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"Una fotógrafa de la empatía"

"Dianne Hofner, una mujer que posee el don de captar imágenes y convertirlas en herramienta para entablar relaciones de solidaridad"

La fotografía ha estado con Dianne Hofner desde que tenía 12 años de edad y llegó a la Ciudad de México para pasar un verano en un intercambio estudiantil, tomaba fotos de toda la gente con la que se relacionaba y de los lugares que conocía, se dio cuenta que era un herramienta para entablar relaciones de solidaridad con las personas y consolidar lazos de afecto.

Dianne nació en Wisconsin, al norte de Chicago, y creció en Flagstaff en el norte de Arizona, sus padres son católicos alemanes nacidos en Estados Unidos.

Cuando Dianne habla de sus valores dice: “Es que los mazatlecos somos muy extrovertidos y nos gusta demostrar lo que sentimos de una manera muy evidente”. Ella realmente se siente una patasalada de hueso colorado, su lugar ideal para vivir en el planeta Tierra es Mazatlán, lo es por su belleza, pero sobre todo por su gente.

“A los 12 años ahorré 500 dolares y me alcanzaba para pagar el avión hasta la Ciudad de México, entré a un programa de intercambio de jóvenes estudiantes y me tocó instalarme con una familia que vivía en Coyoacán, ahí fue en donde empecé a tomar fotografías porque quería tener recuerdos para mostrarle a mis padres cuando regresara a Estados Unidos, era solamente un verano, pero regresé cada verano hasta que cumplí 19 años”, compartió.

“Cuando regresé a Estados Unidos llegué saludando de beso a toda mi familia, los alemanes son muy fríos y muestran poco sus emociones y sentimientos, en casa no acostumbramos abrazarnos ni besarnos, la vez que conocimos toda la familia el mar yo tenía 14 años, fuimos a San Diego y en esa ocasión fue también la primera vez que vi a mis papás tomarse de la mano. Mis viajes a México cambiaron la forma en que nos demostramos el amor en la familia”.

Ser una trabajadora mujer en los 70

“En todos los trabajos en los que participé entre los 20 y 40 años de edad, en las reuniones de trabajo siempre era la única mujer. Estoy hablando de los años 70 y 80, todo estaba dominado por los hombres, las mujeres ocupábamos puestos de segundo nivel, pero eso cambió totalmente en los años 90, creo que esa década fue determinante para el cambio radical de cómo la sociedad y las empresas percibían a la mujer y sus capacidades”, comentó.

“Todo eso lo documenté con la fotografía, en ese tiempo tenía tres cámaras porque me gustaba mucho tomar fotos, era amateur. Cuando llegué a Mazatlán decidí que ese hobbie se convirtiera en algo profesional y tomé hace como ocho años un curso con un maestro profesional, Salvador Herrera, en la Galería Vaupres, he enriquecido mis conocimientos haciendo muchas fotografía y tomando cursos en internet, me he hecho una adicta a aprender de fotografía , siempre estoy estudiando algo sobre el tema”.

Las primeras exposiciones como profesional las montó en París y en Viena.

“Mis primeras exposiciones como profesional de la fotografía las hice en una galería de Viena y en París, me llamaron para que diera dos talleres uno en Francia y otro en Austria. Se trataba de ofrecer una clase sobre cómo construir puentes interculturales para los migrantes, porque ahorita hay muchísimos refugiados en Francia y en Austria”, dijo.

“Se trataba de compartir conocimientos sobre cómo se puede hacer para que los parisinos acepten e incluyan a la gente que está llegando de otros países, y del otro lado, cómo hacer que los migrantes no pierdan su cultura y se adapten a la cultura de Francia. La gente que asiste a estos talleres son personas que tienen un corazón enorme”.

Además de sus conocimientos y experiencia sobre interculturalidad, Dianne llevaba fotografías, desde hace cuatro años está documentando las celebraciones de Semana Santa en Mochicahui y quiso darlas a conocer en esas dos ciudades para venderlas y recabar fondos para esa comunidad.

