"Sobremesa"

""Mis enemigos preferirían que los refutase en diez tomos que nadie habrá de leer porque no soportan que los ponga en evidencia con un chiste que todo mundo repite en las calles".
Voltaire"
06/11/2015

    Gnozin Navarro

    EL EXPERIMENTO

    Ninguno de sus nietos le dice abuela. Se dirigen hacia ella por la versión corta de su nombre: “Oli”. Así los ha acostumbrado mi madre y así han respondido ellos con obediencia.
    Unos días antes de su tercer cumpleaños, mi sobrino Nikitis se encontraba platicando con ella. Tendidos a cuerpo de rey en la recámara de mi madre, el niño le estaba explicando esto y aquello; faltaban algunos minutos para que dieran las 15 horas, y dispuesto a salir al trabajo me retiro de la habitación cuando ella me llama para darme algunas instrucciones, tuvo que interrumpir un poco su conversación con el nieto; en esas estábamos cuando Nikitis le dice por un lado: Oli, Oli... mi madre seguía con lo suyo, Oli, Oli... y nada... pues de la nada rompe su discurso con un tono de caramelo que le arrebató hasta el aliento diciendo: abuelitttaaaa... mi madre ya no pudo continuar. Todos reímos ante la muestra de sagacidad que nos había exhibido Nikitis con su experimento.
    Recién cumplidos los 34 años me encontraba en una de mis clases de doctorado en psicoterapia. La maestra que tuvimos en esa ocasión y que se llama Yolanda, es especialista en la SOMBRA de la psique; ese aspecto humano que a la mayoría de las personas nos cuesta trabajo reconocer como propia.
    Ahí se encuentran en pugna mecanismos tanto de conservación como auto destructivos, pautas de nobleza y vileza. Aspectos tanto sanos como insanos.
    La maestra se encontraba haciendo una explicación histórica de como han evolucionado algunos conceptos e ideas en la humanidad. Nos comentaba que ella había participado en liga comunista 23 de septiembre y de cómo algunos conceptos que hoy damos por sentado han costado sangre a través del tiempo.
    Profundizó un poco en el tema de la mujer y de cómo antes no podía ni siquiera aspirar a recibir una educación formal o académica, que la mujer no podía votar, la mujer estaba hecha para tener hijos y cuidar la casa, etc. le tomó alrededor de 15 minutos sin pausas ni treguas en el discurso extender ejemplos acerca de como son las diferencias de hoy y aquellos ayeres.
    Que ella desde chica ha sido guerrera de la equidad, que antes anduvo arriesgando el pellejo en las trincheras de la rebelión social y que ahora lo practicaba desde las aulas y su consultorio. Por un momento parecía que ya había abandonado del todo el discurso de la equidad de género y de todo el terreno ganado cuando de repente lo retomo, hizo una pausa para permitirnos acomodar los conceptos cuando desde el otro extremo del salón espeté: y a pesar de todos los logros que han tenido en esto y aquello todavía quieren ganar igual que nosotros.
    Desde luego que lo dije con ironía y en un tono tan descaradamente mordaz que no podía ser tomado en serio. El salón rompió en un sola carcajada. No era la primera vez que yo salía con alguno de mis brotes sarcásticos en medio de alguna disertación filosófica y el grupo había vuelto a festejarme como otras veces.
    La maestra también se rió y por un instante nuestras miradas se cruzaron. Yo la miré con media sonrisa que encarnaba una satisfacción maliciosa en plenitud y agudizando la mirada asentí con la cabeza, en ese momento ella entendió y calló al grupo.
    Desde el fondo y en tronido me gritó: "Te das cuenta de lo que acabas de hacer?...", -"Mmmhhh...una broma", contesté. "¡No!, acabas de destruir en un solo comentario todo lo que yo les había compartido de mi experiencia. En una sola broma echaste por tierra todo mi trabajo...".
    -"Bueno", dije yo; "no creo que sea para tanto, después de todo aquí estamos entre puros adultos, cada uno dueño de su opinión. Quizás representamos algún 5% de la población que estudia doctorado. No creo que cualquiera de nosotros se deje influenciar por una inocente broma".
    - "Lo estás haciendo de nuevo: estás manipulando al grupo para ser el centro de la atención. Lo haces tan bien y con tu cara de inocente que casi me convences. Te acabo de ver la maldad en la mirada mientras yo también me reía. Es maldad la tuya y a menos que lo reconozcas lo podrás trabajar".
