Un hombre con ingenio

08 noviembre 2015

"Además de inventar las pulmonías, don Miguel Ramírez tuvo talento para vivir una vida llena de ideas"

Ariel Noriega

MAZATLÁN.- Antes de las pulmonías, Miguel Ramírez Urquijo ya inventaba, construía anécdotas y era capaz de mantener en vilo a los mazatlecos que leían su columna semanal en el Correo de la tarde.
Detrás del inventor del transporte público que se convertiría en el símbolo de Mazatlán hay una historia que comienza en el seno de una familia donde la cultura y la educación eran parte importante de la familia.
Nació el 25 de noviembre de 1919, el único varón de seis hijos de la familia Ramírez Urquijo, su madre era maestra y su hermana, la mítica Nana Ramírez, pintora, poeta y educadora de cientos de mazatlecos que todavía recuerdan su capacidad para inculcar la inquietud por el arte.
Una de las tías de don Miguel fue Alejandra Ramírez Urrea, inspiración del famoso Vals de Alejandra, y aseguraba que entre sus antepasados estaban Ignacio Ramírez y Sor Juana Inés de la Cruz Ramírez de Asbaje.
Una anécdota que lo pinta de cuerpo entero cuenta que durante una visita a Mazatlán, el Presidente Adolfo López Mateos pidió que le presentarán a alguno de sus familiares y le llevaron a don Miguel.
Para no ir sólo, don Miguel se hizo acompañar por un amigo que le apodaban el "cabezón" y cuando el Presidente le preguntó por su singular acompañante, don Miguel le respondió con mucha seriedad que se encontraba frente a "una de las principales cabezas de Mazatlán".
Sin miedo a nada, don Miguel fue periodista, Juez de Paz, que en aquellos años era el encargado del Registro Civil, comerciante de decenas de negocios diferentes, vendió pan, motocicletas y hasta pianos.
Pero un día decidió construir lo que lo finalmente pensó sería su gran negocio, un transporte público pensado para los mazatlecos.
Miguel Ramírez González, su hijo, recuerda que en aquellos años una mujer sola no podía subirse a un taxi, era algo impensable que una mujer se trasladara en un vehículo cerrado y manejado por un desconocido.
Así que don Miguel se dio a la tarea de construir un vehículo abierto, que no gastara mucho combustible y que soportara las accidentadas calles del puerto.
Las primeras pulmonías fueron un éxito inmediato y de cuatro, en seis años llegó a tener 270 que se repartían en tres turnos porque el Gobierno Estatal sólo le permitió 70 concesiones.
Y en el momento en más dinero había invertido, de un plumazo, el Gobernador Alfonso G. Calderón le arrebató las concesiones para entregárselas a la cooperativa de la que hoy nacieron las uniones de pulmoneros.
A pesar del robo de su trabajo y su idea, don Miguel no se rindió y poco después construiría las "mariposas", unos vehículos parecidos a las pulmonías que rentaba a los turistas y que serían los precursores de las cuatrimotos que se pasean por el puerto.
Su familia lo recuerda como el abuelo que les planteaba problemas matemáticos y acertijos que jamás podían resolver, y como un hombre alegre y siempre dispuesto a llevar adelante una idea.
Muchos de sus proyectos se perdieron en el tiempo, pero uno de ellos recorre las calles del puerto de manera permanente, llevando y trayendo consigo el ingenio de un mazatleco que nació para soñar.