Nalgadas, medida de riesgo
"Cuando las palabras no son suficientes, muchos padres, recurren a la violencia física para lograr obediencia, pero ¿realmente funciona?"
Muchos padres piensan que la disciplina pasa por el rigor estricto, y cuando las palabras no son suficientes una nalgada o cachetada bien dada pueden lograr el objetivo, pero ¿hasta qué punto la violencia física sirve para lograr la anhelada obediencia?
Muchos adultos han crecido con la idea de que una bofetada o nalgada no viene mal si se aplica en el momento correcto. La sociedad en general parece que estuviera anestesiada ante los castigos a los niños y el maltrato en general.
Piensa en esta situación: ves a un hombre pegándole a una mujer en la calle y diciéndole: “Te he dicho que te portes bien”. Inmediatamente te sorprenderás, reaccionarás, harás algo, tal vez increpes al sujeto o le preguntes a la mujer si necesita ayuda, hasta puede que llames a la Policía para denunciar el acto de violencia.
Ahora piensa en ésta otra situación: Una madre golpea a su hijo en un sitio público; lo toma del brazo, lo zarandea y le dice “¡Te he dicho que te comportes bien, la gente te está viendo! Tal vez pienses “Pobre niño”. O tal vez pienses “Pobre madre que tiene que lidiar con un niño revoltoso”. Pero seguramente no regañes a esa madre ni te entrometas en la situación.
Las personas en general están tan acostumbrados a creer que el maltrato infantil forma parte de la educación correcta de un niño debe recibir, en especial cuando es inquieto, que esta situación parece por demás normal y aceptable.
Cuando los ritmos de los niños y los ritmos de los adultos no coinciden, generalmente se tiene un conflicto en puerta. A veces se piensa erróneamente que para frenar una acción indeseada de un niño es adecuado gritarles o pegarles para que cese.
Sí, tal vez lo haga en el momento. Tal vez deje de hacer esa rabieta o tal vez de una vez por todas te haga caso. Pero la realidad es que sólo lo hará por sumisión, por miedo, pero no habrá aprendido nada de esta situación. Lo que ha aprendido es que todo en la vida se resuelve a los golpes y por la fuerza, sometiendo al otro.
* Con información de Familias.com y Elblogdelasalud.info
‘Es sólo una nalgada’
Es habitual escuchar “Pégale una nalgada y verás qué rápido entiende”. Hasta se han hecho canciones infantiles donde la mamá le pega a su hijo y es algo natural, como la canción de cuna del elefante trompita, que si no se porta bien su mamá “Le hace chás chás en la colita”.
Cuando les pegas a tus hijos estás reflejando en ellos tu propia frustración. Piensa en las consecuencias que acarrea la violencia física y reflexiona acerca de la enseñanza que estás dejando con tu accionar.
Y bueno, claro que funciona, cuando le das una nalgada el niño entiende que no debe volver a hacerlo. Pero estás pagando un precio muy alto por esta obediencia, primero tu relación con él se ve afectada y deteriorada; y en segundo lugar, provoca que ellos sientan miedo hacia sus padres y no el amor que quieres sienta hacia sus progenitores.

¿CÓMO EDUCAR
SIN NALGADAS?
Si has decidido que prefieres criar a tus hijos sin nalgadas, pero no estás muy seguro de lo que debe hacer en su lugar para lograr que realmente haya una buena educación, aquí están algunas estrategias que podrías aplicar en Tu Casa:
1. Los problemas se arreglan a los golpes. Si no le das chance de explicar, o hablar, o si en vez de consecuencias sólo brindas castigos físicos, aprenderá tarde o temprano que ésa es la forma de resolver conflictos en la vida.
2. Lastimar a quien se ama es normal. Los padres son la base de sostén de un niño. Cuando es agredido físicamente su mundo se desmorona, pues han resquebrajado su confianza. Con el tiempo aprenderá que ésto es normal y será él en el futuro quien ocupe ese lugar de abusador.
3. El enojo no puede controlarse tan fácilmente y los golpes son una buena solución. Cuando golpeas a tu hijo estás descargando tu enojo y estás cercenando sus emociones. Si no le brindas herramientas alternativas a la descarga de ira nunca aprenderá a gestionar sus emociones negativas.
4. Pegar a nuestros hijos daña su personalidad y deteriora el desarrollo cognitivo. Para no llegar a la violencia es importante establecer los límites a tiempo y establecer pautas de convivencia, así como una serie de consecuencias ante comportamientos indeseados.
