Cernir y discernir

Rodolfo Díaz Fonseca
28 junio 2022

Hoy, a las 19:00 horas, en el Centro Centenario Sinaloa de las Artes, se presentarán los libros Cernir el alma y Discernir con calma, compendio de la columna Éthos, publicada por este servidor en Noroeste entre 2015-2019, antes de la pandemia.

Precisamente, este acontecimiento que aún nos ocupa y preocupa difirió la presentación de los tomos V y VI, que generosa y desinteresadamente patrocina desde el inicio el ingeniero Heriberto Kuroda, y han sido publicados por Andraval Ediciones, bajo la dirección de Maritza López. Los comentaristas serán Elizabeth Moreno y Samuel Ojeda.

¿Por qué cernir y discernir? Porque es necesario separar lo accidental de lo fundamental, como hacemos con un colador en la cocina; y, una vez realizada esta operación, elegir con detenimiento la ruta o sendero a tomar.

Desde antiguo, el ser humano pretendía conocer lo que deparaba el destino a través de oráculos o sibilas. Lógicamente, las premoniciones no eran claras, como testimonió Heráclito: “El señor a quien pertenece el oráculo que está en Delfos no afirma ni oculta, sino que indica”. El mismo filósofo, señaló: “La Sibila con boca insensata dice a través del dios cosas sin risa, ni ornamento ni ungüento”-

Platón, en el diálogo Timeo, fue más prudente: “sólo a quien es cuerdo le conviene hacer y decir lo que le concierne y conocerse a sí mismo”. En el diálogo Eutidemo precisó que al elegir nos encontramos dentro de un laberinto, por la complejidad de la elección y discernimiento.

Laberinto, dice la etimología, proviene de labor e intos; es decir, de trabajar dentro. El más famoso laberinto fue el de Creta, que construyó Dédalo para encerrar al Minotauro, el cual fue vencido por Teseo gracias al hilo que le proporcionó Ariadna para encontrar la salida del laberinto.

¿Cierno y discierno?