Firmas

Juan Carlos Rojo Carrascal
09 noviembre 2015

"Un amigo"

Adiós, hermanos, camaradas y amigos. Despedidme del Sol y de los trigos.
Miguel Hernández


Escribo esta columna el mismo día que cumplo 45 años de vida, todavía con el sentimiento encontrado que me provocó la repentina noticia, hace apenas una semana, de que nos dejó de acompañar en este mundo efímero, un gran amigo mío y de muchos: Aristeo Angulo. A pesar de ello, no puedo dejar de celebrar cumplir un año más pues celebro, ante todo, haber tenido la fortuna de conocerlo y compartir grandes momentos con él. Un amigo entregado a los amigos. Para él todo momento fue celebración y para festejar no exigía nada más que el encuentro casual. Todo encuentro para él era celebración. Así reunió a varios amigos el día que falleció en México y a multitudes al día siguiente por estas tierras sinaloenses donde hoy descansa en paz, esa paz que siempre proclamó y con la que siempre comulgó.
Fue arquitecto, no un gran constructor, no dejó grandes obras pero sí grandes enseñanzas. La arquitectura en un día puede dejar de existir, su legado perdurará por siempre. Fue un hombre siempre crítico, un gran pensador, un eterno inconforme feliz de la vida. Fue profesor de la facultad de arquitectura en la UAS hace muchos años, compartimos un grupo y ahí aprendí de él la importancia de la enseñanza de todo aquello que pudiésemos considerar intrascendente en el proceso de formación de nuevos profesionistas.
Muchas otras cosas aprendí de él: El gusto por lo mexicano, por el arte y la artesanía, por la buena música y por el mejor libro; por deleitar un aromático café o una exquisita comida sinaloense; por el discurso de rebelión y por la magia de visitar un parque o disfrutar de una nieve de garrafa y sentirse siempre parte de esa multitud que invade las plazas en la ciudad. Pero quienes lo conocimos de cerca, coincidimos en que su mayor valor fue su atención a la gente. Atención a su familia, a sus amigos, a los que no tenían amigos, al niño que sufría y al extraño que se encontraba en la calle. Gozaba de ayudar.
Hace una semana que Aristeo ya no está físicamente con nosotros y su ausencia me ha hecho reflexionar todos estos días. De forma no premeditada, han sido días de mucho acercamiento familiar, de recuperación de grandes amistades, de redescubrimiento del significado de la vida y de valoración de esas cosas que antes pareciesen insignificantes.
Aristeo partió temprano el domingo 13 de marzo en la mañana. Había comprado una motocicleta con la que salió sin compañía a pasear temprano. Tuvo un accidente. Nadie sabe cómo sucedió. No hay detenidos. Si hubiese terceros responsables seguramente no los habría juzgado. Él se debe haber sentido feliz. Salió al encuentro de alguien, de muchos, de todos los suyos. Los tuvo cerca esos días y los tendrá cerca por siempre. Hoy reposa en tierras sinaloenses. Angostura lo cobija y su tierra pronto recuperará el color y la gracia que siempre la ha caracterizado. Mucho aportará para ello el buen humor, la esperanza y el optimismo de este gran amigo. Hasta siempre Aristeo.