Café científico: educación y seguridad pública
El Café Científico de la Coordinación General para el Fomento a la Investigación Científica e Innovación del Estado de Sinaloa (Confie) es un espacio de diálogo académico en el que investigadores del Sistema Estatal de Investigadores y Tecnólogos (SSIT) abordan temas de impacto público desde múltiples disciplinas.
En esta ocasión, el tema fue “Educación y Seguridad Pública desde un Enfoque Cuantitativo”, un intento por mirar el fenómeno de la violencia a través de herramientas educativas, computacionales y sociales. La sesión contó con la participación de especialistas de la Universidad Pedagógica del Estado de Sinaloa (UPES) y de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), en áreas como Humanidades, Ciencias de la Conducta, Física, Matemáticas y Computación. La grabación estará disponible próximamente en las redes sociales del Confie.
La violencia, como fenómeno multifactorial, no puede entenderse ni enfrentarse desde una sola perspectiva académica. Su complejidad exige un abordaje interdisciplinario que combine metodologías cuantitativas y cualitativas, capaces de identificar patrones ocultos, dinámicas sociales no lineales y factores de riesgo emergentes.
En ese marco, disciplinas como la estadística, la teoría de juegos o el análisis de fractales pueden contribuir a entender cómo se reproduce -y cómo podría interrumpirse- el ciclo de violencia en contextos como el sinaloense.
Durante el café se plantearon algunas preguntas como:
1. ¿Cómo influye la formación académica en la prevención de conductas violentas?
2. ¿Qué estrategias de política pública pueden mitigar el impacto de la violencia a través de la educación?
3. ¿Qué papel debe tener la comunidad educativa en generar entornos más seguros?
Las y los participantes coincidieron en que sí existe una relación entre el nivel educativo de una población y su vulnerabilidad ante contextos de inseguridad. Sin embargo, esta relación no es lineal ni directa: depende de múltiples variables que van desde el entorno familiar hasta el acceso a oportunidades. Por ello, la educación debe entenderse no sólo como instrucción académica, sino como un proceso social que contribuye a generar entornos más estables y resilientes.
En este punto, la aplicación de modelos cuantitativos adquiere especial relevancia. Por ejemplo, el uso de análisis estadísticos para identificar zonas con mayor incidencia de abandono escolar y su relación con delitos violentos, o el modelado de dinámicas fractales -patrones que se repiten a distintas escalas- para estudiar cómo la violencia se propaga como si fuera una epidemia social.
Los fractales, como los que observamos en copos de nieve o estructuras geológicas, pueden ayudarnos a comprender cómo pequeños focos de violencia se replican en distintas regiones con similitudes sorprendentes.
Uno de los temas más discutidos fue el papel de las instituciones educativas en la generación de propuestas y soluciones contextualizadas. Se subrayó que las universidades no deben limitarse a formar profesionales, sino también a producir conocimiento útil para las políticas públicas.
Esto requiere un esfuerzo institucional para construir planes de trabajo que involucren a investigadores, autoridades educativas y sectores de la sociedad civil.
En este sentido, se destacó que la Universidad Autónoma de Sinaloa cuenta con más de mil investigadores en el SSIT y otros 600 en el Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores. Sin embargo, sólo una fracción de ellos trabaja activamente en temas vinculados a seguridad pública. Ampliar esa participación es una tarea urgente, y espacios como este Café Científico pueden ayudar a consolidar agendas colectivas y colaborativas.
Como resultado de la sesión, se propuso organizar un foro más amplio en el que se convoque a un mayor número de investigadores y se profundice la discusión desde otras disciplinas: psicología, urbanismo, derecho y ciencia de datos, entre otras. La intención es avanzar hacia una red de colaboración interinstitucional orientada a diagnosticar y atender, con rigor científico, uno de los principales desafíos sociales del estado.
Para concluir, vale la pena reiterar que el conocimiento científico debe dialogar con las problemáticas sociales de su entorno. No es necesario ser experto en violencia para aportar desde la docencia, la ciencia básica o la innovación tecnológica. Promover espacios como este no solo favorece la comprensión del fenómeno, sino que también abre la puerta a construir propuestas concretas.
Romper el ciclo fractal de la violencia requiere escuchar, colaborar y proponer desde todos los frentes del saber.