Punto cardinal
"Punto cardinal"
ESCUINAPA._ Eso de aferrarse a querer coexistir con una filosofía de conservar, no es fácil hoy en día. Quizá lo más fácil sea llevarse por la vorágine del "compre y deseche", porque sale más barato.
"¡Debería hacer un libro!", me sugiere una querida lectora. Se refiere a las vivencias que he tenido a estos escasos 47 años de mi vida y que he plasmado en donde he tenido chanza, donde se me ha permitido.
Y es que en la publicación pasada abordé sobre la necesidad de "desechar lo desechable". Traté de explicar el por qué soy como soy. Por qué no me gusta que se tiren sin pudor, tantos y tantos artefactos que siguen funcionando.
Expliqué que pudiera ser por haber nacido a finales de los 60, y tener mi primera vida en los albores de los 70.
No es que crea que, como dice la mayoría, todo tiempo pasado fue mejor. ¡No! Acepto que ahora estamos bien en muchos aspectos.
Lo que pasa es que, no sé dónde fue que no pude encajar bien en todo esto del "compre y deseche". Afortunadamente no soy el único. La mayoría de los de mi edad y los más viejos piensan de manera similar.
Antes, cuando podíamos comprar un disco con dos canciones, eran escuchadas una y otra vez de tal manera que las melodías se grababan por siempre en todo nuestro ser. Hoy en día se me hace un desperdicio enorme tantas maravillas musicales que hay en el mundo y tener que olvidarse de ellas, porque ya hay mil por lo menos en la lista de espera.
Aún conservo más de mil casetes esperando no sé qué, ya ni aparatos reproductores hay para ellos. ¡No puedo tirarlos, no quiero, no debo! Esto me hace sufrir y decidir que mi caso está perdido. ¡Soy un caso perdido!
Para quienes llevan el pulso de la humanidad, las generaciones de hoy, les es tan natural cambiar no sólo la música sino el equipo reproductor una vez por año, el celular cada tres meses y si se puede hasta de pareja cambian cada que se les venga en gana.
No llego al extremo, como lo hicieron los viejitos de todas las familias de mi pueblo, de guardar los envases de plástico, con el que venía la leche, que se incorporaban a los cajetes (palabra que ya nadie usa) de la cocina. Por ahí eran ensartados con un mecate, listos para usarse cuando fuera indispensable.
No se veían en los depósitos de basura ni siquiera los vasos desechables. Tengo conocimiento, por lo que me han platicado algunos amigos a partir de la columna anterior, que en sus casas sus abuelitas lavaban hasta las bandejitas de espuma de los pollos.
Pero no, ya la modernidad nos ha ganado y este pueblo y cualquiera de los alrededores están inundados de basura, de desechos por aquí y por allá que nadie junta, excepto si son las famosas latas de cerveza de aluminio, ésas vuelan.
¡Qué le vamos a hacer! ¿Cómo evitar no sentir lo que uno siente cuando ve tanto desperdicio en tantas cosas en buen estado? No. Tampoco soy un acumulador, no recojo nada de la calle, pero sí entiendo a aquellos que se educaron en conservar. Porque antes las cosas se compraban para toda la vida, no sólo toda la vida de quien la compraba sino para toda la vida de los hijos y de los nietos, y así.
La gente heredaba camas, roperos, y ahora resulta que me toca averiguar si me sale más caro tapizar la sala que comprar una nueva. Me choca tener que darle la razón a los "compra y desecha".
De todos modos, soy terco y ya la mandé tapizar con mi compa "El Zurdo", quien me pidió 16 metros de tela. Hay que hacer viaje a Mazatlán (échele pluma) y pagar en la mentada Parisina, entre viaje y comidas van los primeros gastos.
De regreso hay que mandarle al carpintero las vistas y molduras, no sé cuánto me va a cobrar mi compadre Ramón "El Matón" Gómez. Y luego pagarle a mi tocayo Ramón "El Zurdo", el tapicero. Por lo que este Ramón, que escribe, deberá de redimensionar todo este asunto de tratar de conservar.
Porque he tenido malas experiencias al querer arreglar lavadoras, refrigeradores o estufas. Sale mejor comprar otros. ¡No puede ser! Nos ganaron la partida los chinos, ¡Todo es desechable!
Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara.
Pero ya me pasé de mi espacio otra vez. Usted disculpe. Seguiremos platicando...