Debatir entre el juicio
y el espectáculo

Vladimir Ramírez
20 abril 2021

El próximo jueves 22 de abril se llevará a cabo el primer debate organizado por el IEES entre candidatos al Gobierno del Estado de Sinaloa, a realizarse en el auditorio Lince de la UAdeO a las 18:00 horas, su transmisión será virtual a través de distintos medios de comunicación y plataformas digitales. Como es de esperarse, este evento será ampliamente seguido por un gran número de electores de la entidad, principalmente en las zonas urbanas.

La experiencia de los debates televisados en México, nos dice que entre todos los aspectos que determinan su importancia, sobresalen dos formas en las que se difunden los resultados de este ejercicio democrático: una contempla la versión, digamos, juiciosa de la información que reúne la parte seria del proceso electoral, prestando atención a las ideas y propuestas de gobierno de cada candidato; la otra es aquella versión que toma forma de espectáculo orientada por las maneras del entretenimiento y la noticia sensacionalista, en la que predomina el sarcasmo, la ironía, el pitorreo y hasta cierta morbosidad por el nivel de enfrentamiento entre los participantes.

Estas dos formas de difundir lo acontecido en los debates en la que se expresan opiniones tanto en los medios de comunicación como en las redes sociales, han logrado influir en la manera en que se abordan los temas y cómo se desarrollan este tipo de eventos electorales. Este fenómeno, propio de los debates televisados, lo convierte en un suceso mediático de contraste, en tanto que compiten estas dos formas de difusión.

Es muy probable que para el debate entre candidatos al gobierno de Sinaloa, se repita esta misma situación de discrepancia entre opiniones serias y no tan serias. Para ello tanto los candidatos como sus asesores habrán de prever las oportunidades y riegos que esto representa, incluyendo la previsión de resultados en el llamado pos-debate en redes y medios de información. Este momento del pos-debate, permitirá evaluar la percepción final del encuentro y los efectos logrados de la información juiciosa que busca ganar electores a través de las propuestas o si el mensaje se pierde en la frivolidad del meme y la sátira del mero entretenimiento.

De ahí el reto que implica que el debate no se convierta en un show mediático, una responsabilidad que no sólo recae en los candidatos, sino también en el moderador, las autoridades electorales y lo medios formales de comunicación.

Es importante también observar que los debates electorales se asumen de formas distintas según sean los protagonistas que participan. Podemos encontrar al menos cuatro de ellos: el primero se ubica en las autoridades electorales y su interés por ofrecer un mismo espacio de oportunidades en el que confluyan las propuestas, exposición de las ideas y plataformas electorales, para que los electores puedan deliberar con mayores elementos de juicio a la hora de votar.

En segundo término están los candidatos, quienes según los porcentajes de las encuestas, determinarán la forma de actuar para mantener o elevar la proyección del voto a su favor, mientras que los de menor porcentaje intentarán no sólo buscar mayores simpatías, sino que podrán también apoyar a alguno de los candidatos favoritos atacando a su principal contrincante. Esta es una de las prácticas ya muy conocidas donde se reflejan alianzas de facto para ampliar o reducir ventajas a candidatos punteros.

Como tercero están los partidos políticos, que de acuerdo a las simpatías ciudadanas deciden sus prioridades, pues quienes no figuran como partido ganador, tienen como objetivo sumar el mayor número de votantes para mantener primero el registro y luego aumentar hasta donde sea posible las diputaciones de representación proporcional.

Y como cuarto protagonista está el ciudadano elector, el que toma la decisión y en mayoría dicta la suerte de candidatos y partidos, convertido en el principal jurado calificador, al que tratarán de persuadir, conquistar, asombrar y seducir.

De ahí la relevancia de un debate electoral, un ejercicio democrático en el que se pueden sortear las preferencias de formas inesperadas. Para el especialista en estos temas, Alan Schroeder, es más fácil perder un debate que ganarlo, por lo que resulta sencillo saber quién va arriba en las preferencias cuando un candidato rehúsa a los debates o los busca afanosamente.

Para el español Yago de Marta, especialista en marketing y mensaje electoral, los debates se han convertido no sólo en un hecho político sino que son ya una demanda tanto de ciudadanos como de medios. Debatir o no, no es sólo una cuestión de estrategia, sino también un respuesta a una expectativa popular.

Sin embargo, será de suma importancia que los electores sepan distinguir las prioridades de un debate electoral, separar las desviaciones de la información que pretenden hacer de un acto cívico relevante, un denostado espectáculo mediático.

Esta será la parte de responsabilidad que le corresponda al ciudadano elector, procesar la información para tomar la mejor decisión al momento de votar, en un ejercicio comprometido y civilizado de la política que nos permita alcanzar el bien común en una sociedad democrática.

