Así canta Sinaloa en defensa propia
Lázaro Fernando y el arte pacificador

Alejandro Sicairos
06 noviembre 2025

Evidencia irrefutable de que la cultura sí contribuye a la construcción de paz, el martes se despidió de los escenario el espectáculo “Así canta Sinaloa para el Mundo”, con guion y dirección del actor y productor Lázaro Fernando Rodríguez, y un público que ovacionó de pie a los artistas y, además, sin que nadie lo indujera gritó al unísono una porra para Culiacán que significó el “no estás solo” ofrecido a la capital del estado que intenta por todos los medios salir ilesa de la narcoguerra.

Las bellas artes ajustadas a las capacidades de asimilación y comprensión de las audiencias rinden frutos tangibles y medibles a corto plazo. Quizá la reconfiguración de los métodos para democratizarlas es el acierto reciente del Instituto Sinaloense de la Cultura que ha asumido la misión que le corresponde frente a la tenaz tentativa del crimen por imponer la barbarie. Por ello al menos 500 personas ofrecieron con unanimidad lo que sin duda es la cereza del pastel para el montaje escénico multidisciplinario que desde que fue estrenado en 2022 recorrió varios municipios como bandera blanca cruzando territorios de seguridad pública comprometida. El resorte de la expectativa por recuperar para los pacíficos la tierra de los once ríos que nos arrebataron, levantó de la butaca a los espectadores al ofrecerle el testimonio de amor a la Perla del Humaya.

Inclusive Lázaro Fernando es escéptico en lo que pueda lograr por sí sola la cultura para que el tejido social se inmiscuya en el viraje desde la violento a lo civilizado, pues cree que el éxito en tal cometido tiene que ver con la concatenación de políticas públicas y participación ciudadana en el combate a la pobreza, educación con propósito y las artes al alcance de todos.

Sin embargo, desde la suspicacia natural del creador de espectáculos, él ha logrado conjugar disciplinas como el canto; danza clásica, regional y acrobática; coros de ópera; orquestas o solos con los mejores músicos; actores y técnicos de sonido e iluminación, llevando a escena a más de 40 personas cuya sincronización en un mismo guion al estilo teatro revista constituye el reto colosal. Ya lograda tal fusión todo lo ponen en movimiento la mezzosoprano Oralia Castro y el tenor Ricardo Rodríguez.

Es difícil resaltar a tantos virtuosos y compañías artísticas que le dan sentido al aplauso unánime y reconfortante, pero el mayor grado de dificultad está en obtener las palabras adecuadas para describir la apoteosis que se vivió el 4 de noviembre en el Teatro Pablo de Villavicencio. La emoción causó el efecto de piel de gallina y el choque de las palmas de las manos fue la onomatopeya de la paz, ya no más la apología a una crisis de la seguridad pública de la que ya queremos salir.

En las palabras de despedida, el director Lázaro Fernando apeló al derecho de todos los sinaloenses, en particular de los culiacanenses, a tener estos encuentros con la cultura, a abrirle espacios al esparcimiento, que tal vez no operen mucho en la culminación del conflicto criminal pero sí recargan el espíritu para resistir mientras desde cada ciudadano y familia construimos la paz que nos urge.

No dado a colgarse medallas ni decretar el deber cumplido, la sencillez sería entonces otro de los méritos de quien durante más de cuatro décadas se dedica en cuerpo y alma a la actuación, producción y guionista de espectáculos, lo cual lo hizo merecedor en diciembre de 2024 del Premio Sinaloa de las Artes. En 2017 la Fundación Cultural y Social Cofradía Teatral de Barranquilla, Colombia, lo homenajeó por su trayectoria como director y actor de teatro.

Lázaro Fernando es especialista en la labor de acercar la cultura a sectores populares donde hace la función de bálsamo que no cura pero sí mitiga el sufrimiento social derivado de abandonos, discriminaciones y brechas de diversas índoles. Hay que recordar, por ejemplo, que la obra “Viejo lobo de mar”, con la cual recorrió en 2019 las comunidades pesqueras de Sinaloa, más que un espectáculo lo que significó fue una investigación de antropología social que mostró a este sector productivo con sus sueños y pesadillas.

Y como siempre prepara nuevas carteleras, hay que saber con qué otras artes le hará frente ahora a la perniciosa narrativa de la narcoguerra. Por lo pronto nos mostró con absoluta claridad que Sinaloa acude a sus autores y cantautores como única ruta posible que nos evacúe del sollozo extensivo en el cual todos somos damnificados.

Cuando la pena nos corroa,

En este valle de lágrimas,

Que nos recuerden las ánimas,

Que así canta Sinaloa.

Este realismo mágico en plena era de la Cuarta Transformación convierte en guasa la agresión que sufrió la Presidenta Claudia Sheinbaum cuando al recorrer a pie el Centro Histórico de la Ciudad de México un hombre en estado de ebriedad perpetró contra ella acoso y violencia de género. Y si acaso ese hecho no logra afligirnos por mostrar el peligro latente contra las mujeres en general, al menos reparemos en la ineficiente seguridad en torno a la Mandataria que la coloca en situación de riesgo en la coyuntura de la indignación nacional por el caso Uruapan. Pero somos expertos los mexicanos en esconder las preocupaciones colectivas detrás del humor trágico.