Auditoría antes que reingeniería financiera
Es evidente que la Universidad Autónoma de Sinaloa necesita una reingeniería financiera. Sin embargo, el punto central no es la reingeniería en sí, sino cómo se llevará a cabo y quiénes serán los responsables de ejecutarla.
La narrativa oficial sostiene que los trabajadores universitarios no queremos enfrentar los problemas financieros, pero nada está más alejado de la realidad. Estamos deseosos de contar con una institución financieramente sana, aunque para lograrlo primero es indispensable recuperar la confianza en la administración.
La desconfianza de los trabajadores hacia la administración está justificada. Ejemplos de ello son el pago incompleto de la prima vacacional de este año, el adeudo de 13 meses de becas al desempeño académico (un recurso etiquetado) y la incertidumbre cada diciembre sobre el pago de aguinaldos. A ello se suman compras a sobreprecio en años anteriores que nunca fueron aclaradas.
Tampoco puede olvidarse que en 2008 se creó un fideicomiso para atender las jubilaciones, el cual se desplomó en 2015 debido a la deficiente gestión de la administración de ese momento, integrada en gran parte por los mismos funcionarios que hoy permanecen en la dirección universitaria. Surge entonces la pregunta: ¿por qué ahora podrían hacerlo bien?
Un paso importante para recuperar la confianza en la administración sería permitir una auditoría independiente que evalúe el estado actual de las finanzas universitarias.
La actual inestabilidad política y financiera de la UAS ha permitido conocer a detalle la firmeza del grupo de jubilados en la defensa de sus derechos.
Su estrategia ofrece lecciones valiosas a los trabajadores activos, que haríamos bien en aprender y más aún en respaldar.
En su mayoría, los trabajadores activos han adoptado una postura pasiva. Con excepciones destacadas, han evitado la acción directa. Como consecuencia de esta estrategia pasiva, nuestras propuestas carecen de peso frente a la administración.
No es la primera vez que ocurre. La misma actitud pasiva nos dejó fuera de la reforma a la Ley Orgánica en el 2024 y también de la elección reciente de Rector, con las consecuencias que hoy padecemos.
En contraste, los jubilados han sostenido una estrategia de acción directa. Desde conferencias de prensa, mítines, hasta intensas campañas en redes sociales y manifestaciones en el palacio de gobierno estatal y en la Ciudad de México. No han dejado de defender sus derechos.
Su postura es clara. La jubilación dinámica no debe modificarse. Incluso, no han presentado propuestas de reestructuración porque no reconocen que deba cambiar.
Esa determinación los ha llevado a obtener resultados. Ya se observa un cambio en el discurso del Rector y una modificación a la propuesta original, que pretendía aplicar un descuento uniforme del 20 por ciento a todos los jubilados.
La diferencia de estrategias entre activos y jubilados es contrastante. Mientras ellos parten de la movilización y la presión para luego influir en las propuestas, nosotros lo hemos hecho al revés. Discutimos alternativas de reingeniería financiera sin un movimiento que nos respalde o represente. Por ello la administración no muestra interés alguno en tomarlas en cuenta.
La estrategia debe modificarse. Es indispensable integrarnos para defender nuestros derechos y, al mismo tiempo, la calidad educativa de la institución.
No olvidemos que cualquier reingeniería también tendrá efectos en el modelo académico. Por ejemplo, ya se ha planteado la posible fusión de unidades académicas sin que medie un análisis previo sobre su pertinencia o efectividad, ni en el plano financiero y mucho menos en el educativo.
Para avanzar, debemos reconocernos como lo que somos: trabajadores asalariados. Seamos activos o jubilados, académicos, administrativos o de confianza. Solo unidos podremos enfrentar los riesgos que amenazan nuestros derechos.
La realidad es elocuente. Antes de discutir entre nosotros cualquier reingeniería debemos organizarnos y conformar un frente común que represente y defienda los intereses de todos los trabajadores. Después de esto, podremos sentarnos a la mesa con la administración, en condiciones de negociación equitativas, para lograr acuerdos sólidos basados en la búsqueda de soluciones sostenibles.
Para terminar, enfatizamos dos puntos centrales de este artículo. Primero, la comunidad universitaria está a favor de una reingeniería financiera, pero antes es indispensable recuperar la confianza en la administración. Segundo, los trabajadores en su conjunto debemos hacer un frente común para construir soluciones sostenibles para la UAS. Este frente nos permitirá, en una etapa posterior, dialogar con la administración y avanzar en el fortalecimiento tanto de la estabilidad financiera como de la calidad académica de nuestra máxima casa de estudios.