Conexión y comunicación
Con el avance tecnológico, los seres humanos estamos cada vez más conectados, pero no podemos decir que mejor comunicados. De hecho, la primera palabra señala que se realiza una acción para unir, enlazar, anudar, vincular o enchufar. El verbo comunicar, en cambio, significa algo íntimo y profundo: poner algo en común, compartir, tener participación mutua.
Es común observar cómo en los grupos de amigos, o en las familias, todos estamos enfrascados en la conexión con los contactos que tenemos en nuestros dispositivos; sin embargo, lo que languidece es la comunicación con los semejantes que tenemos ahí presentes, rostro a rostro y mejilla con mejilla. El ridículo o absurdo es que, incluso, preferimos enviar un mensaje escrito a la persona que tenemos al lado, más que comunicarnos utilizando el vehículo de la expresiva palabra.
En verdad, fastidia observar que las personas prefieren compartir mensajes, fotos, emoticones, estados y publicaciones por las redes sociales, mientras que son incapaces de convivir con sus seres queridos y con quienes tienen al lado. No se diga la ansiedad que produce el encontrarse sin celular, sin batería o carga, o si carecen de señal; sin su teléfono o dispositivo les embarga una sensación de tremendo aburrimiento o fastidio.
Íñigo Pirfano, quien es conferenciante y director de orquesta español, señaló: “La mano que porta un smartphone — como si se tratara de un apéndice sin el cual uno se sentiría mutilado— tiene a su disposición montañas de cosas superfluas, pero no es capaz de obtener aquello que más necesita”.
En verdad, el subrayar tanto la recurrencia a las redes sociales está vaciando la comunicación que se consigue rostro a rostro. La conexión es instantánea y digital, pero no es comunicación gratificante y real.
¿Solamente me conecto? ¿Mantengo una comunicación directa, gratificante y profunda?