Ya voté, ¿ahora qué?
"La elección del 7 de junio fue una votación muy especial, en la que las redes sociales y las viejas maniobras jugaron un papel preponderante para que la ciudadanía ejerciera un voto diferente"
La elección del 7 de junio fue una votación muy especial, en la que las redes sociales y las viejas maniobras jugaron un papel preponderante para que la ciudadanía ejerciera un voto diferente, tal vez más crítico, de castigo o simplemente deseoso de expresar una necesidad de cambio en nuestro país
En México, ser político se ha convertido en sinónimo de demagogia, impunidad, tráfico de influencias, nepotismo, enriquecimiento veloz e ilícito, despojo y abuso de poder, entre otros.
¿Resultará este contexto determinante en forma negativa, para el actuar de los que ahora comparten como independientes o militantes de nuevos partidos las cámaras y otros escaños?
Una respuesta inquietante
En el año de 1971 un sicólogo llamado Philip G. Zimbardo, catedrático de la Universidad de Standford, de la Licenciatura en Sicología, realizó un experimento social titulado "El experimento de la Cárcel de Stanford".
Se acondicionó una parte de la Institución con tres celdas que recibirían a 9 reclusos que fueron arrestados, leídos sus derechos y fichados en la comisaría del lugar. También se planeó tener 9 guardias que se repartirían las 24 horas del día el cuidado de dicho encierro. La designación de guardia o reclusos, fue a partir del lanzamiento de una moneda, es decir, al azar: así se aseguraba que tuvieran la misma probabilidad de ser carceleros o reos. La participación en el estudio fue de manera voluntaria, más de 40 jóvenes se postularon para las vacantes que participarían en recrear el ambiente de una prisión de esa época.
El estudio duraría dos semanas y estaba diseñado con detalle y cuidado para que demostrara los efectos psicológicos de la cárcel en las personas. La simulación no duró más de 6 días: el comportamiento de los sujetos voluntarios ya sea como carceleros o como prisioneros asumiendo su rol de forma exagerada, hizo que se preguntara la sociedad previa a los ochenta si la maldad en el ser humano se podía hacer aflorar en un contexto específico.
Si adoptar un rol determinado cambiaba tanto a las personas como para hacerlas lo que no son, por ejemplo, ser malvadas, insensibles o carentes de empatía, los resultados provocaron una reflexión profunda acerca de qué tan relevante es el papel del contexto en un afán de sobrevivencia y adaptación, para transformar a las personas. Es decir, si una persona podía naturalmente inclinarse hacia el mal si el contexto es malo. En este mismo sentido, el experimento también fue conocido como el Experimento Lucifer.
Los participantes carceleros investigaron el comportamiento común de los guardias reales de la cárcel estatal y lo que imaginaban que se esperaba de ellos para recrear su personaje. El asumirlo en su totalidad hizo que torturaran, insultaran y sobajaran a los prisioneros, quienes de inmediato, adoptaron un rol depresivo, aceptando tales tratos como normales, y actuando ellos como verdaderos delincuentes en su lucha por el dominio y poder de la cárcel.
Eran personas que al iniciar el estudio se cuidó de que no padecieran ninguna enfermedad mental, física o psicológica. Sabían que era una situación simulada y, sin embargo, su actuar fue tan excesivo que tuvieron que ser tratados psicológicamente luego de suspender dicho experimento. Es decir, su comportamiento asumió las condiciones del contexto y se enfermaron.
Otro contexto: el nacional
El pasado domingo 7 de junio se llevaron a cabo en México las votaciones para elegir a 500 diputados federales, 9 gobernadores y 16 delegados en el DF. Esta ha sido una votación muy especial, en la que las redes sociales y las viejas maniobras jugaron un papel preponderante para que la ciudadanía ejerciera un voto diferente, tal vez más crítico, de castigo o simplemente deseoso de expresar una necesidad de cambio en nuestro país.
Las cosas en México están cambiando. El votante crítico de las pasadas elecciones ya no se conforma con pensamientos tan "normalizados" como "ojalá robe poquito", "robó pero compartió", "bueno, no se llevó todo", "por lo menos hizo algo", etc.
Las votaciones de este año manifestaron un desprecio por este tipo de partidismo y sus métodos, al menos por los más antiguos y funestos. Tan es así, que a los partidos que se les comprobó corrupción, compra de votos en flagrancia, están siendo emplazados por la sociedad en su conjunto, para que el INE les retire el registro, ya que hay evidencia del no respeto a las normas de los procesos electorales, amén de que se les está exigiendo información acerca de los excesivos recursos que usaron, fuera del alto presupuesto que les fue otorgado.
En el estado de Sinaloa el conteo preliminar (PREP) señala que apenas se llegó al 38% de participación electoral y a nivel nacional el porcentaje de votos emitidos de acuerdo con la lista nominal de las casillas cuyas actas se han contabilizado hasta el momento en la PREP declarada por el INE al 9 de junio, indica que se tuvo una participación de alrededor de 47%. El abstencionismo entonces, fue a nivel nacional de 63% y mayor en Sinaloa. En conclusión, hubo una gran cantidad de ciudadanos que enviaron un poderoso mensaje, aún más claro y potente de hartazgo.
Los candidatos independientes que se abrieron paso gastaron mucho menos que los partidos en sus campañas, remaron en condiciones adversas y si se comparan sus resultados con los de los millonarios presupuestos entregados a los partidos, (en la claridad de que los "viejos partidos" fueron en retroceso en votación), esos resultados fueron inefectivos, costosos y sólo indignaron a los grupos más vulnerables que siguen la práctica común de estar dispuestos a vender sus votos ya que implicaban más de una quincena de su salario por el simple acto de votar.
