Lo que quedó en El Habal
08 noviembre 2015
"Hace 21 meses que se fue, pero su familia no olvida ir limpiar por lo menos dos veces a la semana el espacio en el que lo enterraron"
MAZATLÁN._Hace 21 meses que se fue, pero su familia no olvida ir limpiar por lo menos dos veces a la semana el espacio en el que lo enterraron.Sucedió la primera semana de noviembre de 2008. Ramón Osuna Arámburo fue asesinado en el interior de su casa, a los 53 años en la Colonia Viva Progreso.
En el nicho está su foto; también la de su hijo bautizado con el mismo nombre; casi idénticos. Era auriguero y lo mataron casi año después que su padre, recuerda Victoria, la viuda.
Desde ese entonces tratan de mantener aseado el espacio donde fueron enterrados sus cuerpos, en el Panteón de El Habal. No faltan la cerveza y los cigarros. Les gustaba tomar, añaden los familiares.
Hay flores frescas, veladoras y unas cartas que le escribieron y recargaron en los portarretratos. Después se irán porque prepararán carne asada para celebrar el Día del Padre.
"Antes, todos los domingos nos reuníamos...era bien alegre", añade el hermano de Ramón, el mismo que se encargó de construir el barandal que protege el nicho.
Es herrero de oficio. Quizás a eso responda que tardara más en pintar la estructura que en realizarla.
Mientras la familia supervisa que la tumba esté en orden, Martha Sánchez lanza el agua al ataúd donde descansa su padre desde hace 34 años, ubicado a unos metros del de Ramón.
No acude tan seguido como quisiera, pero trata de no abandonarlo en fechas importantes como el Día de Muertos y el de la Candelaria; ese día murió.
Vive en Mazatlán, pero se fue de "rait" a El Habal para saludar a su padre, cuenta como queriendo justificar su corta visita.
El Habal no es el de hace unos meses, reconoce. El pueblo violento se ha tranquilizado. Martha aún rememora cuando los delincuentes guardaban marihuana en los descansos de las tumbas.