Como anillo al dedo

Pablo Ayala Enríquez
04 abril 2020

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pabloayala2070@gmail.com

El meteorito aún no termina de caer, pero es relativamente fácil intuir la circunferencia del cráter que dejará. Tras su caída nada será igual. El impacto será terrible. Algunos de sus efectos aparecen como eso que las carreteras del desierto anticipan en su tramo final. Trabajo, escuela, salud, rutinas, equilibrio emocional, familia, el sentido del tiempo, nuestro futuro, cambiará.

Quizá a eso se refiere el Presidente cuando afirma que estamos en una “crisis transitoria”, la crisis que se vive ante la inminente llegada de un inesperado meteorito que, inevitablemente a muchos aplastará; después habrá que hablar de la otra crisis, la peor, la del día después de la caída del meteorito. ¿Existe un término exacto para comprenderla y nombrarla?

En ese sentido, como dijo el Presidente, “nos viene como anillo al dedo” que esta noche nos explique claramente cuál es el plan de Estado que nos permitirá mantenernos en pie y continuar con nuestras vidas. Necesitamos que nos hable sin maromas lingüísticas, sin las absurdas y cansinas mentiras que suelta como verdades en sus “mañaneras”, sin titubeos, parloteos, sin fantasías, dejando de lado sus complejos, sin meter la mano a una chistera de donde solo salen trucos baratos, sin descalificativos, sin escupirnos el purulento y hediondo veneno que le genera su desesperación e incapacidad. Esta noche necesitamos confirmar que México es dirigido por un hombre de Estado, y no por un candidato de lengua flamígera que se siente y piensa en campaña. Hoy, más que nunca, nos-viene-como-anillo-al-dedo, que el Presidente hable y se comporte como tal. Me explico.

El pasado 3 de abril, después de un desencuentro con una periodista, con tono exasperado, dijo lo siguiente: “Ayer usé por primera vez el término crisis transitoria. Esto no va a tardar, y vamos a salir fortalecidos porque no nos van a hacer cambiar en nuestro propósito de acabar con la corrupción y de que haya justicia en el país. Por eso vamos a salir fortalecidos. O sea que esto nos vino como anillo al dedo para afianzar el propósito de la transformación”.

Las palabras que pensaba darían “confianza y seguridad al pueblo”, resultaron ser una daga clavada en el ánimo social, porque lo que para él es solo una “situación pasajera”, una “crisis transitoria de salud pública y económica”, para muchos países representa una catástrofe de dimensiones aún incalculables. Por eso, en su conferencia de hoy en la noche nos-viene-como-anillo-al-dedo que nos explique el plan de Estado para revertir el impacto en, al menos, cinco ámbitos: el moral, económico, sanitario, social e institucional.

Los vacíos de información, la postergación de muchas decisiones clave, el desdibujamiento de los titulares de las secretarías de Estado, la necesidad de mantener en estos momentos su obsecada lucha contra el fantasma del conservadurismo, la opacidad de los procesos realizados para llevar a cabo algunas compras urgentes (de los 3 mil respiradores que se distribuirán en los hospitales públicos, por ejemplo) y la insensatez del Presidente al desoír y actuar de espaldas a las disposiciones de sus autoridades sanitarias, ha minado profundamente nuestra confianza y credibilidad con relación a lo que el gobierno debería estar haciendo para frenar la pandemia que nos aqueja. Nos-viene-como-anillo-al-dedo que nos explique cómo su incongruencia no es el reflejo de la crisis que vive nuestra moral pública.

También nos-viene-como-anillo-al-dedo que nos explique con referencias, datos verificables y proyecciones fiables, la estrategia con la cual revertiremos en México la contracción de más del ocho por ciento del PIB pronosticado por analistas, académicos, bancos centrales y organismos internacionales. Necesita explicarnos la fuente y proceso de asignación de recursos para que sobrevivan las fondas en las que come, los changarritos de barrio donde compra, los músicos que le cantan, las artesanas que le tejen, los “viene viene” que le apoyan a nivel de cancha, los paleteros que le endulzan el paladar, las peluquerías que le arreglan, los cientos de miles de micro, pequeños y medianos negocios que generan empleos y hacen posible que el dinero circule en el país. Porque empresarios no son solo los que se apellidan Slim, Salinas Pliego, Ballières, Larrea, Servitje o Azcárrega; también son empresarios los que se la juegan cada día para sostenerse a sí mismos y al par de trabajadores que se la rifan con ellos. Si estas fuentes de empleo desaparecen, porque la 4T solo apoya al pueblo y no a los empresarios, más de 80 millones de mexicanos estarán condenados a vivir en la miseria.

Con el precio del petróleo por los suelos, sin la recaudación esperada, con las inversiones privadas congeladas, sin turismo, con el peso cada día más flaco y maltrecho y con una deuda pública creciendo, además de saber de dónde saldrá el dinero para sostener los programas sociales, necesitamos conocer qué se detendrá de lo que ahora se (medio) construye, ¿Dos Bocas?, ¿el aeropuerto de santa Lucía?, ¿el tren maya?, y cómo se redirigirán dichos recursos a lo hoy urgente e importante.

Nos-viene-como-anillo-al-dedo que nos diga, más allá de lo evidente, qué gana impidiendo que laboratorios, clínicas y hospitales públicos y privados hagan las pruebas de coronavirus requeridos, para dimensionar la urgencia sanitaria que se avecina. Además del tamaño y sitios donde ubicarán las carpas, necesita describir los recursos humanos, técnicos y económicos con los que se cuentan, porque, como ha dicho López Gatell, el virus permanecerá entre nosotros durante los meses de julio, agosto, septiembre...

Pero también nos-viene-como-anillo-al-dedo que nos hable de los pasos que el gobierno dará para encarar la nueva reconfiguración laboral en México. Si cientos de miles de trabajadores hasta enero pasado llevaban en sus espaldas ese fardo que los sociólogos denominan “precariedad laboral”, ¿cómo les habremos hoy de llamar? ¿Cuál es el plan para evitar que a la violencia generada por el narco se sume la violencia desatada por el hambre? Sin certeza de las fuentes para mantener los programas sociales, ¿cómo evitar que se agudice la inequidad social?

Y, por último, nos-viene-como-anillo-al-dedo que nos diga cómo remendará la deshilvanada reputación internacional que el Presidente nos ayudó a rasgar, necesitamos que nos muestre un Plan de Emergencia de Estado que asegure la gobernabilidad donde una cuarta parte del gabinete está en proceso de renunciar.

Urge que nos saque de la cochina duda, y nos deje en claro que su plan maestro para la “transformación” no resultó ser lo que “sus adversarios” tantas veces, le achacaron: la pauperización, domesticación y sometimiento ideológico del País.
Nos-viene-como-anillo-al-dedo que el Presidente se sacuda de sus demonios y gobierne como lo hiciera un hombre de Estado: para todos, sin marrullerías, con humildad y madurez, viendo al coronavirus como lo que es, no como el funesto culpable del fracaso de la 4T.