Este contexto viciado del proceso electivo es una farsa en la que se simula el respeto al estado de derecho, para lograr escalar en la clase política sobrevalorada y poco supervisada en su actuar y resultados. Es ilógico participar en una contienda donde se sabe que muchos de los participantes actuarán con impunidad y dolo.
Esto ya pasó y las tendencias resultan claras. Hubo cambios en la configuración de la cámara federal y en los estados, el enojo es evidente, el grito del ciudadano que aún desea jugar con las reglas establecidas es contundente: México tiene que cambiar y para bien.
Las tareas pendientes
Se espera que los elegidos, tengan o no partido, se comporten diferente. Se ansía un político renovado: con valentía para enfrentarse a la corrupción, con vocación de servicio, con deseos de hacer el bien común y lograr el fin para el que fue creado el aparato de gobierno: el horizonte de felicidad del pueblo mexicano. Que defienda nuestros recursos naturales, sea honesto y no piense en solucionar de tajo su vida en términos económicos por medio de la carrera política, no se comporte como los "mirreyes", zanje la brecha entre la riqueza y la pobreza, genere empleos.
Pero, ¿será esto posible si los nuevos gobernantes que desean hacer mejor política no son conscientes del contexto al que se enfrentarán y desde el inicio van blindados para resistir y no sólo jugar su rol lo mejor posible? Mantenerse incólume cuando todo alrededor presiona y orienta hacia el contexto negativo requiere de mucho. Vencer los adagios de "el que no tranza, no avanza", "se aclimata o se aclimata...", "si no roba es porque no quiere", requiere de muchos pantalones, aunque se lleve falda.
Siguiendo con los refranes tan nuestros, "en arca abierta, el justo peca" indica que lo que se requiere es el seguimiento de los ganadores, hayan sido o no electos por uno mismo. El pueblo que votó los eligió: sólo por eso, se han ganado la oportunidad de hacer bien el papel del nuevo político que México urge. En algunos estados de la república este reclamo está siendo exigido a sangre y fuego, cobrando vida de hermanos. Ese es nuestro papel ciudadano. No basta votar, hay que dejar la democracia representativa y caminar hacia la democracia participativa en los hechos.
En el papel, hace mucho que se declaró que estamos en esta transición, sólo que no se avanza: estamos estancados. De nosotros como ciudadanos participativos depende que el contexto no les gane a los nuevos electos, que los que viven ese contexto consideren más de una vez antes de seguir con viejas prácticas, perjudiciales en todos los aspectos.
Tal vez entonces, la gobernanza recobre su papel dirigente y la gobernabilidad crezca en nuestro país. No basta el cambio personal del ciudadano: México tiene muchas personas que hacen el bien, pagan sus impuestos, se esfuerzan por ser mejores personas y aun así, les tocó vivir unas elecciones violentas, amañadas y taimadas. Hay que dar un paso más e ir hacia los hechos y retomar un papel activo en la forma de gobernar nuestro país.
La manera de dar seguimiento como ciudadanos implica estar atentos a sus pasos, vigilar por medio de organizaciones ciudadanas si asisten a sus sesiones, desatar mecanismos para ayudarlos a reflexionar las leyes que aprueban, apoyar las iniciativas hacia un manejo transparente de los recursos y exigir que jueguen limpio.
Por ello, recordar ahora el experimento realizado en 1971 en Stanford es pertinente: si los nuevos representantes se dejan llevar por el contexto, será bajo nuestra complicidad, por no querer salir de nuestra zona de confort y dejarles las arcas abiertas y las riendas de nuestra casa. Continuar con este estado de cosas, llevará a peores resultados: es la crónica de una muerte anunciada.
Posponer el cambio no es opción. Romper el contexto de gobernanza resulta impostergable y es trabajo del pueblo de México entenderlo, asumirlo y hacerlo posible.
La atención sobre el poder
Si "el buen juez por su casa empieza", hay que mantenerse cerca de nuestros representantes municipales, estatales, nacionales, les hayamos dado nuestro voto o no, y exijamos que: al tomar protesta declaren sus bienes, reciban capacitación en temas de la Carta Magna, reciban capacitación en procedimientos acerca del puesto al que fueron designados, reciban capacitación en Derechos Humanos, terminen su mandato antes de ir por otro puesto, declaren un código de ética del político mexicano, antes de que inicien su papel conozcan, analicen y si es necesario, propongan cambios a las Reformas en marcha, discutan y resuelvan la agenda pública, se excluyan del cohecho, nepotismo y favoritismo, aprendan a gobernar de manera distinta, transparente, justa.
No es mucho pedir si se analiza el costo que para el erario representan. En sí sería asegurar que cumplan las funciones para las que fueron electos. Tiene sentido capacitarlos, antes de que entren a gobernar. Evitemos cometer errores de juicio al pensar que ya saben hacer las cosas cuando ha sido evidente, que no es así.
Rompamos el contexto del político mexicano actual, para que no haya más contagiados. Seamos ciudadanos diferentes, activos, y no nos dejemos llevar por nuestro propio contexto de pasividad y permisivismo. No hay que esperar héroes, hay que ser ciudadanos. Romper el contexto actual para evitar el desastre anunciado, es nuestro trabajo.
Después de votar, ¡eso, es lo que sigue!
*Profesora del Campus Sinaloa
Responsable
Ernesto Diez Martínez Guzmán
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diez.martinez@itesm.mx
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