La Gloria de los tamales
08 noviembre 2015
"En una pequeña empresa mujeres elaboran el tradicional alimento, aunque, asegura la dueña de la tamalería, el negocio está en declive"
CULIACÁN.- En el negocio de los tamales, Gloria Simanca Gastélum tiene una historia que contar. Más de 40 años consintiendo el paladar de los culiacanenses.Con su industria edificó un "imperio" que hizo época. Hoy la crisis ha desmejorado la tamalería y quedan sólo tres festividades en las que brilla su gastronomía. Una es el Día de la Candelaria.
Por los rumbos de la Francisco Villa se enclava la pequeña factoría, donde cuatro mujeres preparan los ingredientes para la confección del alimento.
La matrona ya no interviene en la industria porque ha delegado la hacienda a su hija Sonia, pero ahí está. Vigilante pa' que la empresa crezca. Los recuerdos acuden a la memoria entre la papa y el ejote, el chile pasilla y la hoja lista para forrar el taco.
La necesidad como fuente de inspiración para la industria y los 100 pesos iniciales que tuvo que pedir prestados a su esposo, camionero en ese entonces, para fincar la empresa.
"Yo dije 'si no me los presta, se los voy a robar", rememora.
Era el año de la Olimpiada en México, 17 el día y febrero el mes cuando Simanca Gastélum emprendió la aventura sin saber siquiera guisar la carne. Pero socorrida por su suegra. La cabeza de puerco era su materia prima al principio.
"El primer día que hice para la venta 70 tamales me fui a venderlos al Centro y los vendí toditos en un rato. Los di a 50 centavos y de volada se me acabaron".
Al fondo se escucha el murmullo de las voces de las mujeres que pican los vegetales y un aroma a elote tierno inunda el espacio. Los rayos oblicuos del astro penetran por los orificios del techo de cartera.
Gloria hizo de las calles su comercio los primeros años, siempre con su "valdecito y una canastita". La vendimia fue creciendo a un ritmo que requirió la ayuda del esposo, quien dijo adiós al volante de los camiones para integrarse a la creciente industria.
"Compramos una camionetita americana, de las que andaban chuecas pero no nos alcanzaba lo que ganábamos para que no nos lo quitaran los 'mordelones'".
La expansión se dio por el buen oído de Simanca Gastélum, cuando después de una consulta médica en el Seguro Social fue a "echarse un taco" en la cenaduría Zarco.
"Le pidieron tamales a la señora y dijo que la que le entregaba no le había llevado. Me arrimé y le platiqué que yo hacía tamales".
El crecimiento vino acompañado de la variedad. Aparecieron los de elote y los de puerco. Y los horizontes se extendieron hasta el Centro.
"Me hice amiga de las empleadas. Los dueños no me podían ver porque a causa de eso, las muchachas eran muy cochinas: iban y con las manos sucias se limpiaban en las telas. Me encontraban y me decían 'no te metas porque ahí anda Rómulo'..."
Con el tiempo se instaló afuera del Garmendia, en Hidalgo y Rubí, donde se acarreó la enemistad de una locataria que le echó a los inspectores. La terquedad hizo su parte para continuar en ese espacio.
"Hasta que por fin conquisté a los inspectores dándoles bolsas de tamales para que me dejaran".
En 1977 consiguió su primer espacio, entre Rubí y Morelos, donde estaba una Conasupo. Un espacio pero sin luz.
La empresa se volvió próspera y los dos cuartos de su casa se fueron multiplicando. La producción fue en aumento y tuvo bajo su mando hasta 12 mujeres que le trabajaban a destajo.
Los 70 tamales de cabeza de puerco con que empezó se expandieron a 500 de elote y 600 de puerco, más los de pasas y de piña. Diarios.
Pero como lo que sube tiene que caer, la industria está en declive. La producción diaria bajó a 180 tamales, entre los de puerco y los de elote.
"Ahora sí se me acabó el negocio".
Sólo queda Navidad, Año Nuevo y el Día de la Candelaria, de cuya tradición sabe poco.
"Pues yo no sé nada. Sólo que es el día de los tamales y que es el día que se venden más. Una tradición que al que le toca el monito va a poner los tamales y el champurrado".
El murmullo de las trabajadoras se acrecienta y el olor de la carne en su primer hervor acaricia el olfato. Gloria se difumina en la luz tenue de la cocina y se queda pensativa.
La tradición en México
En México, el Día de la Candelaria se acostumbra que quien obtuvo en niño oculto en la Rosca de Reyes haga una fiesta con tamales y atole. Esta tradición tiene raíces prehispánicas. En muchos pueblos sus habitantes llevan a la iglesia sus mazorcas para que sean bendecidas para sembrar sus granos en el ciclo agrícola que inicia.
El 2 de febrero coincide con el undécimo día del primer mes del calendario mexicano, cuando se celebraba a algunos dioses tlaloques, según fray Bernardino de Sahagún. En el centro de México se acostumbra vestir al niño Dios del nacimiento navideño y llevarlo a oír misa, después de lo cual es colocado en un nicho donde permanecerá el resto del año.
En Culiacán se ofrece una misa en la iglesia de la Candelaria en la sindicatura de Quilá.
"Pues yo no sé nada. Sólo que es el día de los tamales y que es el día que se venden más. Una tradición que al que le toca el monito va a poner los tamales y el champurrado".
Gloria Simanca Gastélum
Tamalera