    - "Francamente a mí me parece que nos estamos saliendo de contexto. Tú estabas dando unos ejemplo, quizás yo hice un comentario fuera de lugar que en el algún nivel lógico lograba acomodarse a tu discurso y que por eso mismo resultó gracioso... ¡tú misma te reíste!... pero ahora me estás atribuyendo parentesco con belcebú..."
    Entonces, la discusión se puso larga y de mal gusto. Durante todo ese fin de semana fui sujeto de estudio como la maldad personificada. Cada compañero proyectaba e identificaba aspectos destructivos que ellos también tenían... fue en verdad una experiencia reveladora.
    El 23 de diciembre llegué a Ciudad Obregón para saludar a la mayor parte de mi familia por parte de mi padre.
    En la banqueta comentamos el trajín de la carretera y de las interminables colas que tenían que padecer los paisanos que venían desde quién sabe dónde a visitar a los suyos hasta quién sabe qué destino. Uno de mis primos comentó que ese sería buen tema para la “Sobremesa”; de ahí la plática derivó a que algunos primos leen esta columna con asidua diligencia y cómo otros no. Cada uno compartió con el resto su punto de vista acerca de los paisanos y así salió la última colaboración del año pasado.
    Al siguiente día y durante el desayuno, uno de mis primos me preguntó que si siempre sí había escrito la columna de los paisanos, le dije que sí y me pidieron que les leyera. Estábamos reunidos en círculo alrededor de 10 familiares en el comedor redondo, saqué la computadora y empecé a leer pausado frase por frase para hacer en cada una un énfasis particular de acuerdo a la voz y tono con que los intenté escribir.
    Todos estaban callados en pasmada atención cuando en medio de una de mis pausas y como en la cuarta frase un tío empezó a imitarme con grandilocuentes tonos e histriónicos movimientos. Hacía gala y mofa recitando lo leído y parafraseando lo dicho dejando en claro que él pudo escribir un artículo mejor.
    Las carcajadas, no se hicieron esperar y yo con las quijadas trabadas me acordé de Yolanda. Qué poquito me gustaba probar las cucharadas que yo mismo recetaba. Intenté leer otro renglón y mi tío volvió a interrumpirme con otro regalo de su ingenio. No tenía escapatoria, todos reían y al canto de las carcajadas, mi tío se crecía, al grado de declarar que yo me había amanecido escribiendo esos renglones cuando él en medio desayuno podía hacer otros tantos.
    Conocía demasiado bien el juego como para seguir exponiéndome, cerré mi computadora y guarde mis cosas. Me dispuse a desayunar y partir hacia Hermosillo con mi hermana más querida.
    Durante el camino mi padre me notó sensible y casi a punto de llegar a Hermosillo me reclamó lo poco tolerante que estaba. Le dije no era mi intención pelear y que, sin embargo, me sentía muy dolido con mi tío Arturo que se había ganado mi irrespeto con su tortura, que no le dije nada para no poner en marcha un pleito mayor, porque siempre he sabido que es su hermano consentido.
    Que me daba por ofendido en algo que a mí me importa y que él en medio de todas esas burlas no había mostrado tampoco la mínima lealtad de padre. Después de eso nos mantuvimos en tenso silencio hasta llegar a la casa de mi hermana que al verme y en dos parpadeos me preguntó sin rodeos: "¿Qué traes?"
    - Yo le dije: "Me venía peleando con mi padre en el camino..."
    -"¡No!, eso no es, eso es normal. Ustedes dos no saben viajar sin pelear. Dime, ¿qué traes?"
    -" Trae atravesado a tío Arturo", dijo mi madre sin pedir permiso.
    Entonces le expliqué a Aléteya lo sucedido y al terminar me ofreció una mirada en la que compendiaba amor y ternura.
    -"¡Ay, hermano!, ¿y por eso te agüitas?, lo que me estás diciendo es que por un momento tuviste toda la atención de los primos y mi tío Arturo, como un niño chiquito, sintió celos y acabó contigo.
    - "¿Eso es lo que me estás diciendo?"
    -"Sí Aléteya, eso es lo que te estoy diciendo y hasta este momento que lo planteas así lo puedo comprender".
    -"¿Ay, hermano y de qué te sirve tanta psicología?", pues sí, después de todo tanto el de 3, el de 24 y el de 64 años hicimos los mismo; y todo por no TRABAJAR nuestra parte oscura.



    Con Dios y contigo: Gnozin.

    Sobremesa Café
    Reanudamos la Sobremesa Café este martes 8, a las 19:00 horas, en el lugar de siempre: Bistro Miró, en Buelna entre Carrasco y Obregón. Te espero.

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