¿De verdad está acabado el amparo?
A raíz de la iniciativa de reformas a la Ley de Amparo enviada por la Presidencia de la República, y ya aprobada con modificaciones en el Senado, sólo falta ver qué pasará en la Cámara de Diputados para tener la versión final de dicha iniciativa y saber ahora sí a qué atenernos.
Como siempre, en medios y redes sociales hay comentarios de todo tipo, unos a favor, otros en contra, unos mesurados y otros amarillistas.
Independientemente del resultado final de la reforma, como acabo de decir, hasta donde la he leído y desde mi particular punto de vista profesional, considero que en realidad el amparo no va a desaparecer, como algunos lo afirman.
El lado bueno de la reforma es el impulso expreso que le dan al juicio en línea, es decir, al litigio digital, lo que agilizará mucho los juicios para bien o para mal.
Las críticas más fuertes van por el lado del interés legítimo y de la suspensión de los actos reclamados y sostienen que ambas figuras desaparecerán.
Esas críticas son equivocadas y algunas hasta tendenciosas. Lo que se hizo en la reforma es simplemente introducir en la Ley de Amparo los elementos del interés legítimo que ya se habían establecido en jurisprudencia del propio Poder Judicial Federal, es decir, las nuevas reglas para esa figura del interés legítimo que supuestamente limitan el acceso al amparo no son nuevas y ya existen en jurisprudencia.
Es más, con reforma o sin reforma, esas reglas para el interés legítimo las vienen aplicando los jueces y tribunales federales desde hace años y si, su efecto ha sido limitar el acceso al amparo para defender derechos colectivos como el derecho a un medio ambiente sano.
Hay jueces y tribunales federales que sí entienden lo que es el interés legítimo y, con ese entendimiento han admitido y concedido amparos para proteger derechos colectivos, pero la gran mayoría, y estoy hablando de un 80 por ciento al menos, usa las reglas fijadas por la jurisprudencia, y ahora incorporadas a la reforma, para eliminar y dificultar el acceso al amparo en defensa de derechos colectivos.
Si no me cree, pregúnteles a los vecinos que han intentado detener la construcción de edificios de departamentos que violan las leyes que la regulan y dañan el medio ambiente.
En todos los amparos promovidos por esos vecinos les han salido con que no tienen interés legítimo y, cuando de plano el Juez o el Tribunal no pueden alegar eso, les salen con que las violaciones que denuncian son ciertas, pero no los afectan para nada y sólo son faltas administrativas.
Un ejemplo de lo que le digo es el Primer Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Décimo Segundo Circuito con sede en esta ciudad.
Si se lleva a cabo un estudio estadístico, especialmente en la ponencia del magistrado Mario Galindo Arizmendi, el resultado será que un inmenso número de los amparos donde el quejoso se apoya en el interés legítimo, la sentencia final de ese Tribunal Colegiado es que no se reconoce el interés legítimo y se pierde el amparo, y eso sin la reforma que ahora están criticando tanto.
¿Será más difícil ampararse alegando interés legítimo? Si, pero ya era difícil gracias a la jurisprudencia que les comento y gracias a la forma tan cuadrada y a veces dolosa y maliciosa en cómo han venido resolviendo los amparos algunos tribunales colegiados de este Circuito.
Y en cuanto a la limitación a la suspensión de los actos reclamados, pasa lo mismo que con el interés legítimo, sencillamente en la reforma a la ley de amparo se incorporan requisitos y limitaciones que ya existen desde hace años en la jurisprudencia para entorpecer la utilidad de esa figura.
Cuando salga la reforma y entre en vigor, las cosas en cuanto al amparo serán igual que antes. Sencillamente hay abogados que sabrán como manejar muy bien sus amparos y hay abogados muy malitos que se harán bolas o no sabrán que hacer.
Y en cuanto a los jueces y magistrados federales que aplicarán la reforma, también será lo mismo, simplemente hay algunos que son buenos y tienen excelentes valores, pero hay otros del bienestar o de carrera judicial muy malos, vengativos y ruines que se creen dioses y castigan a quienes se atrevan a ponerlos en su lugar y que, obviamente, seguirán resolviendo en contra de quienes presenten amparos alegando interés legítimo.