'Ni me vendo, ni me pagan': Alejandro Solalinde
"El sacerdote protege los derechos humanos de migrantes centroamericanos que cruzan por México, intentando alcanzar el "sueño americano" pero sólo encuentran la pesadilla al ser víctimas de la trata"
CULIACÁN._ José Alejandro Solalinde Guerra siempre ha confrontado el estatus quo. De niño, sus travesuras lo hicieron acreedor a penitencias impuestas por sus padres.
Ahora, como sacerdote, su valentía para defender los derechos de los migrantes centroamericanos le atrajo represalias de los jerarcas de la Iglesia, gobernantes y la delincuencia organizada lo cual, en 2012, le costó hasta el exilio temporal.
A sus 68 años es un sacerdote atípico, porque decidió ser un "padre raso" sin los privilegios, lujos y comodidades que derivan de poseer un título mayor dentro de la "estructura monárquica de la Iglesia", de la cual piensa que se ha alejado de la sociedad.
Fiel a este pensamiento se rebela contra las anomalías de la Iglesia, denuncia los abusos de los gobiernos y se mete a la turba si hay que defender algún indefenso.
Por eso, en 2006 consiguió ser designado como coordinador de la Pastoral de Movilidad Humana por la Conferencia del Episcopado Mexicano para la región sur-sureste, que se extiende por Oaxaca, Guerrero y Chiapas, zona de tránsito de los inmigrantes centroamericanos que viajan hacia Estados Unidos, buscando "el sueño americano" pero que encuentran la pesadilla mexicana al ser víctimas de los traficantes.
Ahí conoció el viacrucis que sufren los extranjeros por su paso por México. Ahí observó el camino de dolor y sangre por el robo, asalto, secuestro, extorsión, tortura y asesinato, de aquellas personas que se arriesgan a viajar colgados de los vagones de "La Bestia" y buscar lo que sus gobernantes son incapaces de ofrecerles, hogar y empleo. Ahí Solalinde encontró su misión: ayudar a su prójimo.
Pero como todo aquel que interfiere en un negocio que deja ganancias millonarias, el sacerdote también encontró a sus enemigos: los tráficantes de personas.
"Esa 'mafiotota' que está en la trata, que obviamente tiene un involucramiento claro de personas del Gobierno conectadas con todo, con varias instancias, instituciones de Gobierno", denuncia.
En los últimos ocho años, sus adversarios han intentado desterrarlo con amenazas, con la cárcel y hasta lograron su exilio temporal. Sin embargo, el Padre Solalinde siempre regresa al albergue Hermanos en El Camino. Y lo hace porque ya superó la ambición, porque sabe controlar su miedo y porque cree en su encomienda.
"Yo soy diferente, y yo les digo ahorita que me ha servido mucho (aquello de que) ni me vendo, ni me pagan. ¡No hay nada que me detenga! ¿Y saben por qué? Porque Jesús es mi referente, no es ningún Santo o Santa, tampoco es el Papa, por muy bueno que sea Francisco. Yo lo admiro mucho, lo quiero mucho, pero no es mi modelo, es un buen ejemplo", dice.
Solalinde es un sacerdote genuino, preparado con la ideología de la Iglesia de las Carmelitas. Pero también es un padre irreverente, que rompió uno de sus votos: la obediencia.
"Soy feliz con lo que tengo, no ambiciono nada, no me interesa nada. El dinero yo lo tengo como un medio, no me preocupa. He aprendido a vivir cuando hay oportunidades, en comodidades, de hecho de allá vengo; pero también he aprendido a vivir con alegría sin nada (material). En un ambiente como el albergue, donde tenemos una vida muy austera, yo soy feliz... Pero soy inmensamente feliz porque soy libre, para mí es muy importante eso. Soy libre para creer, libre para pensar, libre para hablar según mi conciencia. Y también soy libre para obedecer a mi conciencia. No tengo hasta ahorita coacción, ni del parte del Gobierno, ni de parte de la Iglesia", enfatiza.
De pandillero al yunque
Alejandro Solalinde fue un niño que recorría las calles de la colonia Anáhuac, en Texcoco, Estado de México, haciendo travesuras a sus vecinos. Se le veía rompiendo cristales de alguna casa, o bien, agarrándose a "moquetes" con otros niños.
"Fuí terrible, pandillero. Claro que eran pandillas diferentes a las de ahora, no hablamos de pandillas criminales, pandillas de niños que se agarran de 'moquetes' con otros", aclara.
- ¿Era bueno para los golpes?
Si no era bueno, al menos me defendía... Mi madre nos decía, 'nunca busquen pleito pero defiéndanse'... Ella tenía un dicho que decía: '¡a mí me revienta la injusticia!'. Y ella nos inculcó eso, nos inculcó a tener valor civil para defender (contra) la injusticia.
"Fuí muy burro en la escuela. De hecho, fui muy inquieto", recuerda.
Por su mal compartamiento, Solalinde fue expulsado al tercer grado de primaria del colegio católico al que asistía. Acudió a una segunda escuela, y sucedió lo mismo. Lo que obligó a su padre, Juan Manuel Solalinde Solano, a suplicarle a las monjas una segunda oportunidad, y aceptaron.
"(Sin embargo) los resultados fueron desastrosos y, prácticamente me regalaron el certificado", reconoce.
