecuado el compromiso con la excelencia. Sin embargo, esta positividad sobredimensionada puede llevar a un colapso y pérdida de sentido del trabajo. Nussbaum, señala que gran parte de la belleza de la excelencia humana reside en su vulnerabilidad, así que esta incansable necesidad de perfección solo nos aleja del objetivo mismo que se persigue con el trabajo: mejorar la calidad de vida del individuo.

     

    Conclusiones

     

    El sujeto de rendimiento hace que en la sociedad posmoderna se violente lo humano por el mismo humano. No se trata ya de una forma de violencia externa, sino más bien, de una violencia interna, una violencia que aniquila el alma. Esta violencia es difícil de superar, llevando en su ruta la depresión y el sin sentido, así como la falta de eros o amor a la vida.

    Como contrapeso a la pasión desenfrenada del sujeto de rendimiento es necesario trabajar en fortalecer la prudencia y la mesura, ya que éstas siempre están en relación al otro, a quien el sujeto de rendimiento no considera pues se encierra en la satisfacción de sí mismo. La única salida que tiene es volver a percibir la mirada del otro, que el otro no desaparezca y lo ubique en el justo lugar de su esfuerzo. Así el sujeto de rendimiento debe ser capaz de superar su auto explotación mediante las virtudes, volviendo a ser vulnerable sobre lo que el otro le reconozca y le señale como incorrecto.

    Habría que recordar, como lo afirma Nussbaum, que la vida humana comprende familia, amigos, comunidad con quienes se guarda vínculos de amor y de amistad; por ello, es necesario reivindicar el pensamiento griego, en donde la prudencia y la mesura son fundamentales para practicar las virtudes y educar el alma. Se trata, después de todo, de evitar el fracaso, no solo laboral, sino sobre todo humano.

     

    *Coordinador de ética de la Escuela de Humanidades y Educación de la Región Occidente del Tecnológico de Monterrey

     

     

     

     Responsable

    Ernesto Diez Martínez Guzmán

    Comentarios

    diez.martinez@itesm.mx

    "Las opiniones expresadas en esta página son responsabilidad de sus autores. No necesariamente representan el punto de vista del Tecnológico de Monterrey".

     

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