Crisis humanitaria en la sierra de Concordia
A poca distancia de la cabecera municipal de Concordia, enclavadas entre las montañas, decenas de familias de comunidades como La Petaca, Potrerillos, Chirimoyos, El Palmito y El Cuantanal, enfrentan una crisis humanitaria que apenas logra un eco en las autoridades y medios de comunicación estatales.
Además de la violencia armada, los habitantes de estas regiones desde hace ya semanas padecen incendios forestales, contaminación del agua y aire, escasez de alimentos, incomunicación y un abandono institucional alarmante.
La combinación de todos estos factores está “ahorcando” la economía de la región y comprometiendo los recursos para la subsistencia de futuras generaciones. Tal situación ha obligado a numerosas familias a desplazarse forzosamente hacia la cabecera municipal o incluso hasta Mazatlán.
De acuerdo con algunas fuentes locales consultadas, las instituciones responsables de garantizar la seguridad humana y ambiental, tan sólo han acudido unas horas -literalmente a tomarse la foto- sin acabar con el problema. Son los habitantes locales quienes resisten en los pueblos aún habitados, quienes combaten los incendios y se organizan para llevar asistencia humanitaria.
Pero desde este puerto hay quienes se resisten al silencio y a la indiferencia. En medio de esta tragedia, un actor colectivo ha emergido con fuerza y compasión: los colectivos feministas.
El Frente Común de Colectivas Feministas Mazatlecas, integrado por mujeres organizadas y comprometidas, ha levantado la voz por quienes han sido ignorados. Son ellas quienes han recolectado víveres y recursos, han gestionado apoyos institucionales, han brindado acompañamiento emocional a las víctimas y han documentado lo que otros prefieren callar.
Porque, como en tantas otras crisis, son las mujeres quienes sufren primero, pero también quienes sostienen la vida cuando todo se viene abajo. Son madres, hijas y abuelas las que cargan con los niños, cocinan con lo poco que queda, consuelan, organizan y resisten.
No es casualidad que sean las redes feministas las primeras en acudir; no desde el asistencialismo, sino desde la solidaridad activa y la conciencia política. Como una madre que, incluso con miedo, no suelta la mano de su hija, las colectivas nos están poniendo el ejemplo y gritando de frente: “Si el Estado no llega, aquí estamos nosotras.”
Colectivos como Perlas del Pacífico, Periferia Subversiva, Tribu del Mar, Tendedero de Deudores Alimentarios Mazatlán, Resistencia Creativa y Unidad TIAMAT, han encabezado campañas de ayuda, han presionado a autoridades estatales y organismos de derechos humanos, y han visibilizado una violencia que no sólo es armada, sino también económica, institucional y simbólica.
La solidaridad de los colectivos feministas no es un gesto aislado de buena voluntad. Es un posicionamiento político que interpela al Estado y exige un enfoque de género en toda política pública de atención a personas desplazadas.
No sólo están repartiendo despensas, también documentan testimonios silenciados, visibilizan la violencia sexual, denuncian el reclutamiento forzado de menores, el secuestro de jovencitas, y el despojo de tierras. Si algo ha dejado esta crisis es la certeza de que el feminismo mazatleco es el principal motor de la solidaridad organizada.
Esta columna es un reconocimiento a todas ellas, pero también es un llamado urgente a las autoridades: basta de respuestas improvisadas ante una emergencia que ya es estructural. A los medios: no dejen que este tema se pierda en el olvido. A la sociedad: no confundamos lo lejano con lo irrelevante.
La sierra de Concordia no pide caridad. Exige justicia. Y esa justicia comienza por mirar de frente esta crisis, sin evasivas ni pretextos. Que esta columna sea una pequeña chispa que encienda el fuego de la conciencia y la acción colectiva.
Es cuanto...
Si usted quiere solidarizarse con las familias de estas comunidades, puede usted aportar víveres y/o apoyo económico, a través de mi amiga Rita Tirado, a quien usted puede contactar en sus redes sociales.