Su padre descartó que "El Güero" pudiera formarse profesionalmente, pero aceptó que ingresara a la Secundaria 20. Un cambio de actitud hizo que sus calificaciones poco a poco ascendieran: 6, 7, 8 hasta el 10. Con el mismo patrón concluyó la preparatoria. Cuando estudiaba el primer grado de arquitectura en la Universidad Nacional Autónoma de México, recibió el primer llamado de Dios, recuerda.
"...Y me sucedió algo, de repente un pajarito se posó aquí, en mi hombro... Instintivamente, hice así con mi mano, y tiré al pájarito, lo bajé. El pájarito no voló. Esa fue mi admiración más grande, y yo dije, 'bueno, a lo mejor no voló porque está chiquito', pero no. No se fue. Ahí estaba. Y no se iba, todavía dí uno, dos pasos más, y no voló, no se fue. Cuando llega el camión, me fuí, y el pájaro voló. Y me quedé pensando ¿qué pasó? Yo, entonces, no asociaba estos hechos a mi fe. Pero a partir de ese momento empecé a sentir una voz extraña dentro de mí", rememora.
En aquellos años, Solalinde era miembro del yunque del Partido Acción Nacional, que en ese entonces sus reuniones eran clandestinas. Pero decide abandonarlo para ingresar a la Iglesia.
"(En el yunque)... ¡qué no hacía! Participábamos en brigadas de choques, en sabotajes, en muchísimas cosas. Era un grupo fascista. Yo era jefe de centro, yo ya tenía jerarquía, en esa organización de un pliego. (Y les dijo): '¿saben qué? Yo ya me quiero ir al seminario, ya me estaban llamando, y me voy'".
'Fui un novicio rebelde'
Después del seminario, Solalinde decidió prepararse bajo las órdenes de Los Carmelitas. Ahí conoció a Camilo Maccise, miembro de Los Carmelitas Descalzos y contacto directo con El Vaticano, quien murió en 2012.
Maccise influyó en el mexiquense y lo instruyó bajo una ideología moderna, que moldeó su actitud de confrontación al status quo que ahora abandera.
"Choqué (con los novicios), con las ideas, porque no correspondían, y me corrieron. Me dejaron terminar el noviciado, pero fui un novicio rebelde. Claro, un novicio rebelde que cuestionaba todo porque no estaba de acuerdo a lo que estaba pidiendo el Concilio", dice.
"Mi lucha fue por ser yo. Por ser fiel a mi conciencia. Y eso trajo choque con algunas autoridades, pero al final pude ir sobreviviendo".
"Me han dicho bastante: soy un sacerdote atípico, o sea, yo quiero decir original en toda mi conciencia, en mi manera de pensar, en mi creencia, en mi fe. Yo no tengo como modelo a ninguna persona. Tomo buenos ejemplos de todas las personas, de cualquier ser humano, pero modelo Jesús solamente, nadie más", reitera.
N Vemos muy pocos padres, o miembros (jerarcas) de la Iglesia, que no están en estas luchas donde está la sociedad... ¿se han alejado?
N La alta jerarquía sí, más esa jerarquía oxidada. Sí se ha alejado, por supuesto que se ha alejado. A ver, no tienen la culpa los obispos de hoy. Ellos heredaron una estructura monárquica desde hace 700 años, en el Siglo 13, la Iglesia entró en una dinámica de realeza, y entonces, el Papa dejó de ser servidor, para servirse, y tener súbditos, más que reino de Dios, tener súbditos. Por eso, se entiende toda le estructura y nomenclatura de la realeza.
Pero, en América, ahora no somos de la realeza, pero nos quedan la estructuras. Entonces, por eso los obispos son como gobernadores, un paralelismo de poder. Hay que hacer audiencia, cita, con ellos, porque hay que subir para hablar con ellos; pero que ellos bajen a la gente, a las calles, a las vías, a los mercados, a las terminales de camiones, no, no...
(Pero) ellos no tienen la culpa, son víctimas de eso. Son víctimas porque no generaron esas estructuras que heredaron, pero sí son responsables de mantenerlas.
(El Papa) Francisco ya está dando la orden implícita del desmantelamiento de todo eso, ya la está dando. Pero acá todavía no nos cae el "20", todavía seguimos con todo, como sino hubiera pasado nada. Es tiempo de reconstruir, es tiempo de ser críticos constructivamente, es tiempo de ser maduros. Ya no infantiles, nuestro Gobierno central en Roma ya no necesita de cristianos inmaduros e infantiles.
"Soy inmensamente feliz porque soy libre.... Soy libre para creer, libre para pensar, libre para hablar según mi conciencia. Y también soy libre para obedecer a mi conciencia".
Padre Alejandro Solalinde
Defensor de derechos humanos
José Alejandro Solalinde Guerra.
Nació el 19 de marzo de 1945, en Texcoco, Estado de México.
Licenciado en Historia por la UAEM.
Licenciado en Sicología.
Maestría en Terapía Familiar Sistemática.
En 2006 fue designado coordinador de la Pastoral de Movilidad Humana por la Coferencia del Episcopado Mexicano para la región sur-sureste del País.
En 2007 fue encarcelado en Ciudad Ixtepec, Oaxaca, al defender a inmigrantes.
En 2012 abandonó México por algunos meses por amenaza de muerte.