Comparte su talento

Consuelo Lizárraga
08 noviembre 2015

"La maestra de canto y música habla de sus inicios en el mundo del arte y comparte su experiencia dentro de la docencia"

La generosidad con que ha prodigado el don que Dios le dio, una maravillosa voz, la ha transformado en conocimientos que ha transmitido a través de los años a muchos niños y jóvenes mazatlecos.
Desde pequeña tomó clases de piano, primero con la maestra María Luisa López Loaiza y muchos años después, ya casada con Evelio Vadillo, viajó varias veces a Guadalajara para tomar clases con la famosa pianista Aurea Corona, por lo que ese instrumento no tiene secretos para ella.
"Quería ser concertista, pero la primera persona que se dio cuenta de que cantaba fue mi maestra de tercero de primaria, en el Colegio Nueva Galicia, de Guadalajara", recuerda.
"Después me vine a Mazatlán y mi abuelita, Carmen González Líe de Herrera Salazar, me escuchó interpretar Bésame mucho, y le dijo a mi mamá, 'hay que ponerle un maestro'. Contrataron al maestro Olvera, quien no solamente me dio clases, también me invitaba a cantar en el programa radiofónico Recordar es vivir, que se transmitía por la XERJ. Yo tenía 13 años.
"Nací con la música por dentro y me siento muy agradecida por eso porque, por ejemplo, me di muchas veces el gusto de cantar acompañada del órgano de Catedral, que ahora se conoce como La Joya Dormida, tocado por el profesor Héctor Rojas y, en otras ocasiones, por el profesor Salvador López Sánchez.
"Tuve la fortuna de formar el primer coro que hubo en Mazatlán. Cuando se casaron Raúl Rico y Marcela González lo estrenamos. Fue una cosa muy bonita: el sonido del órgano combinado con las guitarras y las voces de 14 jóvenes; mis hijas, los Olvera, Nadim Audelo, las Ortega, Lupita y Rafa Barrios. Nunca le puse nombre, pero era conocido como el Coro de la Cristina. "Comenzamos con pequeñas obras y luego pusimos otras con más grado de dificultad. Me acuerdo que cantamos en los 50 años de casados de Lanchita y don Gaspar Pruneda y, mucho después, con gaiteros de Asturias, cuando se casó una de las hijas de Eladio y Gloria Testas. Se escuchó hermoso el Himno de España a la hora de la comunión".
Y afirma que ese coro fue el primero que cantó completas las marchas nupciales, tanto de Mendelsshon como la de Wagner.
"Doy gracias a Dios porque me ha dado cosas muy buenas, como el haber podido hacer maravillas con los niños que han sido mis alumnos a través de mucho tiempo", señala.
Ella inició como maestra de educación artística en el Instituto Anglo Moderno, después la llamarían del Remington y, finalmente, Yolanda Urquijo le pidió se fuera al Colegio Independencia.
"Fui la primera en poner pastorelas en teatro. Hubo un concurso y ganamos el primer lugar. Después Yolanda abriría la Secundaria Agustina Monterde y ahí estoy desde entonces", comenta.
Y con orgullo menciona a su ex alumno, el tenor Carlos Osuna Tolentino, quien ahora canta ópera en Suiza.
"En lo personal, siento que mi vida no ha sido tan inútil. Mi hija, Gaby Vadillo, ya maneja su propio coro y a mi nieto Gustavo López Vadillo lo descubrí como cantante al estarlo entrenando para un concurso de declamación. Jorge Echeagaray acaba de salir del colegio y salió cantando", menciona.
"Cuando veo talentos tan grandes les aconsejo que no pierdan piso. Tienen el don, pero la voz tarda tiempo en impostarse y alcanza la perfección hacia los 30 años de edad. Como en la vida, primero hay que gatear, luego aprender a caminar para después correr; Carlos Osuna siempre lo comprendió y por eso está donde está".
Afirma que el talento y la humildad deben de ir juntos, que si no lo entienden así el cantante, el pianista, el violinista no llegarán lejos.
"Sigo trabajando, dando clases de piano aquí en casa. Los lunes, jueves y viernes, de doce del día a tres de la tarde, trabajo con el Coro del SAM. Yolanda siempre me ha considerado mucho", reconoce.
"Desde chiquita siempre estuve cerca de las bellas artes. Tenía 7 años cuando mi mamá me llevó a ver la ópera Rigoletto, en Guadalajara. Ella tocaba guitarra, piano, cantaba, hacíamos un dueto cantando Amapola".
Cristina, pionera del canto en Mazatlán, confiesa su gran felicidad cuando inició la restauración del teatro Ángela Peralta.
"Eso sirvió de ejemplo para que surgieran cosas mejores. Los diez primeros años fueron de mucha lucha. Cuando comenzaron a poner las primeras óperas yo me colaba a los ensayos. Me daba mucho gusto ver lo que surgía en Mazatlán", admite.
"Luego llegó el maestro Enrique Patrón de Rueda y lo empujó más, ahora es una realidad, lo vemos con el Centro Municipal de las Artes.
"He vivido enamorada de la música y así seguiré hasta que el cuerpo aguante. Mientras que Dios, Nuestro Señor, me lo permita, seguiré brindando mis conocimientos a quienes quieran tomarlos".