Toma forma el Puente Blanco
"Faltan dos tramos, una curva y una recta para enlazar dos partes separadas, destinadas a encontrarse"
CULIACÁN._ La conexión nívea se levanta. Esqueleto pálido forjándose al filo de la soldadura.
Un hombre transforma con su brocha el acero, del café óxido se torna en un refulgente atisbo de modernidad.
Las orillas aún no alcanzan su meta, sin llegar al piso las pesadas losas, de unas 60 toneladas, se conectan al suelo con muros enclavados a tres metros de profundidad, o con los gigantescos pilotes que van unos 20 metros más abajo.
En unas tres semanas estaría completa la obra. Faltan dos tramos, una curva y una recta para enlazar dos partes separadas, destinadas a encontrarse.
Éstas recibirán la losa-cero, material innovador más liviano que el concreto, especial para este tipo de estructura con "alma de acero", formada de varillas, con una gran capacidad de carga.
"Este proyecto viene de Guadalajara, de las ciudades grandes", explica un arquitecto de la obra, pronto a llamarse "Puente Blanco".
Sin estudios, más que su experiencia en la compactación, otro empleado del lugar, Antonio Caraveo, originario de Villa Juárez, está encargado de "su propio pedazo".
"Ya va pa' fuera, lo que 'le cuelga es un polvo ahí', porque nomás le faltan las losas, lo más difícil son los soldadores que andan ahí", dice, mientras con una cinta métrica toma la medida por los costados de unas cuerdas en el suelo terregoso, próximo a desaparecer.
Luis Alberto Ramírez desde niño se dedica a la construcción. Afanado cuela la arena con vigor, los chorros de sudor parecieran nacer de lo más profundo de su casco.
No sólo trabaja en el puente. También da forma al paisaje urbano a su alrededor. Los adoquines esperan silenciosos el momento de su siembra. La banqueta despunta varios centímetros más de lo habitual y los árboles resaltan con sus nuevos cuadros de cemento, a manera de banca, aguardan visitantes a quienes darle sombra.
El pitido de la excavadora en reversa se mezcla con el taladro golpeando la tierra y los cláxons desesperados, agitando, exhortando a que la maravilla deje de ser pesadilla, y se vuelva el despertar de un Culiacán moderno, ágil, evolucionado de la era del concreto a la del ligero metal.