Aprender a compartir

Rodolfo Díaz Fonseca
18 noviembre 2021

El tema de la columna de ayer, “Practicar la solidaridad”, está intrínsecamente unido al de hoy: “Aprender a compartir”.

En efecto, quien practica la solidaridad deberá aprender a compartir, puesto que no se puede ser solidario de “lejecitos” ni de “a mentiritas”.

El compartir ha sido celebrado por todas las filosofías y religiones. Epicuro de Samos, a quien se califica sumariamente como hedonista y materialista, señaló: “Debemos buscar a alguien con quien comer y beber antes de buscar algo que comer y beber, pues comer solo es llevar la vida de un león o un lobo”.

Si giramos de la filosofía a la religión, encontraremos la enseñanza de la madre Teresa de Calcuta, quien dijo que le contaron el caso de una familia hindú con ocho hijos, que tenía varios días sin comer:

“De modo que tomé algo de arroz y me fui a verlos. Vi cómo brillaban los ojos de los niños a causa del hambre. La madre tomó el arroz de mis manos, lo dividió en dos partes y salió. Cuando regresó le pregunté: qué había hecho con una de las dos raciones de arroz. Me respondió: “Ellos también tienen hambre”.

Esa mujer hambrienta sabía que sus vecinos musulmanes tampoco habían probado bocado. “Quedé más sorprendida de su preocupación por los demás que por la acción en sí misma”, subrayó la madre Teresa.

Y concluyó: “En general, cuando sufrimos y cuando nos encontramos en una grave necesidad no pensamos en los demás. Por el contrario, esta mujer maravillosa, débil, pues no había comido desde hacía varios días, había tenido el valor de amar y de dar a los demás, tenía el valor de compartir. Frecuentemente me preguntan cuándo terminará el hambre en el mundo. Yo respondo: Cuando aprendamos a compartir”.

¿Aprendo a compartir?