Cultura política y posicionamiento electoral

Vladimir Ramírez
14 agosto 2020

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En el artículo del martes pasado titulado: Morena y los patios interiores de su democracia, les comentaba cómo este reciente partido que recibió de forma inesperada el apoyo indiscutible de una gran mayoría de mexicanos en la elección de 2018 y muy particularmente en Sinaloa, a dos años del suceso los ahora legisladores del Congreso de la Unión, diputados locales y alcaldes de los municipios más grandes de la entidad, comienzan a comportarse de la misma manera que el resto de los partidos en los últimos años, con prácticas ya muy vistas y sobre todo cuestionadas por la falta de una cultura democrática que replican actitudes sectarias, comportamientos cupulares y de grupos, en los que es muy notable las intenciones de reelegirse, negociar candidaturas y posiciones en la administración pública de los municipios, gobierno del estado, congresos y del propio partido; a pesar de que estructuralmente Morena no existe como partido en Sinaloa, lo que no evita que la repartición pueda negociarse entre ellos, aunque todavía no inicie el proceso electoral, ni se hayan conformado como partido.

Ahora bien, en el resto de los partidos de igual manera se perfilan aspirantes midiendo posibilidades y conveniencias para posibles alianzas o coaliciones de acuerdo a las necesidades y conveniencias electorales para 2021. Desde luego que estas búsquedas de asociación para aumentar el número de votos, para algunos militantes y partidos significa también asegurar la sobrevivencia política.

En este escenario podemos observar dos aspectos fundamentales: uno representa el resultado de las posibles negociaciones entre partidos para la elección; otra es el posicionamiento de sus candidatos para garantizar la competencia y posibilidades reales de ganar. Antes de la elección de 2018, las elecciones se ganaban por la capacidad de estructura y movilización de los partidos el día de la jornada, sus recursos económicos para la compra de votos y un visible posicionamiento mediático y mercadológico de sus candidatos, sin embargo estas medidas estratégicas no bastaron para vencer a los miles de votos que se movilizaron el 1 de julio de 2018, motivados por un candidato presidencial posicionado muy por encima de sus contrincantes como fue López Obrador, convirtiéndose Sinaloa en uno de los siete estados con mayor porcentaje de votación para AMLO en el país.

Para la próxima elección, estos dos escenarios electorales tendrán que tomarse muy en serio, pues apostarle sólo a uno de ellos sería poner en riesgo los resultados de la elección. No tomar en cuenta la experiencia de los partidos perdedores, que sólo consideraron sus propios diagnósticos electorales en los que según sus cálculos ganarían la elección, los colocaría en una situación de riesgo nuevamente; también lo sería pensar que los partidos ganadores tendrán el respaldo asegurado del fenómeno electoral del 2018 en el que recibieron los beneficios de una votación masiva, más en contra del régimen político entonces vigente, que por los candidatos en sí, por quienes votaron aún sin conocerlos.

Es importante considerar ambos escenarios, por un lado la capacidad y experiencia para entender y desarrollar los elementos de una campaña electoral y por la otra la ventaja competitiva de candidatos bien posicionados.

El concepto de Posicionamiento tiene sus orígenes en el marketing comercial norteamericano. Desde la década de los 80 se aplica en las estrategias de comunicación política, en nuestro país los casos más burdos e ilustrativos son las candidaturas de Vicente Fox y Enrique Peña Nieto, que si bien no gozan de gran prestigio en el electorado, estas estrategias se mantienen en la competencia electoral.

Especialistas en comunicación política como Javier Sánchez y Elías Aguilar, el posicionamiento empieza con el proceso de construcción de una imagen del político que es percibida e interpretada por el elector de acuerdo a ciertos atributos. Por lo que posicionarse, implica para un aspirante responder al menos cinco interrogantes; ¿Por qué decidió lanzar su candidatura? ¿Qué razones le motivan? ¿Por qué deberían votar por él? ¿Qué beneficios concretos representa? ¿Qué cualidades posee frente a sus opositores?

Existen otros elementos como la imagen simbólica, que se refiere a la percepción que el elector tiene del candidato de acuerdo a sus valores y deseos; la imagen pública, que describe aquellos atributos que en la opinión de los ciudadanos son positivos o negativos; y la imagen política entendida por los principios y creencias que representa y defiende de acuerdo con sus convicciones.

Si bien estas herramientas que miden el posicionamiento de un candidato resultan efectivas para ganar una elección, el uso mezquino y manipulador en campañas electorales han generado desconfianza y desprestigio a los partidos políticos.

Para la elección de 2021 en Sinaloa, considerada más de competencia local que nacional, el resultado electoral podría variar en tanto varían también las circunstancias, por lo que se vuelve cada vez más importante reflexionar el comportamiento de la percepción de los electores y el posicionamiento de los candidatos.

Hasta aquí mi opinión, los espero en este espacio el próximo martes.