Yuri Zataráin habla sobre su trayectoria en el mundo del arte
"El homenajeado de Norarte 2016 comparte sus experiencias"
Yuri Zataráin es aquel niño que vivió en la Calle Carvajal del Centro Histórico; recostado sobre su cama, veía la fronda del árbol que estaba atrás de su casa. Las ramas y sus hojas lo hacían viajar por horas alrededor de un mundo soñado; de ahí se han desprendido sus ideas, sus emociones, que ha llevado por muchas partes del mundo.
De niño, quiso congratularse con su papá para ganar su afecto; no lo consiguió por mucho tiempo y cada uno de su logros, cada uno de sus reconocimientos, los ha trabajado para convencerlo de que siempre valió la pena ser padre de Yuri Zataráin.
“Cuando era niño, tuve un compañero que dibujaba muy bien. Todos los días me regalaba los dibujos que hacía. Cuando llegaba a casa, se los enseñaba a mi papá y el decía que un día iba a ser el mejor pintor del mundo”, recuerda. “Presumía a sus amigos que yo era muy bueno. Un día les dijo, 'miren, vengan a ver a Yuri; va a ser el mejor pintor del mundo'. Muy asustado, entré a mi cuarto y me puse a copiar los dibujos de mi amigo hasta que me salieron igual”. A partir de ahí, el niño de entonces no dejó de dibujar y a los 6 años ganó su primer concurso de pintura; a los 13 años, montó su primera exposición, como preámbulo a lo que la vida ya le tenía reservado.
“Mi papá me regaló un libro con dibujos de Leonardo da Vinci, un amigo mio tenía un libro de la obra de Alberto Giacometti; eso marcó mi vida porque la mayor influencia”, admite.
“En la primera etapa de mi vida, fue este artista. Me fascinaba, la primera vez que estuve en Nueva York estaba en el MOMA (Museurm of Modern Art) una retrospectiva de Giacometi. Fue muy emocionante”.
La única manera que tenía Yuri Zatarian de acceder a la obra de Da Vinci y Giacometti eran los libros en Mazatlán, pues no había otra manera de acercarse entonces al arte.
“Cuando viví en Mazatlán, la casa donde crecí, estaba en la Calle Carvajal, en el Centro. Cuando tenía 14 años me di cuenta que en la casa familiar había escasez y ya no salimos de vacaciones en el verano”, confiesa.
“Tomé conciencia de que mi familia no iba poder apoyarme para irme a estudiar fuera y eso era muy importante para mí. Atrás de mi recámara, había un gran árbol y pasaba mucho tiempo viendo sus ramas, que se movían con el viento”.
Y con ese aire que soplaba entre las ramas del árbol de su adolescencia, Yuri comenzó a dar rienda suelta a su mente y ponerse a visualizar situacones, en las que él compartía su arte, que después se haría realidad.
“Dejaba que mi imaginación volara. Me imaginaba que viajaba, que conocía muchas personas y visitaba museos, que exponía en lugares de diferentes partes del mundo”, dice abrendo su corazón y el baúl de los recuerdos.
“Entre muchos sueños que me provocaba ese mundo de hojas y ramas, siempre vuelvo a ese árbol. Ahora lo veo desde el otro lado, pero sigue provocando mi imaginación”.
Una abuela inolvidable
La mayoría de las personas tienen alguien que, de una u otra forma, ha influido en sus vidas, ya sea en lo personal o laboral, y para Yuri, esa influencia la recibiría de su abuela, con quien cultivó una amistad.
“Mi abuela Maria Luisa Zataráin era una mujer muy fuerte, que siempre trabajó mucho. Era la matriarca de la familia, siempre tuvo solvencia económica, fui con ella para pedirle trabajo, y me dijo que no tenía nada para mi”, revela.
“Le dije que le limpiaba la casa, me dijo que tenia tres personas que hacian eso. Se me ocurrió que podía pintarle la casa, empecé con una pared y terminé pintando toda la casa, asi empece una relación estrecha con mi abuela”.
Ese vínculo que se formó entre ellos, le ayudado en la actualidad para aplicar lo que aprendió de esa mujer de temple sólido, sobre todo cuando se trata de acuerdos en el mundo de los negocios.
“Tenia 18 años, estudiaba en el ICO y egresé de esa escuela en 1990, fue un par de años antes que empece a ayudarle a mi abuela a administrar sus cuentas y nos hicimos muy amigos”, amplía.
“Cuando le dije a mi papá que quería estudiar en Guadalajara, me corrió de la casa y mi abuela me ayudó a irme a Jalisco para empezar a forjarme un futuro. Aprendí muchas cosas de ella. Cuando tengo juntas con empresarios, recuerdo sus consejos, su sabiduría y sigo aplicándolos”.
