¿A dónde va México?
Desde que el General Manuel Ávila Camacho dejó la Presidencia en 1946 los militares no habían tenido tanto poder como ahora con Andrés Manuel López Obrador.
La estabilidad económica y social que trajeron tanto el gobierno de Lázaro Cárdenas como el fin de la Segunda Guerra Mundial contribuyeron sustancialmente a que los generales cedieran el poder a los civiles, los cuales bajo la conducción de Miguel Alemán iniciarían otra etapa en la historia política de México. No obstante, los militares liderados por el General Henríquez Guzmán, insatisfechos con el giro ideológico hacia la derecha del primer Presidente civil del régimen de la Revolución de 1910, rompieron con el PRI en 1952, partido que ya había eliminado al sector militar de sus estructuras, y lanzaron la candidatura presidencial de Henríquez Guzmán. A este se le reconocieron poco menos del 16 por ciento de los votos y sus seguidores alegaron un fraude que los llevó a intensas movilizaciones e intentonas de un levantamiento armado. Henríquez no lo permitió y se disciplinó al PRI y al nuevo Presidente, Adolfo Ruiz Cortines.
Los militares no dejaron de tener presencia política en el País, varios fueron gobernadores y/o tuvieron importantes cargos en el Gobierno federal, como el General Alfonso Corona del Rosal, quien fue Gobernador del Estado de Hidalgo y Jefe de Gobierno del Distrito Federal durante el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz; pero también jugaron un papel central para reprimir movimientos sociales relevantes como el ferrocarrilero de 1958, el estudiantil de 1968 o el zapatista en 1994, entre otros.
Sin embargo, con el creciente fortalecimiento de los grupos criminales, particularmente con la expansión geométrica del narcotráfico desde los años 70, cuando se impulsa en Sinaloa la Operación Cóndor bajo el mando de los militares, estos empiezan a aparecer cada vez más en el escenario social y político mexicano. Pero es con Felipe Calderón, más por necesidades políticas de legitimidad ante la manera fraudulenta que había llegado a Los Pinos que por una estrategia clara de combate a la delincuencia que, al declarar la guerra al narco, las Fuerzas Armadas irrumpen con un enorme protagonismo en el escenario nacional.
Esa presencia era tal que Andrés Manuel López Obrador hizo de su crítica una de los aspectos fundamentales de su campaña presidencial. Sin embargo, no sabemos por el momento -quizá los papeles de los hackers Guacamaya den a conocer más- si el ahora inquilino de Palacio Nacional solo simulaba o tenía acuerdos secretos con los militares para cederles el poder que ahora estamos viendo.
Lo cierto es que el actual Gobierno de México es uno de los que más presencia militar tiene en el ámbito latinoamericano. Nuestro país, al lado de Costa Rica, se había destacado por ser, no precisamente una democracia pero sí uno de los dos gobiernos civiles que había en América Latina en la década de los 70 y parte de los 80.
La mayoría de esos gobiernos militares fueron brutales dictaduras militares, donde sobresalían por su inclemencia Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Bolivia, Nicaragua, Guatemala, en fin, casi todos.
¿Qué es lo que estamos viendo en México?
No son pocos los comentaristas, varios de ellos los podemos leer en las páginas de Noroeste, quienes sostienen que ya padecemos una dictadura, no dicen que militar sino civil, encabezada por López Obrador.
Decir tal cosa es insostenible conceptualmente y empíricamente tampoco es demostrable. Si fuera cierto, no escribiríamos como lo hacemos en Noroeste, o Reforma dice lo que dice o en casi toda la radio y televisión mexicana un día sí y otro también se critica severamente a AMLO y a la 4T. Cualquier hijo de vecino que visite Nicaragua o Cuba, haya estudiado lo que pasó en las dictaduras militares o simplemente haya platicado con quienes las padecieron entenderían la enorme diferencia entre sufrir un régimen dictatorial y el actual gobierno hiperpresidencialista y populista que preside el macuspeño.
Pero, ¿podría haber una dictadura militar en México con los cambios constitucionales que se han dado estos últimos días?
Los militares ya gozan de una enorme presencia en el actual gobierno, como nunca en casi 80 años y, aunque espían a actores sociales y políticos incluso del mismo Morena, no han ido a sacar de la cabellera de sus casas y trabajos a los críticos del Gobierno, como sí lo hicieron durante la llamada Guerra Sucia de los 70 y lo hacían y lo hacen todas las dictaduras militares en AL.
Los actuales mandos militares no llegarán a ese estado de cosas mientras AMLO goce de una amplia popularidad, pero nada garantiza que, ya con tanto poder y respaldo constitucional, y conforme aumente el descontento social, haya jefes y corrientes militares que se inclinen por la represión abierta, no a los delincuentes, sino a los civiles y actores políticos democráticos que no desean el protagonismo militar en la conducción del Estado. Así ha sido en escenarios históricos de complejidad social y tórrida lucha política en el mundo. Esperemos y luchemos porque no sea así.
Me da la impresión que la renuncia de Tatiana Clouthier, una mujer íntegra e inteligente, al Gabinete de López Obrador obedece justamente a su desaprobación a los cambios constitucionales que le otorgan más poder a las Fuerzas Armadas. Si no es así, es por eso y todo lo demás. No aguantó más.