Cultura política esquizofrénica

Arturo Santamaría Gómez
18 octubre 2025

Probablemente en ningún otro lugar del mundo la ciudadanía reprueba en numerosas áreas de la administración pública a un partido en el poder, pero al mismo tiempo califica con una alta aprobación al titular del Gobierno. Bueno, esto sucede en México. Lo vimos en los tres últimos años de López Obrador y ahora lo vemos con Claudia Sheinbaum. Esto que parece una esquizofrenia de criterios, tiene que ver con una muy particular visión mexicana de ver la política.

El antiguo inquilino de Palacio Nacional y ahora residente en Palenque, según el diario El Financiero, el último día de su gobierno tuvo una aprobación de 63.3 por ciento; el promedio de su último mes fue 61.3 por ciento; de su último año, 58.1 por ciento. El promedio de todos los días de su gobierno fue de 58.9 por ciento. El desgaste de popularidad de su gobierno durante su sexenio fue inferior a los de tres presidentes anteriores: Peña Nieto perdió 32 puntos; Fox 22 puntos y Calderón 11 puntos, en cambio, López Obrador perdió sólo un punto. Por áreas de Gobierno, el macuspeño sólo en ocho salió arriba de 50 por ciento, sobre todo en prestigio, los empleos, turismo y disminución de la pobreza. En temas de inseguridad, salud o paz, tuvo aprobaciones menores al 40 por ciento.

Claudia Sheinbaum, al finalizar su primer año de gobierno, conservó un apoyo del 79 por ciento, según Oraculus, un promedio por encima de lo que López Obrador y cualquier otro Presidente mexicano haya logrado. Sin embargo, el 50 por ciento identifica a la inseguridad como el principal problema del País. Esa percepción va en aumento, dice el diario español El País: ha pasado del 45 por ciento de diciembre de 2024 al 51 por ciento a fines de septiembre de 2025. Esta misma encuesta hace referencia a la delincuencia cotidiana de robos y asaltos, los asesinatos y el narcotráfico, resaltando la opinión negativa de una mayoría, a pesar de que hay una caída del 32 por ciento en el número de homicidios.

En la percepción del combate a la corrupción, alrededor del 65 por ciento de los encuestados percibió que la Presidenta ha hecho una buena tarea, pero eso fue observado al cumplir un año de gobierno, y los casos más recientes de Adán Augusto López, Noroña y, sobre todo el huachicoleo fiscal marino, no habían elevado el mercurio de la corrupción a niveles tan altos.

No obstante los marcados y contradictorios contrastes en la opinión ciudadana sobre el desempeño, primero de López Obrador, y posteriormente de Claudia Sheinbaum, ambos fueron aprobados en sus gestiones por las mayorías. Tan fue así que los seis años del tabasqueño en Palacio Nacional hicieron que Morena arrasara en las elecciones de 2024. Y ahora Claudia Sheinbaum fuera evaluada con números que jamás ningún jefe del Ejecutivo alcanzó antes.

En la era del PRI pre neoliberal, digamos hasta el sexenio de Miguel de la Madrid, cuando este modelo empieza a despuntar, todos los mexicanos sabían que sus gobiernos eran corruptos, pero había una condescendencia hacia él porque a pesar de ese eterno miasma el régimen aun incluía en sus políticas distributivas programas que llegaban a gotear los pocillos de las clases populares. Es decir, a pesar de su profundo autoritarismo represor, el grueso de las clases trabajadoras le seguían siendo fiel al tricolor porque “robaba pero también repartía”.

Pero eso se empezó a acabar con los priistas neoliberales a la par que la corrupción se elevaba al cubo. La cual, además, se adocenó por la prepotencia y frivolidad de las nuevas generaciones, representadas estelarmente por Peña Nieto. Con las crecientes reformas neoliberales el PRI se mató solito. Se alejó de las clases populares. Esto lo entendió mejor que nadie López Obrador y construyó Morena para llegar al poder. Ofreciendo, entre otras cosas, limpiar a México de la corrupción. Pero AMLO lo que hizo fue retomar muchas de las prácticas políticas e ideología priistas. Entre ellas la más letal, la que ha impedido que México se convierta en un país donde predomine el respeto a la legalidad: la centenaria y venenosa corrupción. Morena, con López Obrador, no tan sólo no combatió la corrupción si no que encontró nuevas formas de reproducirla.

Pero con Morena se repitió la vieja conducta mexicana: mientras reparta dinero las mayorías simularán que no ven la corrupción y seguirán apoyando electoralmente. En un país históricamente injusto, el mecanismo para paliar las carencias ha sido tolerar la corrupción de los gobernantes mientras “repartan”. El pueblo incluso será capaz de tolerar la ineficiencia gubernamental y la antidemocracia si les llega dinero a los bolsillos, en este caso, los programas sociales de la 4T.

Claudia Sheinbaum no tiene la trayectoria política, ni intelectual ni ideológica de AMLO. Su formación ética, intelectual, política e intelectual es muy diferente, pero, aun así, no ha podido superar los rigurosos candados políticos que le impuso López Obrador, ni la mentalidad predominante en los integrantes de la 4T, de usar el poder a la manera priista: primero el beneficio propio y mantener el poder a toda costa. Mentalidad que, por cierto, comparten no tan sólo los políticos de carrera sino, al parecer, la mayoría de los mexicanos que asumen un cargo de Gobierno. Sí, en efecto, estamos hablando de una cultura política patrimonialista que comparten la mayoría de los mexicanos.

Tenía mucha razón el enorme intelectual guatemalteco avecindado en México, Luis Cardoza y Aragón, cuando decía, palabras más, palabras menos: los mexicanos no se han dado cuenta que en su corazón todos llevan un priista. Idea que fue retomada por el panista Carlos Castillo Peraza cuando dijo algo que ningún político ha logrado desdecir: “El priista que todos llevamos dentro”.