Dos mundos: industrial y diseño de arte
Yuri estudió Diseño Industrial en la Universidad Autónoma de Guadalajara porque esa carrera implica un proceso creativo, el cual es imprescindible para materializar las ideas y emociones, plasmándolos en una obra de arte.
“Siempre me ha gustado la creación de objetos. Me preguntaba cómo surgió la creación de una taza, a quién se le ocurrió primero, me fascinaba pensar en esas cosas, me han gustan los objetos”, reflexiona.
“Me imaginé que estudiando esa carrera podría desentrañar todas esas inquietudes. Cuando termine de estudiar, busqué un lugar en el mundo del arte, pero me di cuenta que con eso no podía sobrevivir”.
Con esta inquietud en mente, él pudo conseguir empleo con un diseñador industiral al ganar un premio de arte, pues ese galardón le abrió las puertas, además de probar las mieles del éxito.
“Entonces me busqué una nueva vertiente en el arte contemporáneo, en el que el diseño industrial y el arte se conjugan en mi propuesta.Utilicé las técnicas y las herramientas que existen en el mundo del diseño, puestos al servicio del arte”, explica.
Acercando esos dos mundos, el diseño de arte con el de la industria, realizaba un diseño artesanal y lo enriquecía con herramientas de lo industrial, impregnó sobre cerámica materiales que no se había logrado integrar.
“Uno de los primeros productos que lograron tener un impacto en un gran número de personas fue unos grandes cerámicas con figuras dibujadas a mano a lápiz, con carbones, eso fue considerado como una inovación en el mundo del arte y del diseño industrial”, comenta.
“Lo mío no era utilitario, aunque parecía. Las personas se preguntaron qué era, una escultura un objeto de arte o una taza. Al principio, en Nueva York, pensaban que era ruso por mi nombre, entonces surgió un interés especial por las propuetas que tenía”.
Entre Estados Unidos y México
Esos tres años, que estuvo trabajando con la compañía de Estados Unidos le enseñaron a Yuri Zatarian como colocar en el mercado sus obras, que entre sus primeros compradores tuvo a celebridades del espectáculo.
“Unas de mis primeras clientas fueron Salma Hayek y Demi Moore. Durante un tiempo viví en Nueva York por temporadas; después, me fui a vivir a Oaxaca y viajaba a Miami. Todo el tiempo estaba yendo y viniendo entre esas ciudades”, comenta.
“Conseguí un contrato para la compañía Cravet, trabajaba unicamente para ellos y me sugirieron que viviera en Oaxaca para que los diseñadores de Guadalajara no copiaran mis diseños”.
Entonces, se asoció con unos amigos que lo conectaron con un representante en Estados Unidos, quien consiguió que sus obras se expusieran en galerías de Milán, Nueva York, Atlanta, Verona, Houston, Dallas y San Francisco.
“Los que diseñaba eran objetos exclusivos; soy como una máquina, trabajo exhaustivamente, siempre estoy produciendo; es como una necesidad, es como una compulsión creativa, mis asistentes me ayudan a eficientizar todo ese proceso”, aclara.
“Había veces que no dormía creando. Cuando yo lo creaba en mi estudio, en Nueva York lo estaban reproduciendo. Siempre hay algo diferente en cada una de las obras que creo.
Tambien cuenta que firmó un contrato por cinco años con un representante de Carolina del Norte, que lo llevó a trabajar con hoteleros, pero de esa experiencia, no guarda buenos recuerdos.
“El me llevó con clientes muy importantes, hoteleros que tienen espacios en todo el mundo. Cuando terminó el contrato, yo tenía abierto todos los mercados importantes de las ciudades claves del mundo. Después de una expo en Rusia, regresé con la sorpresa de que me había robado todo”, señala.
“Esa experiencia me dejó sin mis asistentes, sin las nueve galerías que tenía en Mexico, sin recursos. Sucedió hace cuatro años, pero eso abrió otras posibilidades y recibí un premio de las artes en Roma”.
La energía del arte
Ahora, entiende que lo que le sedujo de la obra de Giacometti fue el minimalismo, pues no se considera un artista abstracto porque le encantan los tonos grises, tanto que hasta lo visten.
“Mi ropa evidencia eso, mi ropero es de grises, blancos, negros azules. Lo que obtengo de Giacometi es la emoción que a mi me produce estar frente a sus obras”, comparte.
“Cuando el artista está creando, hay una energía que uno toma y la mete en la obra, sucede en unos segundos de magia, esa luz se vuelve algo poderoso, cuando las personas están frente a las obras empiezan a sentir esa energía”.
Agrega que esa situación no es exclusiva de la srtes visuales, ya que eso también pasa con la literatura, con la música, en que el artista es un canal para trasmitir esa energía.
“Las obras de arte tienen un gran poder, son herramientas para transmitir energía. Mis obras producen cosas hermosas como el amor, el enamoramiento. Soy una persona que se encuentra en un canal de poder: ser el conductor de esa energía”.