Gabriel Coppel Kelly: '¡Yo no me cambio por nadie!'
"El músico habla de su superación personal, gracias al amor de los suyos y de su esposa"
Entre afectuosos saludos, acompañados de cierto grado de familiaridad del personal del Hotel Pueblo Bonito, Gabriel Coppel Kelly se desplaza en los pasillos sobre su silla de ruedas con seguridad, irradiando calidez a su paso.
Amable, cordial en el trato, con una simpatía natural y espontánea, así es como ha trabajado en el restaurante del hotel, donde por 30 años ha acompañadoa los comensales con su teclado, que toca con el corazón.
Para cualquier otra persona, la vida hubiera sido un lugar difícil por la condición con que Gabriel nació, espina bífida, pero él y su familia tuvieron la sabiduría y amor necesarios para sobrellevarla, por lo que se siente afortunado.
“Yo nací con un tumor en la espina dorsal, debido a eso es por que no camino. Mi problema se llama espina bífida. Me han operado 59 veces, pero he tenido la gran suerte de que Dios me ha acompañado todo el tiempo y me cuida muy bien”, agradece sonriente.
“Cuando nací, los doctores decian que no iba a durar más de dos meses. La medicina estaba algo avanzada en ese tiempo, pero no como ahorita, así que me salvé y aquí estoy”.
Agradece también la educación que recibió de sus papás, Memina Kelly de Coppel y Ernesto Coppel Campaña, además del apoyo y la unión que tiene con sus cuatro hermanos, Paty, Norma, Bibi y Ernesto.
“Una cosa muy buena que me sucedió en la vida fue que mis padres me educaron igual que a mis hermanos, no tuvieron ningún tipo de privilegio conmigo, y era el más chico de mi casa”, reconoce abiertamente.
“Todos mis hermanos y yo hemos sido muy unidos desde siempre, afortunadamente, porque eso nos enseñaron nuestros padres. Yo fui a la escuela, terminé mi primaria, secundaria y preparatoria en el ICO”.
Revelación liberadora
Un capítulo importante en su vida se escribió cuando estaba por entrar a la secundaria, etapa en que su infancia quedaba atrás, por lo que su mamá le dijo algo que lo benefició para siempre.
“Las mamás siempre protegen a los hijos. Cuando tenía como 12 años, estaba entrando a la secundaria y ya había niñas, entonces me dijo mi mamá algo, y sé que lo hizo con el afán de que no sufriera”, se interrumpe conmovido.
“Me dijo, '¿tú sabes que es muy difícil que una mujer se fije en ti como hombre?' Mi mamá siempre fue muy directa, lo cual se lo agradezco.
“'Así que yo te recomiendo vivir tu vida. Disfruta la oportunidad que se te presente, pero no te claves en que te vayas a casar algún día porque probablemente no vaya a suceder. Es lo más probable'.
“Yo lo tomé bien y qué bueno que me lo dijo, hasta me sentí liberado. Ya no me sentí presionado porque no me 'pelaban' las niñas y a mis amigos sí; y así, ¡yo fui yo y ya!”, comparte aliviado.
La música: refugio y trabajo
Como sus papás cantaban y su hermano Ernesto le enseño a tocar guitarra, Gabriel cultivó el gusto por la música durante su infancia que, desde hace cuatro décadas, ha sido su sustento.
“A mí me llamó mucho la atención la música, y desde niño toco la guitarra porque fue herencia familiar, pero yo me dediqué más al piano ya después. Mi papá y mi mamá también cantaban, entonces fue una cosa natural”, aborda.
“Yo creo que me refundí en la música, por decirlo de alguna manera, porque para mí es una terapia y me sirvió mucho en superarme en todos los aspectos porque hasta para estudiar, relacionaba la música”.
Explica que para prepararse para un exámen, escuchaba música y desde cuarto de primaria, participaba en los festivales escolares tocando la guitarra, pero después, el piano lo cautivó.
“La mayor parte de las operaciones, me las hacían en el DF. Llegaba con una tía que vivía en el Pedregal de San Ángel y ahí tenía un piano de cola, nadie lo tocaba y me daba coraje”, recuerda.
“Yo tenía tan buen oído que, gracias a eso, transporté los tonos de la guitarra al piano y así fue cómo le hice. Hasta ahorita me sé más de mil canciones. Tengo 40 años trabajando y tengo un repertorio bastante amplio”.
La gloria del amor
Hace 20 años, procedente de Ciudad de México, Gloria Camelo Martínez se hospedó en el hotel con sus papás, a quienes trajo a Mazatlán para festejarlos por su aniversario de bodas, sin imaginar que ahí se originaría su propia boda.
“Ella llegó aquí en mayo del 96. El mismo día, hablamos dos veces. La primera, nos hablamos de usted; la segunda, ya de tú. Lo que me gustó de ella fue el hecho que...”, se detiene Gabriel, emocionado.
“Me preguntó qué me había pasado. Ella siempre ha sido superdirecta. Le platiqué toda mi vida, clinica, por así decirlo, de las operaciones que tuve, y me dijo que yo era una persona llena de felicidad”.
Lágrimas llenan sus ojos y confiesa que llegó a pensar que ella estaba bromeando con él, pero percibió la sinceridad y admiración genuina de su parte, que luego se hizo mutua.
“Nunca una mujer me había hablado así y pensé que me estaba 'cotorreando' porque era lo más lógico de pensar, pero me dijo, '¿sabes una cosa? No había conocido alguien como tú. Me tienes impresionada'”, cita textualmente.
“Vio el trato que tengo con la gente, muy cordial y amable de mi parte con los demás y eso le gustó. Todo salió solo; nos enamoramos, eso fue en mayo; en septiembre, ya estaba ella aquí viviendo”.
Su propia familia
Recuerda que se puso de novio con Gloria el 21 de mayo y el 7 de septiembre de 1996, ella llegó a vivir a Mazatlán, pero le pidió de favor que le consiguiera trabajo, pues es contadora.
“Le consegui chamba aquí y estuvo en el área de crédito y cobranza porque estuvo en RCI en México, la compañía de intercambio, y trabajó ocho meses hasta que nos casamos, el 19 de abril del 97”, precisa con ojos luminosos.
“Tenemos dos hijos, adoptados, pero hijos al fin. Tenemos una familia muy bonita, estoy encantado y ¡yo no me cambio por nadie! Dios me premió con esta mujer que a diario me demuestra que me ama y ella puede estar segura de mi amor”.
Considera que el respeto es la base para el amor, algo que ambos se tienen y por eso ya suman 20 años juntos, pues lo conoce hasta en sus momentos de flaqueza, pero ella lo anima.
“Como humano que soy, a veces me deprimo y ella me 'aliviana', pero también me dice mis verdades. Mi mamá tenía muy buen ojo y desde que la conoció me dijo, 'm'hijo, esta es la buena', aunque de todos modos me hubiera casado con ella”.
¿Qué más hay por venir?
“Mi plan es seguir trabajando para mis hijos porque aún están chiquitos, de 13 y 11 años, porque no puedo dejarlos a la deriva y no me siento viejo, porque afortunadamente estoy sano”, anticipa entusiasmado.
“He vivido la vida como me ha gustado, con sus altas y bajas, y pienso seguir trabajando por lo menos hasta los 80. Que Dios me dé vida para sacar a mis hijos adelante y a mi mujer. ¡Ese es mi futuro!”