Hasta aquí mi opinión, los espero en este espacio el próximo viernes.

El próximo jueves 22 de abril se llevará a cabo el primer debate organizado por el IEES entre candidatos al Gobierno del Estado de Sinaloa, a realizarse en el auditorio Lince de la UAdeO a las 18:00 horas, su transmisión será virtual a través de distintos medios de comunicación y plataformas digitales. Como es de esperarse, este evento será ampliamente seguido por un gran número de electores de la entidad, principalmente en las zonas urbanas.

La experiencia de los debates televisados en México, nos dice que entre todos los aspectos que determinan su importancia, sobresalen dos formas en las que se difunden los resultados de este ejercicio democrático: una contempla la versión, digamos, juiciosa de la información que reúne la parte seria del proceso electoral, prestando atención a las ideas y propuestas de gobierno de cada candidato; la otra es aquella versión que toma forma de espectáculo orientada por las maneras del entretenimiento y la noticia sensacionalista, en la que predomina el sarcasmo, la ironía, el pitorreo y hasta cierta morbosidad por el nivel de enfrentamiento entre los participantes.

Estas dos formas de difundir lo acontecido en los debates en la que se expresan opiniones tanto en los medios de comunicación como en las redes sociales, han logrado influir en la manera en que se abordan los temas y cómo se desarrollan este tipo de eventos electorales. Este fenómeno, propio de los debates televisados, lo convierte en un suceso mediático de contraste, en tanto que compiten estas dos formas de difusión.

Es muy probable que para el debate entre candidatos al gobierno de Sinaloa, se repita esta misma situación de discrepancia entre opiniones serias y no tan serias. Para ello tanto los candidatos como sus asesores habrán de prever las oportunidades y riegos que esto representa, incluyendo la previsión de resultados en el llamado pos-debate en redes y medios de información. Este momento del pos-debate, permitirá evaluar la percepción final del encuentro y los efectos logrados de la información juiciosa que busca ganar electores a través de las propuestas o si el mensaje se pierde en la frivolidad del meme y la sátira del mero entretenimiento.

De ahí el reto que implica que el debate no se convierta en un show mediático, una responsabilidad que no sólo recae en los candidatos, sino también en el moderador, las autoridades electorales y lo medios formales de comunicación.

Es importante también observar que los debates electorales se asumen de formas distintas según sean los protagonistas que participan. Podemos encontrar al menos cuatro de ellos: el primero se ubica en las autoridades electorales y su interés por ofrecer un mismo espacio de oportunidades en el que confluyan las propuestas, exposición de las ideas y plataformas electorales, para que los electores puedan deliberar con mayores elementos de juicio a la hora de votar.

En segundo término están los candidatos, quienes según los porcentajes de las encuestas, determinarán la forma de actuar para mantener o elevar la proyección del voto a su favor, mientras que los de menor porcentaje intentarán no sólo buscar mayores simpatías, sino que podrán también apoyar a alguno de los candidatos favoritos atacando a su principal contrincante. Esta es una de las prácticas ya muy conocidas donde se reflejan alianzas de facto para ampliar o reducir ventajas a candidatos punteros.

Como tercero están los partidos políticos, que de acuerdo a las simpatías ciudadanas deciden sus prioridades, pues quienes no figuran como partido ganador, tienen como objetivo sumar el mayor número de votantes para mantener primero el registro y luego aumentar hasta donde sea posible las diputaciones de representación proporcional.

Y como cuarto protagonista está el ciudadano elector, el que toma la decisión y en mayoría dicta la suerte de candidatos y partidos, convertido en el principal jurado calificador, al que tratarán de persuadir, conquistar, asombrar y seducir.

De ahí la relevancia de un debate electoral, un ejercicio democrático en el que se pueden sortear las preferencias de formas inesperadas. Para el especialista en estos temas, Alan Schroeder, es más fácil perder un debate que ganarlo, por lo que resulta sencillo saber quién va arriba en las preferencias cuando un candidato rehúsa a los debates o los busca afanosamente.

Para el español Yago de Marta, especialista en marketing y mensaje electoral, los debates se han convertido no sólo en un hecho político sino que son ya una demanda tanto de ciudadanos como de medios. Debatir o no, no es sólo una cuestión de estrategia, sino también un respuesta a una expectativa popular.

Sin embargo, será de suma importancia que los electores sepan distinguir las prioridades de un debate electoral, separar las desviaciones de la información que pretenden hacer de un acto cívico relevante, un denostado espectáculo mediático.

Esta será la parte de responsabilidad que le corresponda al ciudadano elector, procesar la información para tomar la mejor decisión al momento de votar, en un ejercicio comprometido y civilizado de la política que nos permita alcanzar el bien común en una sociedad democrática.

Hasta aquí mi opinión, los espero en este espacio el próximo viernes.