“A la directora de la Asociación que me llevó le dije que tenía cuatro años estudiando la cultura de los mayos yoremes de Sinaloa, específicamente sobre las celebraciones de Semana Santa y que podría dar una conferencia sobre ese tema y montar una exposición, y que la venta de las fotografías serviría para apoyar a la comunidad de Mochicahui”, compartió.

“Los habitantes de esa localidad, que me han enseñado tantas cosas sobre su cultura cada noche me escribían por internet para preguntarme si les había gustado a la gente de Europa la cultura de ellos, que qué les interesaba más. En París nos ayudó la embajada de México en Francia y fue en un centro comunitario que esté muy cerca del Río Sena; en Viena fue en la Galería Hinterland, que es un espacio privado y nos trataron muy bien”.

Dianne les pidió a los asistentes que firmaran una libreta y que les pudieran un mensaje a los habitantes de Mochicahui. Reconoce que su pasión por la fotografía ha estado presente casi toda su vida, pero que es hasta hace ocho años que empezó a profesionalizarse.

“En Europa les fascina la cultura mexicana, pero sobre todo las culturas indígenas, de hecho, varias personas que asistieron en París a las exposiciones van a visitar esta Semana Santa Mochicahui.

Con la expo Yo soy fuereña, nací deaquí muy lejos, fue algo muy emotivo porque realmente, cuando nos venimos a vivir a este puerto nos convertimos en mazatlecos, estamos enamorados de esta tierra pero sobre todo de la gente de Mazatlán”, señaló.

“La fotografía me ha servido como instrumento para generar lazos de afecto con la gente de los países en los que he vivido. Creo hasta el tuétano que Dios nos dio a cada persona dones, perspectivas e ideas que son una pieza que puede servir para solucionar los problemas del mundo, que es un gran rompecabezas. Si dialogamos entre todos con mucha disposición para escuchar al otro, vamos a resolver cualquier problema, pero si ni siquiera empezamos por escuchar al otro va a ser difícil encontrar soluciones”.

México lindo y querido

“Descubrí la cultura mexicana en ese viaje, yo nunca había visto que un País tuviera una historia tan profunda y antigua, Xochimilco y Teotihuacan, Guanajuato, me revelaron una cultura tan rica, que me sorprendí, quedé cautivada por México”, dijo.

“El viaje me cambió la vida, entendí que aunque las culturas sean muy diferentes descubres que eso no es negativo, al contrario, acercarte a alguien que es diferente te enriquece, aprendes a ser flexible y a adaptarte. Es muy saludable para un joven viajar y, sobre todo, vivir en otro país, ver otras costumbres”.

Dianne se graduó en la Licenciatura en Comunicación Intercultural por la Universidad del Pacífico de California, hizo la maestría en Desarrollo de organizaciones y recursos humanos.

“Me sensibilicé con las minorías de Estados Unidos porque mi familia, por ser católicos alemanes, éramos diferentes, pero además tuve mucho contacto con los habitantes de una reserva india que estaba cerca del pueblo de Flagstaff, eran indios hopis navajos. Las personas blancas del lugar eran mormones, y como nosotros éramos católicos, no se juntaban con mi familia, por eso yo convivía mucho con los navajos y los mexicanos de la comunidad, todos los fines de semana iba a la reserva india porque ahí estaban mis amigos”, mencionó.

“A los 13 años trabajé en un cine vendiendo palomitas, una amiga navajo quería entrar a trabajar a ese lugar pero no podía porque tenía acento navajo y yo estuve trabajando con ella para ayudarla a que tuviera acento neutro, ese fue, sin saberlo, el primer trabajo intercultural que realicé”.

Dianne es muy sensible a las situaciones de injusticia social por la convivencia constante con la comunidad de la reserva de los navajos.

“Durante la carrera estudié japonés, y concursé por un trabajo en aquel país, tenía que transmitirles a los maestros de escuelas públicas cómo enseñar inglés a través de la comunicación y no poniendo el énfasis en la gramática”, señaló.

“Mi novio en Japón me regaló mi primera cámara digital e hice mucha fotografía en aquel país, todo lo documentaba, pero en aquel momento todo lo tomaba con la función de automático, fue cuando llegué a Mazatlán que empece a trabajar analógicamente”.

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