2019, un año agrícola muy complicado

Juan de Dios Trujillo
07 septiembre 2019

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Este año terminó siendo muy complicado para la comercialización del maíz, de manera que ahora se ve como necesaria la planeación de cultivos. Varios factores interactuaron para que los productores de granos se volcaran hacia el maíz en la temporada 2018-2019. 

 

Primero, el nivel de ingreso objetivo establecido para dar salida a la cosecha en el año anterior hizo que la siembra de maíz en la temporada que concluye fuera más atractiva frente a otras posibles alternativas. Segundo, se preveían precios de mercado bajos en granos como el garbanzo o el frijol a causa de existencias que no habían encontrado salida. Tercero, la promesa de Andrés Manuel López Obrador, que siendo candidato dijo que se establecerían precios de garantía y se aumentaría significativamente el precio del maíz, lo que finalmente quedó únicamente para productores de muy bajos ingresos en regiones del sur-sureste del país. Cuarto, los productores no respetaron acuerdos para destinar parte de la superficie a cultivos de baja demanda de agua, dada su escasez. Quinto, el recorte del presupuesto aprobado para 2019, que restringió la posibilidad de apoyos a la comercialización, así como la inexperiencia del nuevo equipo en la Sader (antes Sagarpa) respecto a la forma de tratar con la agricultura comercial, aspectos que dieron lugar al retraso en la toma de decisiones.


Adicionalmente, se arrastraban problemas en la comercialización de la cosecha correspondiente a la temporada agrícola 2017-2018. El gobierno tenía adeudos con compradores, los cuales sentían que habían salido perdedores en la temporada anterior y eran renuentes a sentarse a la mesa de negociación con Aserca. En particular, estaban en desacuerdo con la magnitud de la “base” fijada por la Sader para este ciclo. Cerrar el proceso que implicaba la agricultura por contrato resultó complicado. Una parte de los acopiadores condicionaron el cierre de contratos a la entrega de una cuota, en el intento de trasladar al productor parte del costo de comercialización.


Por otra parte, los productores, ante el incremento de sus costos, presionaron por la actualización del nivel de ingreso objetivo, lo cual finalmente ocurrió.


De acuerdo con los datos de SIAP-Sader, hasta julio de 2019, la superficie destinada en Sinaloa a maíz fue de 488.5 mil hectáreas, que es una superficie menor a la sembrada en otoño-invierno de 2018 (524.7 mil hectáreas). Sin embargo, se obtuvo una producción ligeramente mayor en este año, 5.9 millones de toneladas. El año pasado la producción registrada fue de 5.8 millones de toneladas. Este resultado se debe al aumento de los rendimientos, que pasaron de un promedio de 11.1 toneladas por hectárea a 12.2.


La producción de maíz de Sinaloa es abrumadoramente de maíz blanco, pero el mercado para este tipo de grano es prácticamente menor a la mitad de lo que se produce, de ahí que encuentre salida vendiéndose como si fuera maíz amarillo a productores pecuarios. Los cuales lo compran siempre que su precio de mercado sea igual o más bajo al precio que determina el maíz importado puesto en la zona de consumo. Sin embargo, los productores de Sinaloa no son competitivos frente a ese precio. Si no hubiera transferencias públicas, buena parte de los productores de maíz ya estaría fuera del mercado.


La experiencia de Sinaloa en la comercialización del maíz blanco muestra lo complicado que es encontrar mercado para una producción que excede ampliamente a la demanda, sin intervención pública y sin las consiguientes transferencias de dinero de los contribuyentes a favor de los productores. En especial cuando los precios para el maíz amarillo muestran una tendencia a la baja en los mercados internacionales, ya que es ese producto el que requieren los productores pecuarios y la industria almidonera. Pero a largo plazo es insostenible un esquema de producción y comercialización basado persistentemente en transferencias públicas.


Una manera de reducir el desequilibrio entre oferta y demanda es mediante la restricción de la oferta, recurriendo a la planeación (programación de superficie de siembra a corto plazo, más propiamente). No obstante, la superficie liberada de maíz debe encontrar un uso alternativo si se considera indeseable la concentración de la propiedad. Lo cual requiere la búsqueda a mediano y largo plazo de nuevas especializaciones en cultivos (propiamente planeación). Uno de posibles opciones de cultivo podría ser maíz amarillo. En tal sentido, se requiere de la articulación entre organizaciones de productores y autoridades responsables del diseño de programas de política, de inversión y regulación, y de consistencia en el tiempo.


Otra vía es la reducción de costos de producción, lo cual depende sustancialmente de la decisión del productor, no tanto del gobierno. El sistema dominante en la producción de maíz en Sinaloa es de rendimientos crecientes a costos crecientes, no de bajo costo y controlado. Es, además agresivo con el suelo y los recursos. Sin embargo, los productores han sido muy lentos en abordar el problema, según lo muestra el insatisfactorio avance en la labranza de conservación y en la adopción de métodos orgánicos de producción.