5. Los errores siempre tienen su castigo. Un niño que es castigado con el maltrato físico ante sus errores temerá siempre a equivocarse y será una persona reprimida y desconfiada. Da obediencia a través del miedo, no por convicción. Por sumisión y miedo tal vez haga caso, mas la obediencia debe ser por convicción, ejerciendo los verdaderos valores.
6. La violencia engendra más violencia. Si en un momento de mucha tensión se te escapa una nalgada no temas en pedirle perdón a tu hijo y explicarle que eres humano y tienes tus errores. No te hará menos fuerte ni tu hijo te desacreditará, por el contrario, aprenderá que tener errores es normal y subsanarlos de la manera adecuada es el camino correcto.

1. Diálogo
entre cuidadores
Actualmente no sólo los padres cuidan a sus hijos, también lo hacen los abuelos, los tíos y hasta hermanos mayores. Para erradicar el uso de la nalgada para “hacer entender” a los niños, deben primero hablar con la familia y los educadores para alinear criterios al educar y sobre lo que debe hacerse en cada situación. Y si los adultos no están de acuerdo en algún momento, lo ideal es que la discusión tenga lugar en ausencia del niño, de modo que uno no va a reducir la autoridad del otro.
2. Cuida las palabras
A veces, las palabras duelen más que una agresión física. Así que debes tener muchísimo cuidado con lo que se dice al reprender a los niños por alguna mala conducta. Evita las etiquetas y descalificar: “tú eres malo”, “no seas grosero”, “supe que andas de peleonero”, por ejemplo, son frases que parecen inofensivas, pero están dándole al niño un nombre a su conducta. Recuerda las palabras mágicas como “gracias”, “perdón”, “lo siento”, “por favor”, entre otras que deberían ser parte del vocabulario de adultos y niños.
3. Respira profundo
Ante una queja de los hermanos o un reporte de la escuela, recuerda una hacer una respiración profunda. Este ejercicio es ideal para que los cuidadores y los niños mismos se tranquilizen; se oxigenará el cerebro y todos pensarán mejor. Antes de dar rienda suelta a la ira y los gritos, respira. Antes de hablar con el niño sobre su mal comportamiento, respira muy profundo. Luego pónganse en una posición cómoda, donde puedan mantener el contacto físico y visual, para entonces escucharse mutuamente sin agresión, ni amenazas.
4. Dialoga
con el niño
Puede sonar trillado, pero tiene grandes efectos positivos en el mejoramiento de la conducta infantil, además te permitirá escuchar y comprender sus motivaciones para actuar de esa manera. Dialogar es importante no sólo porque vas a conocer de voz de tu hijo sus percepciones del entorno y las personas con quienes interactúa, sino que también le permitirá aprender nuevas palabras, va a entender poco a poco cómo funcionan las cosas de la fuente más confiable: sus padres.
5. Explica causa
y consecuencia
Los pequeños están descubriendo el mundo ahora y en ocasiones no saben las consecuencias de las acciones, no miden los riesgos cuando de diversión se trata o de exteriorizar sus emociones, especialmente las negativas como la ira y la tristeza. Explicar lo que puede suceder ante tal o cual acción, es también una forma de educarlo, le muestra al pequeño que es importante para ti y por qué se advierte del peligro de que esta reacción podría ser.
6. Dar ejemplo
El comportamiento de las personas alrededor de los niños es una fuente importante de aprendizaje. Por lo tanto, es necesario prestar atención al comportamiento de los adultos. Si a tus hijos les dicen que no fumen, ni beban porque son sustancias que causan adicción y a la larga dañan el organismo, pero tú lo haces con frecuencia, o incluso si lo haces ocasionalmente pero en vastedad, están dándole el mensaje de que realmente sí es bueno, pues tu lo haces, entonces buscará experimentarlo, para saber qué se siente.
7. Pregunta
sus ‘por qués’
Si el niño actúa de manera no deseada, no quiere hacer algo como saludar a un adulto o un familiar conocido o desconocido, no quiere ir a jugar con otros niños con los que antes ya había jugado, cuestiónalo con voz tranquila y baja, busca saber por qué razón el niño reaccionó de esa manera. No lo empujes, si no responde de una manera clara, es posible que tenga miedo a expresar sus sentimientos e incluso no conozca las palabras para decir lo que siente.
8. Interactuar sin hablar
Tener gestos y miradas personales entre padres e hijos habla de una buena comunicación, mirar a los ojos mientras se habla, responder a su mirada y ponerte a su nivel mientras hace una pregunta o da una respuesta, e es tan importante como dar afecto, los abrazos y los besos. El intercambio de sonrisas, risas y los incentivos son extremadamente valiosos para ellos. Evitar el contacto visual mientras se critican las malas actitudes de los niños no funciona, pues no estás viendo el lenguaje corporal.